ya sabéis que más que en leyendas urbanas me gradué en rumorología........

He rescatado estos, de los cuales yo creo que hay cuatro que atodos nos sonarán:
- a mí de pequeñito lo del "alicate" que aparece debajo me tenía traumatizado.
- Lo del cepillo de dientes, un clásico.
- Lo de la tipa que llega a urgencias con un perro enganchada... ¿quién no tiene un amigo que haciendo el MIR dice que es cierto?
- Y por supuesto, empezamos con la famosa
ENCULADITA DE ALEJANDRO SANZ.............Quien me va a curar el culo partidoUna de mis preferidas, por su actualidad y por la jeta de la gente al atribuirse la autoría. No hará más de dos años que una buena mañana, miles de españoles se levantaron contando que una amiga de su madre, una cuñada de su tía o una vecina que les daba clase, la cual trabajaba de enfermera de guardia en un famosos hospital de Sevilla, había atendido al mismísimo Alejandro Sanz (o Sandro Magno, para los amigos) de un desgarro anal de ciclópeas dimensiones producido por un taciturno y acompañante Miguel Bosé. Todo el mundo, insisto, tenía alguien conocido de enfermera de guardia, por la sencilla razón de que resultaba más impactante darle cercanía a la historia que entonar un ¿Sabes que me han dichooo…?. Sin embargo, aunque nadie conoció realmente a la enfermera, la asistencia se produjo verdaderamente, porque, dicen las malas lenguas, quién dejo el culo de Sandro como la bandera de Japón no fue otro que el pederasta danzarín Antonio Canales.
Cuidado con la Banda del AlicateEste era el grito de advertencia más utilizado, hará unos cuantos años, por las madres antes de que sus inocentes hijos salieran a pulirse la paga de la semana. Al parecer, pululaba por las calles un grupete de malísimas personas humanas que se dedicaban a "limpiar" a los jovenzuelos al grito de "¿pelas o pellizco?". Cuentan algunos amigos de amigos de los agredidos, que estos, ante tal dicotomía, elegían siempre "pellizco" por salvaguardar la paga y por lo suave del castigo. Lo que no sabían las incautas víctimas era que la penitencia consistía en el tortuoso retorcimiento de un pezón con un enorme alicate hasta que la glándula se quedaba como el rabito de un cerdito. Además después, también se llevaban el dinero. Haber elegido pelas !!!
Que cosas se meten las mujeresOtro rumor de los catalogados "hospitalarios". Al igual que una amistad enfermera, todo el mundo tenía un colega conductor de ambulancia con chascarrillos jugosos para contar. Como aquel que circuló bastante tiempo sobre un servicio en una zona residencia de alto standing. Al parecer, una joven llamó muerta de miedo solicitando una ambulancia por "un problema gravísimo" que no podía contar. Al llegar la dotación a la casa de la, supuestamente, víctima, se encontraron a esta en posición de perrito con un magnífico ejemplar de Gran Danés acoplado a su trasero. Al parecer, a la incauta propietaria se le había ocurrido jugar a hacer guarreridas españolas con el mastodonte canino, sin percatarse que los chuchos deben sufrir un periodo de "descompresión" antes de retirarse, por lo que los nervios de la muchacha por la tardanza en la finiquitación del acto habían provocado el atasco del miembro del lindo perrito. Dicen los rumores que todo se solucionó con unos cuantos cubos de agua fría y un largo periodo de psicólogo de la chica.
Otra versión de la leyenda cuenta que no fue la salchicha perruna lo que se introdujo la dueña, sino una botella de cava Dubouis, la cual hizo vació dentro del órgano femenino quedándose totalmente atascada. La solución de los divertidos sanitarios no fue otra que romper la botella con un martillito para que anulara el "efecto ventosa".
La chica de la discoteca AndroidesEsta historia es oriunda de la localidad toledana de Talavera de la Reina, pero es un magnífico ejemplo de cómo la leyenda de la chica de la Curva y sus variantes son universales.
La noche de un sábado cualquiera de invierno un tal Pablo conducía su moto hacia la discoteca Androides. De repente un fuerte aguacero comenzó a caer sobre la ciudad. Gracias a Dios, Pablo estaba muy cerca de la discoteca, así que aparcó su moto en un callejón cercano y bajo una cornisa, comenzó a atar la moto al poste de una señal de tráfico.
De repente un escalofrío rozó su nuca y miró atrás. La sombra de una joven de unos dieciséis años, vestida con una leve blusa de seda y una falda también de tela muy ligera estaba observándole. La chica estaba totalmente calada. El agua caía de su pelo rubio y lacio sobre sus hombros, y el color de rimel de sus ojos formaba un reguero de lágrimas negras sobre su cara. Pablo, se puso en pie y viendo que la chica temblaba, se quitó su chaqueta motera de cuero y se la echó encima. Pablo le sugirió llevarla a su casa pero ella se negó, así que le invitó a entrar a la discoteca y tomar una copa. La cara de la muchacha era pálida y triste, pero esgrimió una leve sonrisa y entró junto con el chico al local. Allí conversaron durante horas y casi a las cinco de la mañana, Pablo cogió su moto y la llevó hasta su domicilio. Allí en la puerta, la muchacha cuyo nombre no había preguntado le dió un pequeño beso en la mejilla y le entregó una fotografía de carnet.
Al día siguiente, Pablo, muy ilusionado por tener un nuevo ligue que llevarse a la boca, se encaminó hacia la casa de la muchacha. Tras varios golpes. Una mujer de unos cincuenta y muchos años abrió la puerta. -¿Está su hija? - Preguntó Pablo. - No haga usted bromas, joven - Contestó la mujer - Mi hija murió hace tres años en un accidente de moto.-. Pablo no se resignaba y creía que todo era una macabra broma, y es más, !!! coño, una cosa es que sea un fantasma, pero otra que le mangue la chupa…!!!. Tan empeñado estaba Pablo que la mujer le acompañó hasta el cementerio. Allí sobre una tumba con el nombre de su amada estaba colocada la chaqueta que la noche anterior le había prestado.
Ahora Pablo continúa en tratamiento psiquiátrico. Tras conocerse la historia que incluso salió publicada en la prensa local, la discoteca Androides cerró.
Acojona ¿eh? Pues ya sabéis, pequeños pervertidos, cuidado con los ligues y la chupa en días de lluvia.
La foto y el cepilloEsta es también una historia muy contada, siempre cambiando los protagonistas a gusto del interlocutor.
Resulta que una pareja se va de vacaciones a Santo Domingo a un complejo de esos con Todo Incluido. Nada más llegar al hotel, los tórtolos se baja al buffet a ponerse como el kiko, pero al subir a echarse la siesta resulta que les han robado todo el equipaje, dejándoles solamente la cámara de fotos y los cepillos de dientes. La pareja se caga en todo, pero continúan sus vacaciones como si nada. A su regreso a casa, revelan las fotos del viaje para enseñárselas a sus amigos, descubriendo horrorizados como las primeras instantáneas corresponden a los ladrones, los cuales se han fotografiado metiéndose los cepillos de dientes en el culo.
Dicen por ahí que la pareja nunca más salió de vacaciones, pues se gastaron todos los ahorros en cambiarse la dentadura.
El Patrol de la Guardia CivilUna de las muchas leyendas que se sospechan que han sido adaptadas de un chiste, aunque en EEUU tiene mucha aceptación.
Un garrulete se agarra una descomunal cogorza en un puticlub y cuando va conduciendo su Nissan Patrol de vuelta a casa es parado por una pareja de la Benemérita. Los agentes, al ver el estado del individuo, le hacen bajarse del coche para andar sobre una línea recta, pero en ese justo momento, en el carril contrario, un coche se pega un piñazo descomunal. Lógicamente, los números corren a socorrer a los accidentados, momento que aprovecha nuestro etílico protagonista para recular lentamente, subirse en el coche y largarse a casa. A la mañana siguiente aparecen los dos guardias civiles en la casa del resacoso agricultor (tiene que ser agricultor pues debe vivir en un pueblo, sino no tiene sentido la historia), el cual no se acuerda de nada. Los picoletos le preguntan si ayer fue parado por conducir borracho, a lo que el hombre contesta que el no sabe nada y que la noche anterior se la había pasado jugando al Scatergoris con la parienta. Sin embargo es obligado a abrir el garaje, dónde el incrédulo y despistado individuo descubre horrorizado que con las prisas se ha confundido y se ha llevado el Patrol de la Guardia Civil.
Los metrosurfistasMítica leyenda urbana dónde las haya, de la cual se hizo eco la prensa e incluso se pusieron cámaras en el Metro para descubrir si era verdad.
Al parecer, no hace mucho tiempo, corría la creencia por el Metro de Madrid que había unos aficionados a un deporte tan extremo como era el de subirse a los techos de los vagones e ir de estación a estación emulando a Michael J. Fox en una película de la cual no me acuerdo del título. Esto creó una psicosis colectiva, llenándose los andenes de jubilados que cambiaron el divertido hobby de mirar obras por el de localizar a metrosurfistas. Como era lógico, nunca se vio a ninguno, más que nada porque debían ser muy bajitos para no electrocutarse con la catenaria. Como mucho, y para calmar las ansias de la sociedad, los medios de comunicación entrevistaron a un par de jovenzuelos que se dedicaban a viajar ENTRE los vagones, y no SOBRE ellos, con lo que la leyenda nunca se demostró si era cierta.
Cierta no sé, pero difícil…taco.
La de la peseta.Por ser la más antigua la hemos dejado para cerrar este sesudo estudio. ¿Quién no se acuerda de aquella mítica carta mecanografiada y convenientemente envejecida que llegaba a las casas como enviada por el mismísimo diablo? Si no recuerdo mal, llevaba un texto escrito por algún sudamericano que, al mas puro estilo del comercio vertical de balletas ecológicas, se había forrado por la suerte que traía mandar 10 copias a amigos y conocidos. Si no convencía o el receptor era un incrédulo, prometía millones de desgracias (con ejemplos de muertes de familiares y mascotas) si se interrumpía la circulación de la peseta maldita que acompañaba la misiva. Por supuesto, la mayoría de las personas se lo creía y mandaba las correspondientes copias engrandeciendo el mito de la rubia diabólica. Yo, personalmente, recibí la carta y no se me ocurrió nada mejor que gastarme la peseta en una gominola de las de entonces. Y aquí sigo, un poco desmejorado, pero sigo.
Dicen los estudiosos que la leyenda se esfumó cuando el Banco de España cambió la rubia gorda por la diminuta lentilla de platino, con lo que nadie era capaz de localizar la pieza dentro del sobre.