Jorge58 (sin comentarios)
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« Respuesta #5 : 15 de Diciembre 2005, 02:10:36 » |
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Boca llegaba a Bahía inmerso en un mar de confianza luego de conseguir un gran resultado en el partido de ida de la Copa Sudamericana y derrotar a Independiente, el otro candidato que llegó con chances a la fecha anterior. Y como River en 2003, hoy el equipo de Alfio Coco Basile podía quedarse con el título en el Sur de la provincia de Buenos Aires. Mientras tanto, en el Sur de Gran Buenos Aires, Banfield recibía a Gimnasia (LP), que estaba a un punto del xeneize y todavía tenía chances de festejar. Comenzaba una definición emocionante.
Sabía que dependía de sí mismo. Y se notó. Porque Boca fue pura tranquilidad desde el inicio del partido, en complicadísimo reducto. Tan complicado que Olimpo llegaba invicto como local a la última fecha. En lo futbolístico, arrancaron midiéndose. Jugaban lejos de los arcos y abusan de los pelotazos. Les costaba demasiado llegar tocando al área rival. Los dirigidos por Basile apostaban a atacar por la banda derecha. Battaglia, Ibarra y Palacio eran los que más entraban en juego.
Sin embargo, el que llegó primero fue el bahiense. Blanco se escapó por derecha y quedó llamativamente solo ante Abbondanzieri. Su remate pegó en la parte exterior de la red. Era un aviso de lo que iba a llegar luego de que Insúa intente una tímida respuesta. Fue entonces que, un minuto después, volvió a aparecer Blanco, otra vez solo y por derecha. Y ante el tardío cierre de Schiavi, el delantero del local fusiló al arquero de la Selección para el delirio de bahienses y platenses.
Pero la alegría de duró poco y nada al conjunto de Omar Labruna. Porque Boca reaccionó demasiado rápido y un minuto más tarde arribó al empate. Tras un tiro de esquina desde la izquierda, el Cata Díaz anticipó a toda la defensa de Olimpo y concretó de cabeza el empate, luego de que la pelota se desvíe en un defensor local. De golpe y porrazo, la emoción hacía su aparición y, repentinamente, dos goles en tan solo un minuto abrían el partido.
Ante la violenta respuesta xeneize, Olimpo pareció no achicarse y buscó seguir yendo al frente. Mantuvo la actitud ofensiva y le quitó el control de la pelota a Boca. Pero el juego se estancó en el mediocampo y a los dos les costó mucho crear peligro. La escasez de ideas era notoria de tres cuartos de cancha hacia delante.
Y Boca sufría la desconcentración defensiva ante un Olimpo que, si bien intentaba jugar cerca de Abbondanzieri, no era del todo punzante. Insúa no terminaba de aparecer en el conjunto de Basile, que lo sentía en la ofensiva. Palermo era otro que, hasta ese momento, no estaba activo en la tarde bahiense.
Enfrente, Blanco seguía siendo la mayor complicación para Abbondanzieri y compañía. ¿Maggiolo? Tenía muy poca participación. Mientras tanto, Palacio retrocedía, intentaba colaborar en la creación y así romper la ríspida línea media que imponían los dirigidos por Omar Labruna. Olimpo ya no jugaba en campo rival y esperaba para salir de contra.
Lentamente, Boca empezó a manejar los hilos del partido con tranquilidad. Sabía que con el empate, mientras Gimnasia no gane, era campeón. Con el correr de los minutos, Olimpo comenzó a complicarse cada vez más. En defensa, la movilidad de Palacio era una amenaza permanente. Y en el ataque, Boca cerraba inteligentemente los espacios.
El final del primer tiempo fue muy cambiante. Se prestaron la pelota y ambos demostraron que no estaban en un día de mucha precisión. Dependían de jugadas aisladas y no se caracterizaban justamente por la imaginación. Pero, a cinco de que termine, Boca dispuso de una muy clara. Y la aprovechó. El Pocho Insúa demostró toda su categoría y dio una clase de cómo patear tiros libres. Al contrario de lo que hubiese hecho cualquiera, remató con la cara externa y le dio un efecto a la pelota que descolocó a Roa, quien no pudo reaccionar. La gente xeneize deliraba. Sabía que estaba a un paso del título.
La segunda parte tuvo un arranque tibio, timorato. Es cierto que Olimpo debía salir a buscar el empate, pero le costaba demasiado quebrar el duro esquema defensivo que planteaba Basile. Insistía con los pelotazos, camino que se tornaba muy reiterativo. Boca era el que se mostraba más peligroso y parecía estar cerca de aumentar.
Pero ante la liviandad que expresaba el equipo de Labruna con su forma de jugar, los de Basile prefirieron regular. Es que eran conscientes de que, con el triunfo, estaban consiguiendo el título. Mientras tanto, el único que intimidaba al arquero de la Selección era Blanco: el más movedizo, dinámico y participativo del conjunto local.
Y las noticias provenían del Sur de Gran Buenos Aires. Había penal para Banfield. Sin embargo, Sand lo tiraba por arriba del travesaño y todo volvía a la normalidad, tanto en Banfield como en Bahía. Entonces fueron los bahienses. Como pudieron, a los tumbos, sin orden. Pero fueron a la carga contra Abbondanzieri. Boca apostaba al contraataque, quería aprovechar los espacios que dejaba Olimpo.
El paso del tiempo, en tanto, agigantaba la figura de Insúa. El número diez xeneize se hacía cada vez más importante. Manejaba los hilos en la ofensiva de su equipo y le daba a Palacio la compañía que necesitaba. Palermo no tenía demasiada participación. Pero Boca dominaba. Y ya no sufría. Cuidaba la pelota y era dueño del partido ante un equipo que, para ese momento, no se le caía una idea.
El equipo de Labruna tenía la pelota, aunque no era más que eso. Parecía no saber qué hacer con ella, lo que facilitaba la tarea xeneize. El tiempo corría. Para unos con más velocidad que para otros. Y la suerte aparentaba estar echada.
Boca tenía todo bajo control. La presión de Olimpo no era asedio para un equipo visitante que no contagiaba otra cosa que solidez. Podían caer uno y mil centros en el área de Abbondanzieri, pero ninguno transmitía real peligro. Y las novedades que llegaban desde Banfield no eran de lo más alentadoras para los de Basile. Gimnasia se ponía en ventaja a través de Delorte. Pero Boca, con la victoria, se aseguraba la consagración.
Si el gol del Lobo había provocado misterio o suspenso, Sand se encargó de clarificar la escena. El ex River, de cabeza, convirtió la igualdad para Banfield en el Sur. Boca estaba a minutos del gran festejo. Controlaba el partido con suma tranquilidad y Olimpo ya no era oposición para el equipo de Basile. Todo indicaba que la historia estaba concluida.
Y ocurrió todo de manera lógica. Como se preveía. Boca fue a una ciudad que se vistió de fiesta para recibirlo y no falló. No defraudó. Se sumó a esa fiesta y comenzó a formar parte cuando Sequeira pitó el final. ¿Lo ganó en buena ley? Sí, fue el más regular. Hizo pesar su historia y opacó una vez más el sueño del Gimnasia platense. Podrán discutirse mil cosas, pero nada podrá quitarle al pueblo xeneize el título número 21 de su historia.
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