A veces he intentado ver mi vida de miles de formas que, por alguna extraña razón se alejaran un poco de aquello que estuviera predestinado a ocurrirme. Pero haga lo que haga, cambie lo que cambie, todo ocurre tal y como el guinista de mi vida lo redactó, con sus correcciones en los márgenes del folio, incluso. Por eso no me ha quedado más remedio que asumir, que el echo de conocerte estaba tan grabado como el pan de oro en los lomos de un libro viejo. Aunque quizás contigo fui poco original y me limité a ofrecerte una rica piruleta, quién me iba a decir a mí que ibas a convertirte en una de las personas que más me importan, que más cerca quiero tener por muy lejos que pueda encontrarme algún día, quién sabe...
No se cómo lo haces, igual es por esa forma tan peculiar que tienes de tomarte las cosas, de leer tu libro del destino, igual es la forma en que sonríes, igual es simplemente por ser tú. Pero tienes algo que hace que simplemente estando contigo detenga la velocidad acelerada de mi día a día y haga moverse al mecanismo lo suficientemente despacio como para poder ver las cosas, todas a su ritmo, sin alterar su rutina ni siquiera un poco. Me atrae ese ocultismo en el que te envuelves, ese muro que no es sino un laberinto, un jardín vegetal que nos hace perdernos y descubrir de vez en cuando pequeños claros en los que sentarse y observar; pero a cuyo centro jamás llegaremos, por que simplemente pienso que un día dejaste de querer recordar su camino.
Eres el gran amigo que todo el mundo desea tener, y probablemente está tan cerca de sus personas que no lo verán jamás, me siento afortunada de haber aprendido a girar la cabeza de vez en cuando, no todo el camino se hace en línea recta. Es un error pensar que a la vida sólo se le dan zancadas yendo hacia adelante todo el tiempo, a veces un zigzag hace que tardemos más en llegar a nuestra meta pero no por ello dejaremos de avanzar, y tú Amigo, mi mejor Amigo, no dejes nunca de acompañarme, igual que yo Amigo, nunca dejaré de acompañarte a tí.
