1 de junio.- Lo escribió Baudelaire, y podría servir de epitafio para la tumba de Rocío Jurado: "No busques más mi corazón, se lo han comido las bestias".
La magia de la televisión nos ha permitido seguir en directo una repugnante orgía necrófaga, que ha durado semanas, en la que algunos de los miembros más mezquinos de la especie humana (los llamados 'periodistas del corazón') han utilizado la agonía de una cantante como forma de vida. Pusieron cerco a su casa, se asomaron a las ventanas, acosaron a sus familiares y amigos, adelantaron su muerte, inventaron los detalles del sepelio y ahora, con el cadáver aún caliente, comienzan a alimentarse con los despojos. Luego la llaman 'la más grande', y así, los muy necios, pretenden limpiar sus conciencias de sanguijuela.
"Somos muchos medios y todos queremos tener la exclusiva. Tenemos que estar allí. Porque aquí nadie es mejor que los demás", dijo Ana Rosa, reina de las mañanas en descomposición. Se convirtió de modo inconsciente en portavoz de todas las televisiones que han cubierto en directo esta agonía. Tenía mucha razón Ana Rosa: ninguna es mejor que las demás… Por eso éste puede ser un momento excelente para replantearse el papel de la televisión a la hora de informar. Para comprender que seguramente la autorregulación y los códigos deontológicos no atenten contra la libertad de expresión, la refuercen. Y que es necesario, imprescindible, mejorar el clima ético del periodismo en España.
Para acabar vuelvo a Baudelaire, el poeta del pecado, acusado de maldito pero en realidad heroico, y con él escupo en la cara de todos aquellos que hacen del periodismo una profesión de la que avergonzarse: "El mal se hace sin esfuerzo… el bien es producto del arte". Descanse en paz. Y ahora cambiemos de tema…
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