sogtulakk
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En un país distinto, todo sería diferente.
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« Respuesta #7 : 17 de Marzo 2006, 11:02:52 » |
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Más allá del 'macrobotellón'
JAVIER Elzo Catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto
El macrobotellón no es un fenómeno aislado, sino una extensión puntual del hábito del botellón en muchos jóvenes (y menos jóvenes) españoles, desde hace unos años. A su vez, el botellón es la consecuencia de una forma de beber nocturna durante los fines de semana y de las medidas adoptadas para su control. Y todo ello viene de la tardía emancipación familiar de los jóvenes y del cambio en los usos horarios en la sociedad española en las últimas décadas. Si no se entiende esto (y más cosas que aquí no entran) no se entiende el macrobotellón de estos días.
El macrobotellón es como un botellón normal, pero con las nuevas tecnologías de internet y móviles adquiere un carácter y una significación más amplia. Aumenta la sensación de identidad joven, identidad real (son muchos en cada lugar físico) e identidad virtual (son muchos más en la red). Tampoco hay que olvidar la idea de competitividad: batir el récord de los 5.000 de Sevilla, los 6.000 de Albacete, etcétera. Mónica Alzate, investigadora social en Santiago, lo dice muy bien en uno de los foros y blogs que abundan estos días con estas palabras: "Ganar un reto de macrobotellón lleva a un mejor autoconcepto de su grupo. Mozos de Vigo, mozos de Santiago, de Sevilla, con su triunfo, adquieren mayor autoestima como colectivo". Además, con su presencia en los medios consiguen un protagonismo que, en estos momentos en que esa autoestima está de capa caída (lo mostraremos el próximo día 4 de abril en la presentación del estudio de SM de jóvenes españoles del 2005), falta les hace.
Sin querer magnificar los contenidos de los blogs y foros, no cabe duda de que es una nueva forma de comunicación importante. Marquen en internet macrobotellón y encontrarán sabrosas reflexiones. He aquí tres ejemplos consultados la noche del día 15 pasado. "No estamos dispuestos a dejarnos entre cinco y nueve euros por cada copa, de la peor calidad. Porque la fiesta es nuestro derecho, porque nos están robando las noches, porque cada vez cierran antes los sitios y cada vez todo es más caro. Porque, en una democracia, el poder está en el pueblo y el pueblo somos nosotros; el próximo 17-M, el pueblo va a alzar la voz (y las botellas). Vamos a salir a reivindicar nuestro patrimonio: ¡nuestro derecho a la fiesta, a la calle y a la juerga! Por un botellón socialmente aceptado. Por la fiesta como símbolo común de todas las autonomías, de este país considerado una nación, separado por los políticos y unido por las personas que compartimos la noche y la fiesta".
UN VASCO, en euskera, propone por su parte un "Kontrabotellón: un Makropoteo en la parte vieja, porque somos algo distintos y así no perdemos nuestra kultura del poteo". Otro joven razona así. "¿Para esto se recuperó a la sociedad civil? ¿Para defender el derecho a emborracharse en la vía pública? Cada día soporto menos a los posmodernistas. ¿Por qué hay tantas kas? ¿Quién inició esa moda? ¿Se la copiaron los bakalas de los anarkas o viceversa? Entre copa y copa, ¿por qué no se enseñan a redactar mejor los manifiestos? ¿Es preciso hacer un macrobotellón para protestar? ¿No sería mejor una manifestación, una sentada o una huelga de alcohol?". No hay juventud, hay jóvenes, de ahí la diversidad. La gran mayoría solamente buscan estar entre ellos. No todos se emborrachan e, incluso, en el botellón semanal hay colectivos que beben con moderación y otros no beben bebidas alcohólicas buscando comunicarse, hablar, lo que no podían hacer en las macrodiscotecas y en la mayor parte de los bares, pubs, etcétera, donde el volumen sonoro, las luces y todo el ambiente está pensado en el consumo. Hay colectivos de jóvenes, chicos y chicas, que rechazan de su grupo de botellón a los grandes bebedores porque les amargan la noche. Sí, lo dije hace años y lo repito aquí, en no pocos casos el botellón fomenta la comunicación. ¿Qué hacer? No rasgarse las vestiduras, para empezar. Heredamos lo que hemos tolerado, cuando no fomentado, demasiados años hasta hacer de España el edén del alcoholismo juvenil europeo. El alcohol forma parte de nuestra vida. Pero no sabemos distinguir entre el consumo y el abuso. El concepto de límite es, a lo sumo, externo a nosotros. Un control de alcoholemia por ejemplo. La confluencia de la presión vertical (de la sociedad en la que viven); la aceptación más o menos resignada de sus padres y la presión horizontal (de su grupo de pares), y el saber que si se pasan los sanitarios están a la vuelta de la esquina hace que lleguemos a encontrar jóvenes que, al tiempo que participan en grupos de voluntariado, son buenos estudiantes y hasta van a formarse como monitores de drogodependencias puedan comenzar, naturalmente, la noche del viernes "haciendo botellón".
A CORTO plazo hay que tener en cuenta algunas cosas. Que los hábitos sociales no se cambian por decreto; que el derecho de los vecinos a descansar es prioritario sobre el de los jóvenes (y menos jóvenes) a divertirse las noches de los findes; que los actos vandálicos deben ser sancionados, empezar ya, con inteligencia y mesura, a terminar con la impunidad reinante. El objetivo finalista debe ser que, dentro de 10 años, o quizá menos, la diversión comience antes y termine antes. La noche, salvo casos muy excepcionales (y cada fin de semana no puede ser una excepción) es para descansar y dormir. Hay que acomodar más la vida social con la biología. Quizá esto del macrobotellón sea una buena ocasión para iniciar una reflexión sobre los horarios de los españoles. No se trata de convertirse en aburridos y asépticos ciudadanos. Pero un poco de racionalidad, y respeto a los demás, no nos vendría mal.
"Con tu permiso, he encontrado esto. Opinión de un sociólogo"
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