Hoy tuve que acudir al Hospital, a Urgencias, pues tenía un dolor insoportable en el oído derecho. Mientras esperaba que me atendieran, en la sala de espera asistí a una escena que encogió mi corazón: una anciana estaba sentada en una silla de ruedas; junto a ella otra señora (posiblemente su hija…seguramente…seguro). La anciana cogía la mano de la mujer más joven, y jugaba con ella moviéndola, alzándola de arriba hacia abajo, entonando canciones y sonidos sin sentido, risas unas veces, quejidos otras. Su mirada, perdida en el espacio. Sus ojos hundidos. Su piel extremadamente arrugada. No puedo afirmarlo (no soy especialista en la materia) pero todo me hacía indicar que padecía la terrible demencia senil. La mujer más joven (su hija) la miraba con dulzura, con una dulzura especial, muy especial (por eso se que era su hija…yo no las conozco de nada).
En contraposición, a mi derecha, había una chica joven con un bebé, una chica (calculo que de dos mesecitos) con los ojos azules, unos pendientes de color turquesa (de esos que te dan ganas de comerte sus orejitas incluidas) y estaba dando grititos, de esos que te contagian las ganas de reír. Su mamá también le cogia la mano…bueno, más bien el bebé agarraba un dedo de su mamita. Me acerqué, y me miró (creo que me miró, y no se si a esa corta edad ya ven bien los bebés, pero sonrió) y en ese momento me sentí importante, muy importante. Tanto como el que siente el deseo de mirar a los que están allí, a su alrededor, y gritar: “Ehh..que me ha sonreído…ayy..que linda”.
Encontré, en pocos metros de una sala de hospital, el largo camino (corto) que separa la vejez más dura del comienzo de la vida.
La anciana….¿quien pensará ahora si en un momento fue bella, si fue alta y delgada, si reía siempre, si fue madre, cuantos hijos tuvo o si estaba aún más bonita al saberse embarazada? Ya nadie se acuerda.
Y me dio por reflexionar. Pensé que la vida pasa muy rápidamente; que tal vez un día también esté en esa silla de ruedas y necesite una mano con la que jugar y alguien que la acaricie, aunque yo no me dé cuenta del cariño que transmite quien me esté mimando en ese instante.
No sólo pensé en lo solidarios que debemos mostrarnos con los demás, en las personas que un día fueron fuertes y que dieron todo por nosotros y que en un momento de su existencia vuelven a necesitar los mismos cuidados que un bebé. Pensé también, en que cuando visitas hospitales o vas a algún lugar donde encuentras alguien enfermo, siempre..siempre, la presencia de una mujer, el coraje de una madre, el cariño femenino siempre es el más fiel, el más grande, en los momentos felices y en los amargos.
Hoy asistí a dos escenas distintas, de dos generaciones distintas, y comprendí perfectamente lo injusta que es a veces (muchas diría yo) la vida de una mujer, porque nunca los hombres valoramos que además de ser iguales, que trabajan no solo como el que más sino mucho más..., hay momentos en la vida, que por muy duros que sean, ellas siempre están ahí, son las que nunca fallan, y nunca habrá palabras, gestos o monumentos para reconocer lo que hacen por esta rara especie que es la raza humana (sobre todo nosotros, los hombres)
Es un honor tener vuestra compañía. Un beso para todas.
EL CENTRO DE GRAVEDADJugaba con muñecas.
Nunca pensó hasta que punto,
como la rama más verde del arbol,
como el junco más flexible,
sus vertebras eran capaces de doblarse
para adaptarse a la curva de la vida.
Se miraba al espejo,
recordaba como de fina fue su piel,
la que beso el primer chico,
aquella primera caricia en el cuello.
Aquel momento que por vez primera
la palma de su mano
tocó su ombligo, susurrando
“que poco queda para ver tu carita”.
Siempre apretaba sobre su pecho
esos pesados libros del colegio.
Recordó cuando su falda
era la tertulia favorita de los chicos.
Amamantando a su pequeño
venía a su memoria la música
de las fiestas en los apartamentos de ellos,
la primera vez que hizo el amor,
también la primera despedida.
Su cabello….que os diría
recién lavado, con ese olor tan suyo,
era el mejor adorno que decoraba
la magia de su cuerpo desnudo.
Que más le daba el dolor de espalda,
que su centro de gravedad ya fuese otro,
poco importaba perder el equilibrio
sabiendo que la serenidad estaba en su vientre.
Cuantas noches en vela,
cuantas ojeras que maquillar,
cuanta apuesta a doble o nada,
cuanto entregó sin esperar nada.
Una flor puede perder sus pétalos,
Pero su recuerdo, su aroma..no se olvida.Con cariño, para todas las chicas.

Especialmente para tres:
La mujer con la que comparto una hija y tantas cosas
Mi bobis sonrisa eterna
Y para Violeta, la mujer a la que amo con locura.
Te quiero, ojona

(A mi madre donde esté

, y a Carlo..mi pequeña

)
(Juan Francisco Alonso)