Jorge58 (sin comentarios)
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« : 7 de Octubre 2004, 15:51:49 » |
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El nuevo Pibito Se llama Erik Lamela, tiene 12 años y la semana que viene viaja a España para jugar en el Barcelona, que le pagará 120.000 euros por año. Durante cinco temporadas la rompió en las Infantiles de River.
"Lo que más me gusta del fútbol es hacer goles".
Erik Lamela nació literalmente goleador. Propietario de una vida de tres años y sin la capacidad para entender bien las reglas de este juego, se metió en un picadito en la cancha de Tobarra, el complejo deportivo que la familia siempre tuvo en la zona de Munro. Erik, inocencia en estado puro, le pateó tantas veces al arquero rival como al propio, comprometido con esa necesidad orgánica de mandar todas las pelotas a la red.
Erik Lamela rompió la línea del tiempo que atraviesa normalmente la mayoría de los jugadores de fútbol: el Barcelona le ofreció un convenio como juvenil por cuatro temporadas —le abonará 120.000 euros por cada una de ellas—. A los 12 años, este rubio de pelo largo, alumno de 7° grado, 41 kilos y 1,53 metro, zurdo refinado, reconocido en el mundillo futbolero como Coco, de una prestigiosa carrera en el baby y en las Infantiles de River como enganche o puntero izquierdo, viajará la próxima semana a España, emulando el paso que dio Saviola en 2001. Claro que la situación, diferente a la del Pibito, despierta los interrogantes propios de una transferencia de un preadolescente que ni quisiera jugó en Novena. "Es terrible —dice Jorge Viejo, coordinador de las Infantiles de River—. Tanto el fútbol profesional como el juvenil están corrompidos, pero duele que se metan con el jardín de infantes. La tentación a la que someten a las familias pudrirá todo. Los responsables son los que trafican con personas. Erik es sólo un apasionado".
"Primero me llamaron los del Sevilla y después surgió esto".
Hasta hace medio año Erik alimentaba su mito en las baldosas del baby —jugó en Tobarra, Pedro Lozano, Crystale, Santa Rita, Estrella de Maldonado, Juventud de Devoto, la Meca de Boulonge, Punto de Encuentro y Savio 80— y en las canchas grandes de River. El clic que dio vuelta su biografía fue el viaje a Galicia para competir en el torneo de Arousa Fútbol 7. Se volvió con el título ganado por River, con la medalla de goleador, con el premio al mejor jugador del torneo y con una oferta del Sevilla. Pocos días después, Josep Colomer, director de la cantera del Barsa, lo invitó a conocer el club. Se venía el Mundialito La Serenísima en Francia, y el encuentro se demoró.
"Todo resultó muy lindo. Lo mejor fue conocer el estadio y sacarme fotos con Ronaldinho".
En los primeros días de septiembre, la familia Lamela recibió los pasajes para conocer la meca del Barcelona. A Erik ni le tomaron una prueba: ya había superado la barrera del gusto. Por caso, allí le mostraron sus videos de los torneos europeos, en los que no sólo estaban guardados digitalmente sus goles sino también algunos primeros planos afuera de la cancha. ¿Algo más? Sí: recibió una oferta de Nike por 8.000 euros anuales.
"Mis amigos me dicen si no los puedo llevar en la maleta".
El "nuevo Pibito" se quedará solo en la pensión hasta que la familia —papá José, mamá Miryam y los hermanos Brian y Axel— pueda instalarse allá. Usará la camiseta que ya estrenó en unos amistosos, en los que se ganó un celular supersónico por marcar su primer gol blaugrana. Y compartirá la categoría con Pol Laporta, el hijo del presidente del club.
"River me dio mucha experiencia. Me sirvió jugar acá".
Coco llegó al club a los 7 años. Brillaba en Pedro Lozano de Devoto, en FAFI, cuando Galdino Luraschi y Pepe Morales le brindaron la chance de una prueba. Desde ahí fue un ganador de partidos y se especializó en hacerle goles a Boca.
"Me encanta tirar caños y taquitos. Hago la bicicleta o invento algo. Pero los goles son goles".
Y esos goles alimentaron la leyenda. En Drysdale —donde compite por la Liga de Vicente López— le acaba de marcar 17 a Platense y viene superando los 100 gritos por temporada desde 1999. En River también tiene estadísticas notables, como los ocho tantos que convirtió en un partido, aunque prefiere evitar el dato porque "los del equipo rival eran malos".
"Puedo estar todo el día jugando al fútbol: no me canso".
Más allá de los antecedentes de su papá, ex volante de Estudiantes de Buenos Aires y de la selección de Futsal, el zurdo es un futbolero full time. "No quería hacer la comunión porque, como los sábados debía ir a catequesis, se perdía los partidos. Al final la hizo sin ir a clases", rememora su mamá. "Un día llegó diez minutos tarde a River y, como el micro se había ido, se puso a llorar. La persona que lo había acompañado tuvo que gastarse 50 pesos en un taxi para que se calmara", cuenta el papá. En la espera del viaje de su vida hacia el Barcelona, Erik sigue tirando frases salteadas y jueguitos en diferentes dimensiones. Así, hablando y jugando, revela la arquitectura de su vocación biológica.
"Me encanta. Un día me puse a jugar en la cocina de la abuela y la emboqué en la cacerola".
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