Clifor
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PeterPaulistic@¹
   
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Casi, casi de vuelta...
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« : 14 de Noviembre 2005, 15:58:26 » |
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OCP (Original Cut & Paste)... Ni quito ni pongo una coma...
-------------------------------------- Es un hecho incontestable que el nuevo Estatuto de Cataluña desborda y altera la vigente Constitución en numerosos puntos, pero lo más grave de esta ofensiva brutal contra nuestro sistema de convivencia radica en la concepción misma que lo inspira. Entre la Nación cívica, sujeto de la soberanía indivisa del pueblo español y apoyada en una base comunitaria heredada sin duda de la Historia, pero definida a partir de valores universales y unificadores, y la nación étnica, basada en la identidad cultural y lingüística y en un pasado interpretado al servicio de un mito, excluyente, laminadora del pluralismo y ariete del desguace del proyecto común, el nuevo Estatuto nacionalista consagra la segunda y destruye la primera.
La situación que estamos viviendo en España es de una gravedad extraordinaria y resulta de una suma de indiferencias, cobardías, errores, oportunismos, mezquindades y bajezas, a las que casi nadie escapa.
Este último asalto contra nuestro ordenamiento jurídico y nuestra estructura institucional, que convertirá a una de las Naciones más antiguas, prósperas y respetadas de Europa en un Estado confederal débil, empobrecido e irrelevante, corre a cargo de los nacionalistas, naturalmente, pero ha llegado a ser posible por una serie de renuncias, complejos y miopías estratégicas, añadidas a la voracidad por el poder a cualquier precio de los dos grandes partidos nacionales a lo largo de dos décadas.
Sin embargo, en esta culpa compartida la responsabilidad no se distribuye por igual a estas alturas del proceso.
Quizá hubo una época en la que se podía entender la alianza con los particularismos secesionistas para garantizar la estabilidad parlamentaria del gran partido nacional ganador de las elecciones por mayoría relativa.
Ni en 1993 ni en 1996 los nacionalistas habían mostrado de forma totalmente explícita su voluntad corrosiva de liquidación de la Nación española, aunque los síntomas de sus verdaderos planes eran muy aparentes para el que quisiera verlos.
Pero ahora, cuando cada uno de sus gestos, de sus acciones y de sus palabras revela sin embozo alguno su decidido propósito de despedazar la unidad constitucional y convertir España en un agregado de micronaciones ajenas u hostiles entre sí, la pasividad equivale a colaboracionismo y la complicidad con sus desmanes entra sin paliativos en el terreno de la traición.
El Partido Popular, aunque tarde, ha comprendido la magnitud del peligro e intenta reaccionar para conjurarlo. El Partido Socialista, en cambio, dirigido por un ignorante rencoroso e iluminado, se dispone a consumar el desastre facilitando la tarea de los dinamitadores del Estado nacional y democrático.
Creo que la barbaridad cometida por el Presidente del Gobierno salvando con su intervención in extremis un proyecto de Estatuto que estaba prácticamente muerto en el Parlamento de Cataluña y el fraude al que se ha prestado tramitándolo como reforma estatutaria siendo una mutación constitucional de enorme alcance, nos sitúan de lleno en el campo de aplicación del artículo 102 de la Constitución, que dice así:
1. La responsabilidad criminal del Presidente y de los demás miembros del Gobierno será exigible, en su caso, ante el Tribunal Supremo.
2. Si la acusación fuese por traición, o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y con la aprobación de la mayoría absoluta del mismo.
3. La prerrogativa real de gracia no será aplicable a ninguno de los supuestos de este artículo.
Por tremendo que suene, un análisis objetivo de la conducta del Presidente del Gobierno en relación al nuevo Estatuto de Cataluña nos conduce a una conclusión pavorosa, pero ineludible: José Luis Rodríguez Zapatero está cometiendo alta traición.
Otra cosa es que nadie se atreva a plantearlo públicamente y a tomar las iniciativas que procedan. Es posible que los españoles afrontemos una disyuntiva análoga a la que alcanzó a los romanos al final de la República y que Tácito expresó con la terrible frase de que ya no podían soportar ni sus males ni sus remedios.
El futuro de España es otra vez sombrío, el ánimo de los españoles vuelve a ser puesto a prueba. --------------------------------------
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