Grounge
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de Madrid al cielo
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« : 13 de Noviembre 2005, 16:57:16 » |
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Me ha parecido interesante, vosotros diréis.
Los presidentes del PSOE advirtieron a Maragall de que «puede haber Estatuto o no»
Todos ellos «rebajaron» el contenido de sus discursos en el Senado como consecuencia de la cena convocada para la víspera por De la Vega y Blanco
MADRID. Una cena en las afueras de Madrid cambió, en buena medida, el desarrollo del debate sobre el Estado de las Autonomías celebrado durante los tres primeros días de esta semana en el Senado. Como consecuencia de lo hablado en ella, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, y también otros presidentes socialistas introdujeron importantes modificaciones en los discursos que tenían preparados.
El relato que sigue ha sido contrastado por ABC con varios de los trece comensales: los siete presidentes socialistas; la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega; los secretarios de Organización y de Política Autonómica del PSOE, José Blanco y Alfonso Perales; el portavoz parlamentario, Alfredo Pérez Rubalcaba; el director del Gabinete de Presidencia del Gobierno, José Enrique Serrano, y el secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda.
Seis a uno
La convocatoria fue realizada por De la Vega y Blanco en la sede socialista de Gobelas, con el triple objetivo de que el Gobierno pudiera preparar las respuestas «en positivo» a las reivindicaciones territoriales que tuvieran intención de plantear, evitar que el debate fuera un «bis» del celebrado la semana anterior en el Congreso para la toma en consideración de la propuesta del nuevo Estatuto de Cataluña y que desde las propias filas socialistas se atacara a Maragall, y prevenir que no hubiera «siete discursos enfrentados».
Cuando la cena -celebrada el domingo pasado, a menos de doce horas para el comienzo del debate en el Senado- había acabado y el ambiente era que la reunión tocaba a su fin, el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, tomó la palabra y dijo que «para una vez que nos reunimos todos con la dirección del partido y con el Gobierno, yo no me voy de aquí sin decir lo que pienso». Levantada «la veda», el presidente de Andalucía y del PSOE, Manuel Chaves, secundó el planteamiento de Barreda y «todos dijimos lo que pensamos con mucha claridad». El resultado fue «seis a uno».
«¿Eres consciente de la que has liado?»
Entre consideraciones generales de «Pasqual, no sabemos si eres consciente de la que has liado», los seis presidentes del PSOE advirtieron a Maragall de que «el Estatuto no se puede aprobar de cualquiera manera», en referencia a sus aspectos más controvertidos: la definición de Cataluña como nación, la financiación -la clave para todos-, la bilateralidad y el blindaje de competencias.
Chaves, tras avalar la oportunidad de la discusión planteada por Barreda, avisó a Maragall: «Pasqual, no des por hecho que vamos a aprobar el Estatuto como está, porque te equivocas. Puede haber Estatuto o no». Esta advertencia fue avalada por los demás y dejó al presidente de la Generalitat sumamente preocupado. Maragall replicó que «si no se aprueba, será una catástrofe, para Cataluña y para España», y cuando alguien le corrigió que «lo será para Cataluña», insistió en que «para Cataluña y para España».
Los presidentes del PSOE coincidieron también en que «tenemos que hacer un esfuerzo para que el Estatuto salga, pero hay que hacer modificaciones importantes», con la apostilla de que «si se aprueba un texto que sea plenamente constitucional, todo jugará a nuestro favor». En este punto, el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, abundó en otro criterio común al subrayar que «de nada serviría forzar la aprobación del Estatuto por las Cortes si después el Tribunal Constitucional lo echara para atrás».
Maragall defendió que el texto aprobado por el Parlamento de Cataluña es plenamente constitucional, esgrimiendo como argumento de autoridad la incorporación de las correcciones propuestas por el Consejo Consultivo de la Generalitat, a lo que le respondieron que hay que tener en cuenta también otras opiniones, como las del dictamen encargado por el PSOE a cuatro expertos constitucionalistas que han señalado múltiples aspectos de dudoso encaje en la Constitución. Ante la presión unánime de sus compañeros, Maragall asumió que la propuesta habrá de sufrir modificaciones, pero lanzó un último aviso: «Tenéis que asumir que tampoco puede salir un Estatuto que no se parezca en nada a lo aprobado por el Parlamento de Cataluña».
En cuanto a la orientación del debate en el Senado que comenzaría pocas horas después, hubo también unanimidad en pedir a Maragall que «reconsiderara» su discurso, le diera un tono «constructivo» y eliminara de él las referencias a las cuestiones más espinosas para «no añadir problemas».
«Qué hablo: ¿del Barça o de mi padre?»
En este sentido, se llamó la atención sobre la circunstancia de que, ante la ausencia del lendakari Juan José Ibarretxe, le tocaría a él abrir el turno de los presidentes, por lo que la orientación de su discurso podía marcar la de todo el debate y regalarle toda la munición al Partido Popular.
La primera reacción del presidente de la Generalitat fue preguntar: «Entonces, de qué hablo: ¿del Barça o de mi padre?». Pero la presión le hizo mella y suprimió las aristas de su discurso, que cambió por una extensa loa al «coraje político» de José Luis Rodríguez Zapatero y la proclama de que «hoy me siento más español y más catalán». El presidente del Gobierno le correspondería después haciendo énfasis en que «ha hablado unas veces en catalán y otras en castellano, pero siempre en español».
Los demás presidentes también se mostraron remisos a no abordar en sus intervenciones el Estatuto catalán, con el argumento de que «si miramos para otro lado, la gente pensará que somos tontos o marcianos». Pero la insistencia de María Teresa Fernández de la Vega y José Blanco en que el Estatuto catalán no podía ser el eje del debate también surtió efecto en ellos y hubo varios que «rebajaron» el contenido de sus discursos.
Ibarra ya estaba «desganado»
De hecho, al presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que durante toda la reunión ofreció un aspecto «desganado» y se limitó a hacer algunas apostillas -como cuando replicó a Moraleda que no compartía su opinión de que el debate del Estatuto catalán en el Congreso había sido positivo para el Gobierno-, mientras que los demás hacían «discursos», le sorprendió el infarto cuando corregía en la habitación del hotel las notas que había preparado para su intervención.
Finalmente, y a pesar de que todos hablaron «a calzón quitado», la reunión terminó entre carcajadas y dos consideraciones generales: «Ha sido muy útil, pero tendríamos que haberla hecho antes y vernos más a menudo»; y en la próxima, «sería bueno que estuviera Zapatero».
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