Epitafio
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No soy tan joven como para saberlo todo
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« Respuesta #50 : 9 de Enero 2006, 14:19:52 » |
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Leyendo la prensa me he encontrado con un artículo de Juan Manuel de Prada que considero muy interesante como tema de debate. Es este:
UN GENERAL EN EL FANGO Por JUAN MANUEL DE PRADA
EN uno de sus habituales rasgos de histrionismo, el ministro Bono ha decretado el arresto domiciliario del general Mena. Para justificar la imposición de una pena a todas luces desmedida y oprobiosa para un militar de limpia ejecutoria, el ministro Bono se ha amparado en la Ley Orgánica de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, que tipifica como falta leve «expresar públicamente opiniones que supongan infracción del deber de neutralidad en relación con las diversas opciones políticas». Buscamos con lupa en el discurso pronunciado por el general Mena cuáles han sido esas opiniones que infrinjan el deber de neutralidad o delaten su decantación hacia una determinada opción política y no somos capaces de hallarlas.
En primer lugar, el general expresó, haciendo suyo el sentir de sus subordinados, su «preocupación ante las graves consecuencias que podría conllevar la aplicación del Estatuto de Cataluña en los términos en que está planteado, tanto para las Fuerzas Armadas como institución como para las personas que las integran». Nótese, en primer lugar, que el general formula su preocupación en un modo verbal condicional. Nótese, además, que el general se refiere a la redacción del proyecto de Estatuto previa a su tramitación parlamentaria, sin entrar a valorar las posibles enmiendas que sean introducidas en el texto, a propuesta de tal o cual formación política. Nótese, en fin, que el general no propone un enjuiciamiento global del Estatuto de marras, sino que se atiene a aquellos aspectos que afectan a las Fuerzas Armadas, omitiendo pudorosamente las inquietudes que el citado proyecto legislativo le pueda suscitar como ciudadano. A continuación, el general Mena se detuvo en tres especificaciones contenidas en el Estatuto que, a su juicio, perturbarían el funcionamiento o las atribuciones del Ejército; en ninguna de estas tres especificaciones detectamos tampoco ninguna infracción del deber de neutralidad que obliga a cualquier militar ni, mucho menos, atisbo de bandería política. Aludió, en primer lugar a la remodelación del concepto de nación que introduce el proyecto de Estatuto, concepto que «la Constitución Española expresa clara y rotundamente». También se refirió a las graves alteraciones que se producirían en el sistema de asignación de destinos militares si el Estatuto obligara a hablar catalán a los residentes en Cataluña, así como a los problemas que se derivarían «para las Fuerzas Armadas» si los tribunales evacuasen sentencias dispares sin la existencia de una instancia superior que unifique doctrina. Se trata, a todas luces, de cuestiones de intendencia, que afectan al gobierno y administración internos del Ejército; en modo alguno de consideraciones de índole política. Para completar su «falta», el general Mena leyó un artículo de la Constitución que asigna al Ejército la misión de «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional». Ni por lo más remoto insinuó que esa defensa del ordenamiento constitucional deba hacerla el Ejército arrogándose competencias que corresponden al Congreso, al Gobierno o al mismo Rey. Su único comentario a dicho artículo, atinado e irreprochable, fue recordar que los militares han «jurado o prometido guardar y hacer guardar la Constitución»; y que, «para los militares, cualquier juramento o promesa constituye una cuestión de honor». Al general Mena, un patriota austero que se ha limitado a proclamar preceptos básicos del orden constitucional, el ministro Bono, un patriota de peineta y faralaes, acaba de arrojarlo al fango, castigándolo al descrédito y al oprobio, como si fuera un militarote nostálgico de las asonadas, con el aplauso o la anuencia de todas las fuerzas políticas y el silencio cobarde de sus conmilitones. Empieza a dar vergüenza llamarse español.
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