Clifor
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Casi, casi de vuelta...
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« Respuesta #136 : 15 de Febrero 2006, 01:20:29 » |
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Copiado de As.com
JUANITO HUBIERA ESTADO ORGULLOSO A alguien como Juanito le hubiera gustado estar en el Santiago Bernabéu. En el césped o en la grada hubiera disfrutado con su equipo, con su Madrid, que se quedó a un gol de la remontada. El Zaragoza estará en la final de Copa
El Bernabéu volvió a vivir una noche mágica, de esas que se recuerdan durante años y que hacen que los aficionados del Real Madrid se sientan orgullosos de su equipo. No sabemos si fue el espíritu de Juanito, pero lo cierto es que se vio a un Madrid de los de antes, un Madrid que hacía tiempo que no se veía.
ÉL LO EMPEZÓ TODO. La fiesta la empezó Cicinho con un golazo cuando no se había cumplido un minuto de juego. (AP)
14.02.2006 ¿TE INTERESA? ÓSCAR GARCÍA
Lo que parecía imposible, esa remontada impensable hace una semana, estuvo a punto de suceder y lo hizo porque los jugadores de López Caro sumaron a su técnica un carácter digno de ese equipo de las grandes remontadas de los 80. Los que culparon a López Caro de la goleada sufrida en La Romareda ahora también le concederán todo el mérito por la imagen ofrecida por su equipo. Es lo lógico. No faltó nada. Hubo intensidad y tensión, mucho más en el Madrid que en el Zaragoza, buen fútbol y hasta polémica, por un gol anulado de forma injusta a Ewerthon en la segunda parte, cuando el marcador ya señalaba 4-0.
La posibilidad de la remontada dejó de ser sólo una ilusión con la que se había alimentado el madridismo desde la goleada de La Romareda a los 57 segundos, cuando Cicinho puso en la escuadra un balón que le había llegado rechazado en un córner sacado por Beckham. Los jugadores del Zaragoza apenas se habían situado sobre el césped y ya perdían 1-0. Pero lo peor para el conjunto aragonés, lamentable en defensa durante el primer tiempo y que en nada se pareció a ese equipo que maravilló en la ida, estaba por llegar.
No hubo tiempo de celebraciones ni de lamentos, porque a los cinco minutos Zidane abrió a Beckham, el inglés centró desde la derecha, Ronaldo controló mal y el balón fue a parar a los pies de Robinho, que libre de marca, batió a Cesar. Dos tiros, dos goles y todo ello antes de que el reloj llegara al minuto 7, cuando, como en cada partido, en el Santiago Bernabéu se escuchó eso de ¡Illa, illa, illa, Juanito maravilla!.
Aparece Casillas
El Zaragoza tardó ocho minutos en saber que Casillas estaba sobre el césped, pero el portero ni se inmutó con el débil y desviado disparo de Óscar. Todo lo contrario que César. La banda derecha del Madrid era una autopista libre de peaje por la que se movían a toda velocidad Beckham y Cicinho y allí nació el 3-0, a los diez minutos. El inglés la volvió a poner con precisión, Álvaro se dejó comer el sitio por Ronaldo, que marcó el tercero. Fue la tercera vez que tocó el balón César y, como en las dos anteriores, fue para sacarlo de la portería. Al madridismo se le apareció el espíritu de Juanito y al portero del Zaragoza el de Bonello, el guardameta de Malta en el histórico 12-1. Si Teresa Rivero hubiera sido presidenta del Madrid en lugar del Rayo, y dada su costumbre de llegar tarde a los partidos, se hubiera perdido los tres goles y los mejores minutos del choque.
Con el susto todavía en el cuerpo, con unos nervios que no tienen ni algunos juveniles, pálidos por lo que se les había venido encima y por lo que imaginaban que aún les podía caer y paralizados por el miedo al fracaso, los jugadores del Zaragoza se metieron en el partido a los 12 minutos, cuando apareció Diego Milito para obligar a Casillas a probar la elasticidad de sus músculos para desviar con el pie. Sea como sea el desarrollo de los encuentros, el caso es que Iker siempre aparece para salvar a su equipo.
El Madrid siguió a lo suyo y el cuarto pudo llegar a los 21 minutos, cuando César tuvo que emplearse a fondo para desviar un remate de Gabi Milito, primero, y otro a quemarropa de Zidane. Una ocasión clarísima con la que acabó la avalancha del Madrid, que se tomó un respiro, bajó el ritmo (era imposible mantenerlo) y permitió que el Zaragoza se calmara. Cani empezó a aparecer y el equipo de Víctor Muñoz, tan paralizado como sus jugadores, movió el balón con más criterio. El problema para el Zaragoza fue que la pelota casi siempre estaba en los pies de los madridistas.
Lo peor para el Madrid pudo llegar cinco minutos antes del descanso, cuando, en un contragolpe del Zaragoza, Beckham hizo una entrada durísima por detrás a Cani. Era tarjeta roja clarísima, pero González Vázquez lo dejó en amarilla. Se equivocó.
Concentración y épica
El Real Madrid, al que hay que elogiar que en ningún momento perdió la concentración en defensa, continuó siendo el dominador absoluto en el segundo tiempo, pero se encontró con un equipo mejor situado, con muchas dudas, pero no tan descosido como en la primera parte. No se pusieron nerviosos los hombres de López Caro, mantuvieron la calma pese a que las ocasiones no llegaron con tanta facilidad. Sabían que su oportunidad llegaría y lo hizo en una falta que Beckham le tocó en corto a Roberto Carlos, que se aprovechó de la pasividad de la defensa del Zaragoza para preparar el gatillo, apuntar y batir a César, que quizá pudo hacer algo más.
Después llegó el gol anulado a Ewerthon por un inexistente fuera de juego y esa acción encendió los ánimos del Zaragoza. Tanto que Zapater mereció la roja por una entrada por detrás a Robinho.
El partido entró entonces en una fase de enorme tensión, en la que un error decidiría quién jugaría la final. El Madrid terminó apelando a la épica, pero no lo alcanzó para llegar a la final. El premio de poder luchar por la Copa se lo llevó el Zaragoza, pero los jugadores del Madrid se llevaron un premio también importante, como es el reconocimiento y la identificación de una afición que se reencontró con su equipo.
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