Lo cierto es que Mari Pili conocía bien a la novia del mazas.
La conocía muy bien, muy bien. Habían sido compañeras de piso y también servido en el mismo cuerpo muchas veces.
Mari Juli, bajo la cabeza avergonzada. Con un guiño, Mari Pili, vino a decirle mas o menos que aquello quedaría bajo secreto de sumario, y que de su boca no iba a salir nada sobre su pasado.
Quedaba pues el pasmarote del mazas, que se quedo petrificado viendo como su padre le seguia reventando el ojete a Sheila, que no hacia mas que dar saltos sobre el atlético anciano.
Le duró el pantalón puesto al muchacho, lo poco que a Mari Pili bajarle la bragueta. Y ahi estaba... una hermosa tranca depilada en la base y con un capullo brillante que estaba diciendo cómeme.
Pero antes que Mari Pili pudiera comerse aquello se le adelanto Mari Juli, y le empezó a comer la boca al muchacho, mientras con una mano le iba sacando poco a poco aquello que tenia entre las piernas.
El abuelo, seguía a lo suyo, como si no fuera la cosa con él; bendito principio de alzheimer. Maravillosas pastillitas azules que se encargaba Mari Pili de comprarlas y dárselas.
La tetas de Sheila, preciosas con los pezones apuntando al cielo, no paraban de saltar. Por un momento parecia que los lunares de su espalda (

) fueran a salir de alli disparados.
Aquello empezaba a parecer una orgía familiar.
No, no... aquello no parecía.... era un orgia familiar.
