Por un momento Sheila dudó.
Su cabeza le decía una cosa y su corazón (o su clítoris hinchado) le decía otra.
Al final su lado masculino le gano la partida, y quedó pensando con lo de abajo.
Se quito la blusa, y dejo un precioso sujetador de encaje de La Perla.
Sus tetas, ni grandes ni pequeñas que le decía su follamigo Jorge, querían salir a toda prisa de aquella prisión de raso.
Unos pezones enhiestos la delataban, intentando colarse por las rendijas del encaje.
Mari Pili, le desabrocho la falda, y dejo a la vista un tanga, ya húmedo, a juego con el sujetador.
Sheila lo cierto es que tenia un buen cuerpo, o un buen polvo como decía Jorge. Un culo espectacular,a base de sus buenas sesiones de gimnasio, unas buenas tetas, unos labios rojos y carnosos, unos ojos hipnotizantes, unos cuantos lunares en la espalda (el mar de la tranquilidad le decía él) ; un cúmulo de lujuria, vamos.
Buena conversadora, con un fino sentido del humor, le habían granjeado un buen numero de admiradores, de los cuales algunos habían llegado lejos con ella...
Y ahora, y delante de sus ojos, el hermoso ciruelo de un joven sesenton, que pedía a gritos una mamada marca de la casa, junto con una mujer a la que no conocía de nada.
No sabia como iba a acabar aquello aunque por la pinta de como comenzaba, no estaba mal, pensaba, mientras que su boca ya estaba succionando la polla de su vecino mayor.
