Foro Oficial de PETERPAULXXX.COM
21 de Julio 2025, 18:28:10 *
Bienvenido(a), Visitante. Por favor, ingresa o regístrate.

Ingresar con nombre de usuario, contraseña y duración de la sesión
 
   Inicio   Ayuda Calendario Ingresar Registrarse  
Páginas: 1 |   Ir Abajo
  Imprimir  
Autor Tema: LA VELADA DE INVIERNO DE ISHAK DE MOSSUL  (Leído 1701 veces)
RP
PeterPaulistic@
*****

Karma : 672
Sexo: Masculino
Mensajes: 1.445


Soy Celta, estoy feliz.


« : 4 de Marzo 2007, 03:15:09 »

Amig@s, de acuerdo a lo prometido en http://www.peterpaulxxx.com/foro/index.php?topic=141171.0 paso a compartir con Uds., copiado de “El libro de las mil y una noches”, Sociedad Editorial Prometeo. Traducción directa y literal del árabe por el Doctor J. C. Mardrús. Versión española de Vicente Blasco Ibáñez, el texto titulado

LA VELADA DE INVIERNO DE ISHAK DE MOSSUL

     El músico Ishak de Mossul, cantor favorito de Al-Rachid, nos narra la anécdota siguiene. Dice:

     Una noche de invierno estaba yo sentado en ni casa, y mientras afuera aullaban los vientos como leones y las nubes se vaciaban como las bocas abiertas de odres llenos de agua, me calentaba yo las manos en mi brasero de cobre, y estaba triste por no poder salir ni esperar la visita de un amigo que me hiciese compañía, a causa del barro de los caminos, de la lluvia y de la obscuridad. Y como cada vez se me oprimía más el pecho, dije a mi esclavo: “¡Dame algo de comer para pasar el tiempo!”. Y en tanto que el esclavo se disponía a servirme, no podía yo menos de pensar en los encantos de una joven a la que había conocido en palacio poco antes; y no sabía por qué me obsesionaba hasta aquél punto su recuerdo, ni por qué motivo se detenía mi pensamiento sobre su rostro con preferencia al de cualquiera de las numerosas que encantaron mis noches pasadas. Y de tal modo me entorpecía su deleitoso recuerdo, que acabé por perder la noción de la presencia del esclavo, el cual, después de poner delante de mí el mantel sobre la alfombra, permanecía d epie, con los brazos cruzados, sin esperar más que una seña de mis ojos para traer las bandejas. Y poseído por mis deseos, exclamé en alta voz: “¡Ah! ¡Si estuviera aquí la joven Sayeda, cuya voz es tan dulce, no me pondría yo tan melancólico!”.
     Aunque mis pensamientos eran silenciosos por lo general, recuerdo ahora que aquellas palabras las pronuncié en voz alta. Y fue extremada mi sorpresa al escuchar entonces el sonido de mi voz, mientras mi esclabo abría desmesuradamente los ojos.
     Pero apenas hube manifestado mi deseo, se oyó en la puerta un golpe, como si estuviese allí alguien que ni pudiera esperar más, y suspiró una voz joven: “¿Puede el bien amado franquear la puerta de su amigo?”.
     Entonces pensé para mi ánima: “¡Sin duda es alguien que, con la obscuridad, se ha equivocado de casa! ¿O había daod su fruto el árbol estéril de mi deseo?”. Me apresuré entretanto a saltar sobre mis pies, y corrí a abrir la puerta yo mismo; y en el umbral vi a la tan deseada Sayeda, ¡pero de qué modo singular y con qué extraño aspecto! Estaba vestida con un traje corto de seda verde, y llevaba a la cabeza una tela de oro que no había podido resguardarla de la lluvia y del agua escurrida por las goteras de las terrazas. Además, debía haberse metido en el barro durante todo el camino, como lo atestiguaban claramente sus piernas. Y al verla en tal estado, exclamé: “¡Oh, dueña mía! ¿Por qué salist een una noche como ésta?”. Ella me dijo con su amable voz: “¿Acaso podía no inclinarme ante el deseo que ahora mismo me transmitió tu mensajero? ¡Me manifestó la vivacidad de tu deseo con respecto a mí, y a pesat de este tiempo tan malo, aquí me tienes!”.
     Pero yo, aunque no me acordaba de haber dado una orden semejante,, y por más que la hubiese dado, mi único esclavo no habría podido ejecutarla mientras estaba conmigo, no quise mostrar a mi amiga la extrañeza que todo aquello producía en mi espíritu; y le dije: “¡Loores a Alah, que permite nuestra reunión ¡oh dueña mía!, y que torna en miel la amargura del deseo! ¡Que tu venida perfume la casa y dé reposo al corazón del dueño de la casa! ¡En verdad que, si no hubieses venido, yo mismo habría ido a buscarte, pues pensé mucho en ti esta noche!”. Luego me encaré con mi esclavo, y le dije: “¡Ve enseguida por agua caliente y esencias!”. Y cuando el esclavo ejecutó mi orden, yo mismo me puse a lavar los pies a mi amiga, y le vertí encima un frasco de esencia de rosas. Tras de lo cual la vestí con un hermoso traje de muselina de seda verde, y la hice sentarse al lado mío frente a la bandeja con frutas y bebidas. Y cuando hubo bebido conmigo varias veces en la copa, quise cantar un aire nuevo que había compuesto por complacerla, aunque de ordinario no consiento en ccantar más que a fuerza de ruegos y súplicas. Pero me dijo ella que su alma no tenía gana de oirme. Y le dije: “Entonces, ¡oh dueña mía!, dígnate cantarnos algo tú!”. Ella contestó: “¡No insistas! ¡Porque mi alma no tiene gana de eso!”. Yo dije: “¡Sin embargo, ¡oh ojos míos!, la alegría no puede ser completa sin el canto y la música! ¿No es así?”. Ella me dijo: “¡Tienes razón! Pero, no sé por qué, esta noche sólo tengo gana de oir cantar a algún hombre del pueblo o a algún mendigo de la calle. ¿Quieres, pues, ir a ver si pasa por tu puerta alguno que pueda satisfacerme?”. Y por no desairarla, y aunque estaba convencido de que en una noche semejante no pasaría nadie por la calle, fui a entreabrir la puerta de mi casa y saqué la cabeza por la abertura. Y con gran sorpresa mía, ví apoyado en su báculo un mendigo viejo que desde la muralla de enfrente decía, hablando consigo mismo: “¡Qué estrépito produce esta tempestad! ¡El viento se lleva mi voz, e impide que me oiga la gente! ¡Qué desgracia la del poblre ciego!¡Si canta, no le escuchan! ¡Y si no canta, se muere de hambre!”. Y habiendo dicho estas palabras, el viejo ciego empezó a tantear el suelo con su báculo, arrimado al muro, para proseguir su camino.
     Entonces le dije, asombrado y encantado a la vez por aquel encuentro fortuito: “¡Oh, tío mío! ¿Es que sabes cantar?”. Él contestó: “Tengo fama de saber cantar”. Y le dije: “En ese caso ¡oh jeique!, ¿quieres acabar tu noche con nosotros y regocijarnos con tu compañía?”. Él me contestó: “¡Si lo deseas, tómame de la mano, porque soy ciego de ambos ojos!”. Y le tomé de la mano, y después de introducirle en la casa cerrando la puerta cuidadosamente, dije a mi amiga: “¡Oh dueña mía, te traigo un cantor que además está ciego! Podrá complacernos sin ver lo que hacemos. Y no tendrás que estar incómoda ni que velarte el rostro”. Ella me dijo: “¡Date prisa a hacerle entrar!”. Y le hice entrar.

(continúa)
En línea
RP
PeterPaulistic@
*****

Karma : 672
Sexo: Masculino
Mensajes: 1.445


Soy Celta, estoy feliz.


« Respuesta #1 : 4 de Marzo 2007, 03:17:43 »

(continuación y final)

     Empecé primero por invitarle a sentarse delante de nosotros, y le invité a comer algo. Y comió muy delicadamente con la punta de los dedos. Y cuando hubo terminado y se hubo lavado las manos, le presenté las bebidas, y bebióse tres copas llenas, y entonces me preguntó: “¿Puedes decirme en casa de quién me encuentro?”. Yo contesté: “¡En casa de Ishak, hijo de Ibrahim de Mossul!”. Pero mi nombre no le asombró con exceso; y se limitó a contestarme: “¡Ah! Sí, ya he oído hablar de ti. Y me alegro de encontrarme en tu casa”. Yo le dije: “¡Oh mi señor, estoy verdaderamente contento de recibirte en mi casa!”. Él me dijo: “¡Entonces ¡oh Ishak!, si quieres, déjame oir tu voz, que dicen que es muy hermosa! ¡Porque el huesped debe comenzar por complacer el primero a sus invitados!”. Y contesté: “¡Escucho y obedezco!”. Y como aquello empezaba a divertirme mucho, tomé mi laúd y lo pulsé, cantando todo lo mejor que pude. Y cuando hube acabado el final,, matizándolo en extremo, y se dispersaron los últimos sones, el viejo mendigo tuvo una sonrisa irónica, y me dijo: “¡En verdad, ¡ya Ishak!, que te falta poco para ser un músico perfecto y un cantor consumado!”. Pero al oir esta alabanza, que más bien era una censura, me sentí muy empequeñecido  mis propios ojos, y tiré a un lado mi laúd, con disgusto y desaliento. Sin embargo, como no quería ser desconsiderado con mi huésped, no juzgué oportuno responderle, y no dije ya nada. Entonces me dijo él: “¿No canta ni toca nadie? ¿Es que no hay aquí ningún otro?”. Yo dije: “Hay también una esclava joven”. Él dijo: “¡Ordénala que cante para que yo la oiga!”. Yo dije: “¿Por qué ha de cantar, si ya te basta con lo que oiste?”. Él dijo: “¡Que cante, a pesar de todo!”. Entonces, aunque de muy mala gana, mi amiga la joven tomó el laúd, y después de preludiar diestramente, cantó como mejor supo. Pero el viejo mendigo la interrumpió de pronto, y dijo: “¡Todavía tienes mucho que aprender!”. Y mi amiga tiró el laúd lejos de sí furiosa, y quiso levantarse. Y sólo a duras penas conseguí retenerla, echándome a sus pies. Luego me encaré con el mendigo ciego, y le dije: “¡Por Alah, oh huésped mío! ¡Nuestra alma no puede dar más que lo suyo! Sin embargo, lo hicimos como mejor sabemos por satisfacerte. ¡Exhibe tú a tu vez, por cortesía, lo que poseas!”. Sonrió él con una boca que le llegaba de una oreja a otra, y me dijo: “¡Entonces empieza por traerme un laúd que no haya tocado ninguna mano todavía!”. Y abrí una caja, y le llevé un laúd completamente nuevo que le puse entre las manos. Y tomó él entre sus dedos la pluma de pato tallada, y rozó ligeramente con ella las cuerdas armoniosas. Y desde los primeros sones, advertí que aquél mendigo ciero era indudablemente el mejor músico de nuestro tiempo. ¡Pero cuál no sería mi emoción y mi admiración cuando le oí ejecutar una pieza de un modo que era desconocido en absoluto para mí, anque no se me consideraba como ignorante en el arte! Después, con una voz a ninguna otra parecida, cantó estas coplas:

     ¡Atravesando la sombra espesa, el bienamado sale de su casa y viene a buscarme en medio de la noche!
     Y antes de desearme la paz, le oigo llamar y decirme: “¿Puede el bien amado franquear la puerta de su amigo?”.

     Cuando escuchamos este canto del viejo ciego, yo y mi amiga nos miramos en el límite de la estupefacción. Luego ella se puso roja de cólera y me dijo de manera que yo solo la oyese: “¡Oh pérfido! ¿No te da vergüenza haberme traicionado contando a este viejo mendigo mi visita en los cortos instantes que tardaste en abrir la puerta? ¿En verdad ¡oh Ishak!, que no creí tuviese tu pecho una resistencia tan débil, que no pudiera contener un secreto durante una hora! ¡El oprobio para los hombres que se te asemejan!”. Pero yo le juré mil veces que no había por mi parte ninguna indiscreción, y le dije: “¡Por la tumba de mi padre Ibrahim, te juro que no he dicho nada de semejante cosa a este viejo ciego!”. Y mi amiga se avino a creerme, y acabó dejándose acariciar y besar por mí, sin temor de que la viese el ciego. Y tan pronto la besaba yo en las mejillas y en los labios, como la hacía cosquillas o la pellizcaba los senos o la mordía en las partes delicadas; y se reía ella extremadamente. Luego me encaré con el viejo tío, y le dije: “¿Quieres cantarnos algo más, ¡oh mi señor!?”. Él dijo: “¿Por qué no?”. y tomó de nuevo el laúd y dijo, acompañándose:

     ¡Ah! ¡Con frecuencia recorro embriagado los encantos de mi bienamada, y acaricio con mi mano su hermosa piel desnuda!
     ¡Tan pronto oprimo las granadas de su pecho de marfil joven, como muerdo a flor de labio las manzanas de sus mejillas! ¡Y vuelvo a comenzar!

     Entonces yo, al oir este canto, no dudé ya de la superchería del falso ciego, y rogué a mi amiga que se tapase el rostro con su velo. Y el mendigo me dijo de pronto: “¡Tengo muchas ganas de orinar! ¿Dónde podré hacerlo?”. Entonces me levanté y salí un momento para ir a buscar una vela con que alumbrarle, y volví para conducirle. Pero cuando entré, no encontré a nadie ya: ¡el ciego había desaparecido con la joven! ¡Y cuando me repuse de mi estupefacción, les busqué por toda la casa, pero no les encontré. Y sin embargo, las puertas y las cerraduras de las puertas estaban cerradas por dentro, así es que no supe si se habían marchado saliendo por el techo o por el suelo entreabierto y vuelto a cerrar! Pero después me convencí de que era el propio Eblis (Diablo) quien me había servido de alcahuete antes, y me había arrebatado luego a aquella joven, que no era más que una falsa apariencia y una ilusión.


(fin del relato).

Ojalá les haya gustado como a mí.
En línea
Topacio
PeterPaulistic@
*****

Karma : 917
Sexo: Femenino
Mensajes: 3.579

cada día mas humana , menos perfecta y feliz


WWW
« Respuesta #2 : 5 de Marzo 2007, 00:26:35 »

 Aplaudir Aplaudir Cuando joven , leia las mil y una noches , me encantaba , hacia tiempo que no leia un relato de eso
gracias por hacerme recordar amigo  Aplaudir
En línea

Aprendi que es el amor y no el tiempo el que cierra las heridas
RP
PeterPaulistic@
*****

Karma : 672
Sexo: Masculino
Mensajes: 1.445


Soy Celta, estoy feliz.


« Respuesta #3 : 5 de Marzo 2007, 02:57:20 »

Me alegto te haya gustado, cielo.  Smiley Smiley
En línea
Paddy
Rebelde sin pausa
PeterPaulistic@²
*******

Karma : 4083
Sexo: Masculino
Mensajes: 39.077


« Respuesta #4 : 15 de Marzo 2007, 02:57:28 »

 Aplaudir Aplaudir Aplaudir


Va el 592 Paddykarma ok Cervecitas


Gracias Roy!!! Smiley
En línea

Llegaste a mi vida bajo la forma de una maravillosa casualidad, como pasa con todo lo que termina agujereándote el alma...
Páginas: 1 |   Ir Arriba
  Imprimir  
 
Ir a:  

Impulsado por MySQL Impulsado por PHP Powered by SMF 1.1.13 | SMF © 2006-2011, Simple Machines LLC XHTML 1.0 válido! CSS válido!
Página creada en 0.549 segundos con 15 consultas.