
Amanecer
Arrástrame a la indecencia más pura y bella de tu volcán,
quiero acurrucarme junto a tu sombra y ser parte de tu cuerpo.
En un intento por pertenecer al amanecer
me abalanzo sobre el final de mi canción.
Subo de prisa por el último acorde
y tu voz se desprende de las cuerdas de mi guitarra,
serpientes de metal que reflejan la nueva luz,
y ahí me quedo...
Tu cuerpo entero palpita el encuentro,
secuencia que arrastra mi transpiración sobre tu piel,
sabés de la cura y espero tus labios.
Mar que caldea la bruma de lo imposible.
Llego a la próxima estrofa sabiéndome entre tus piernas.
Tu movimientos suaves, intensos, rizan mi cuerpo al borde...
Arde mi alma.
Laceración que calma el ansia.
Levito.
Tu lengua es el acertijo, mi boca la respuesta, tus senos el momento.
Encanto de tu sabor más dulce
que exalta el camino hacia un valle de néctar.
Oasis en la tormenta que persigo con mis labios,
sin olvidar cada extracto de tu piel de arena.
Una vez halado,
cada gota de sudor,
es el jugo de tu cuerpo que bebo en cada contorno.
No hay prisa y afuera,
el sol cómplice,
demora la mañana.
Ya soy parte de tu cuerpo,
ninguna seda fue más suave.
Intento quedarme con todo,
para luego devolvértelo,
y así volver a empezar...
Racimos de brazas que desatan tu volcán,
licor de tu sexo que me embriaga.
Y ahí me quedo,
junto a tu silencio,
en el humo de tu cigarrillo.
Marcelo Neyra