Tanto la semilla intacta como la que rompe su cáscara, tienen sus mismas propiedades.
Sin embargo, sólo la que rompe su cáscara es capaz de lanzarse a la aventura de su vida.
Esta aventura requiere una osadía: descubrir que no se puede vivir a través de la experiencia de los otros, y estar dispuesto a entregarse.
No se puede tener los ojos de uno, los oídos de otro, para saber de antemano lo que va a ocurrir; cada experiencia es diferente de la otra.
No importa lo que me espera, yo deseo estar con el corazón abierto para recibir. Que yo no tenga miedo de poner mi brazo en el hombro de alguien...
Que yo no tema hacer algo que nadie hizo antes.
Déjenme ser tonto hoy, porque tal vez mi tontería es todo lo que tengo para dar esta mañana, y mañana, quién sabe, quizás sea un poco mejor, y hasta quizás, un poco sabio.
Cuando dos personas se encuentran, deben ser como dos lirios acuáticos que se abren lado a lado, cada una mostrando su corazón dorado y reflejando el lago, las nubes y los cielos.
No logro comprender por qué un encuentro genera siempre lo contrario de esto: corazones cerrados y temor a los sufrimientos...
¡Hay que animarse a vivir!...