Al fin hallarás el resguardo de tu alma
fatigada en continua consternación.
Te asaltaron asombros, zozobras,
espantos con duda, incertidumbres.
Topaste con escolleras y acantilados,
con noches y vigilias, umbrías sombras, penumbras.
Siempre en perfecta vigilancia del ojo avizor
y centinela de la inminente madrugada,
perseguiste el opaco corazón de la noche, para hostigarlo.
En busca permanente de la luz,
imploraste albas, albores, auroras,
amaneceres, luciérnagas, pabilos en llama,
candelas, candelarias, lumínica presencia
de la amanecida por las sendas placenteras de las albadas.
Reiteraste vuelo y alas, presencia celeste de la palabra.
Atraviesas la angostura del ser
en su esencia primera y todos los orígenes
se concitan en el vértice mismo de tu centro.
Rumor de piedra secular que cae al vacío,
sorteando sin finitud el impalpable muro
vertical del precipicio.
Ruido saliente de milenios
y abismos sin fondo en el yuxtapuesto esenciarse
de dos cuerpos y un sólo amor,
para traspasar por fin el margen,
la línea curva de todas las fronteras abolidas por tu mano.
Hundes savia y raíz, en los humedales dispuestos de mi esencia.
Hallo un lecho sin río ni afluente, solo tú,
que eres como el agua que no cesa de brotar,
surgiendo, subterráneo y secreto
de la más recóndita oquedad del tiempo.
Mi Flamenco loco... TE QUIERO...
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