OTRO ERROR CONTRA LA GESTIÓN
Nervios de Laporta
La junta del Barça bendice hoy la entrada de dos nuevos directivos
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Todos, absolutamente todos, ahora sí, hemos sufrido no uno, ni diez, ni cien, mil situaciones desagradables en los controles de los aeropuertos como la que protagonizó, el pasado sábado, Joan Laporta. Primero tienes que hacer esa cola en plan serpentina, entre cintas, entre palos, como si fuésemos auténticas ovejas y, antes de pasar el arco detector de metales, tienes que colocar tus enseres personales en una bandeja de plástico, sacarte el cinturón, el reloj, el móvil y sostener la tarjeta de embarque en la boca mientras te la lee un segurata, a veces simpático, a veces aburrido, a veces harto de soportar ese trabajo por esa miseria de sueldo. Yo, la verdad, veo pocos guardias civiles.
Todos, todos, pasamos por esa embarazosa situación y pocos, muy pocos, y lo digo con conocimiento de causa, créanme, reaccionan de la forma que lo hizo el mismísimo presidente del Barça. Porque el problema del asunto no es que alguien acabase enfadado en calzoncillos intentando defenderse del acoso de los responsables de la seguridad de El Prat. No, el problema es que se trataba del presidente del Barça, alguien que es y representa a mucha gente, a todo el pueblo culé y que es, y lo sabe, algo más que un presidente. Le pese o no le pese. Que sé que no le pesa, de ahí mi extrañeza.
Pero es un caso en el que se demuestra que el personaje ha empezado a jugarle una mala pasada al abogado. Y que demuestra que ni el séquito, ni la seguridad, ni los responsables de comunicación del club supieron evitar semejante mal ejemplo. ¿Nadie de la expedición supo qué hacer, frenar ese desmadre, pedir disculpas a los presentes, aludir a "está nervioso, perdónenle", qué se yo, detener semejante espectáculo? Pues no, no hubo nadie capaz de neutralizar algo que, de saberse, iba a volver a poner a Laporta a los pies de los caballos, arruinando su ejemplar y fructífero viaje a Bosnia, digno de todo un presidente.
Anoche pidió perdón, cierto, pero, como decían en Love story, "amar significa no tener que decir nunca 'lo siento'".
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