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Autor Tema: UNA HISTORIA DE AMOR  (Leído 1757 veces)
Raskolnikof
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« : 6 de Noviembre 2005, 19:36:19 »



Cuando la conocí tenía 9 años. Su madre fue quien me la presentó. Era delgada, pero tenía una figura muy bella y atlética, la de una n iña que está comenzando a notar cambios en su cuerpo. Tenía el cabello oscuro, su piel era morena, muy morena; una piel que como a tantos n iños ataca el acné o los dermatitis. Sus ojos eran los ojos del tigre. Al saludarla me miró tímidamente, con esas miradas que haces que digas hacia adentro “tengo que conquistar la amistad de esta chiquilla”. Una chica inteligente, que amaba el deporte, tanto que incluso alguna vez su madre tuvo que limitar su ansia por practicar todos los que se le antojasen, porque desde pequeños ya empiezan a caernos encima como una losa las obligaciones, en este caso las escolares.

Aquel día estábamos citados con otra amiga, a la que también acompañaba su hijo. Otro encanto de criatura, con menos edad aun, y al que la vida de los mayores no le había tratado demasiado bien. Pero también era encantador. Podría decirse que estaba como una auténtica cabra, pero solo son las cosas de esa edad tan temprana. Por todo se reía, no se cansaba de nada, todo lo preguntaba.

En poco rato estábamos los cinco viajando en un coche, y la n iña, ante la mirada con disimulo de su madre, no dejaba de preguntarme cosas: que si donde trabajaba, que si hacia esto o lo otro, que de que equipo de fútbol era, que cual era el deporte que más me gustaba. Estaba empezando a conectar con ella, si. Hubo tal complicidad, que en pocas horas, la n iña y yo nos dedicábamos a gastar bromas con segunda intención al resto del grupo. A veces creo que me analizaba con la mirada y me entendía perfectamente…y yo a ella también.

Pasamos una tarde excepcional. Recuerdo que sus madres paseaban por la playa, y claro, como buenas madres, eran auténticas cacatúas, no paraban de charlar y hablar de sus cosas (sabe Dios que cosas). Yo mientras tanto disfrutaba de la compañía de los dos pequeñines, si disfrutaba. Paseaba con la manita de cada uno cogida de la mía. Sólo había un pequeño problema: la n iña era muy independiente, y el n iño, con tan corta edad (y creo a veces que por falta de cariño) quería hacer lo mismo que la n iña, quería tener una dependencia absoluta de ella. Esto exasperaba a esa criatura tan hermosa. Tanto, que en uno de esos arranques de ira, no pudo más: rompió a llorar, mientras que el n iño (cabeza loca) corría de un lado hacia otro, sin importarle un ápice la escena. Evidentemente no la entendía. Pero ella ya daba señales de que la sensibilidad femenina estaba adentrándose en su cuerpo.

Recuerdo perfectamente cómo la abracé, como intenté consolarla, viendo como resbalaban las lágrimas por sus mejillas (que manera de llorar, por favor), le daba besitos de ternura, le ofrecí un pañuelo. Le decía: “tu no te preocupes, bonita….él es un n iño pequeño….los mayores, a veces, tenemos que soportar ciertas cosas, porque ellos no entienden, tenemos que ayudarles, enseñarles…como hizo tu mamá contigo”, y aunque en estas situaciones de poco sirven las palabras (y era tan cabezota como yo), se que agradeció esas muestras de afecto. Cuando llegó a los brazos de su mamá se derrumbo de nuevo en lágrimas; y su madre, emocionada por el llanto de lo que más quiere, levantó los ojos y me miró…creo que me agradecía lo que había hecho.

Todo fue un episodio pasajero. Pero desde ese momento, esa chiquilla comenzó a sentir un sentimiento de amistad profundo hacia ese adulto que se preocupó por ella.

Durante varios días pude disfrutar de lo encantador de su compañía. Salimos a almorzar y no dejábamos de reírnos y de gastar bromas a su madre. No paraba de contarme cosas de su colegio, no dejábamos de interrogarnos sobre nuestras vidas, preguntas y respuestas sin parar, como cuando uno piensa “oye…me encanta esta persona….quiero saber de su vida”.

Nos citamos esa n iña y yo para tantas cosas, pero por como se escribe el destino, no pudimos cumplir: jugar a baloncesto, a ajedrez, a fútbol…”tu encárgate de buscar el balón, que yo reservaré la cancha de fútbol sala”…..cada vez me sorprendía más con su desparpajo, su valentía para afrontar las cosas, sin miedo a nada en absoluto. Y siempre con una sonrisa tan bella, tan tierna, tan contagiosa. Era la viva estampa de su mamá.

Tuve que marcharme. Recuerdo que al despedirme de ella le dije lo mucho que tenía que cuidar de su mamá, pues ella se desvivía por todo lo que era su hija (a pesar de disimular muy bien las preocupaciones que siente una madre hacia una hija); que su mamá tenía un delicado estado de salud, y que debería estar muy pendiente de ella (yo sabía de antemano que no tenía que decírselo, pues ya conocía por su madre como la mimaba cuando caía enferma…”mami…que necesitas..estás bien?”). Le aconsejé que siguiera siendo tan buena estudiante, que nunca dejara de practicar deporte (que ya me encargaría yo de decirle a mamá que soltara un poco la cuerda…aunque convencer a su madre siempre fue tarea difícil), y que sería siempre su amigo…que me escribiese de vez en cuando.

Han pasado tantos años desde aquello. Volví al lugar donde conocía a ese ángel de nueve años. Yo ya era muy viejo….ella era toda una mujer…tal como imaginé, tal como imaginó su madre. Era muy hermosa, muy delicada, inteligente, y seguía siendo tan cabezota e impulsiva como cuando era pequeña.

Hablamos un rato del pasado. Rompíamos en carcajadas con los recuerdos….al hablar sobre su madre, nos fundimos en un tierno abrazo de lágrimas y amistad. Fuimos juntos a comer. Llevaba una vida independiente como su madre, como a su madre le hubiese gustado. Su mamá estaría muy orgullosa de verla así.

Me despedí de ella, no sin dejar de hacer un tremendo esfuerzo por separarme de aquella n iña que conocí. La miraba y era idéntica a su madre: bella, muy bella, con una sonrisa que iluminaba todo, con el cabello negro y suelto, con unos ojos que decían todo lo que hay que decir.

Sólo había una diferencia con su madre: su madre tenía un corazón único. Por eso un día me enamoré de ella, por eso su hija y yo la echamos tanto de menos.


Y yo fui testigo de esta HISTORIA DE AMOR entre una madre y una hija. Fui afortunado.


(Juanfran-Rask 06/11/05)



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"Todo lo necesario para que el mal triunfe, es que los hombres de bien no hagan nada." (E.Burke)
Asariel
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Sigo siendo Ángeles.


« Respuesta #1 : 7 de Noviembre 2005, 00:30:17 »

Preciosa historia de amor, de verdadero amor.

Me has emocionado, yo tengo dos hijos y los quiero mas que a mi vida.

Besos, abrazos y karma.
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Karycya
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*Alas de mariposa teñidas con moras de jardín*


« Respuesta #2 : 7 de Noviembre 2005, 06:07:53 »


 Cry Cry Cry .... sorry no puedo evitarlo. Besito
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Edelweiss, edelweiss
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Aupa PeterPaulXXX.com


« Respuesta #3 : 8 de Noviembre 2005, 01:16:44 »

una historia de amor.. bella. tierna.. encantadora.. pero muy dura  sentimental y dolorosa.. Cry Cry
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Vive De Manera Que Puedas Mirar Fíjamente A Los Ojos De Cualquiera Y Mandarlo Al Diablo.
Rompe tus cadenas y sé feliz.
Curuxa
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cada vez q abres la puerta y desempañas el cristal


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« Respuesta #4 : 8 de Noviembre 2005, 01:31:54 »

jo me he emocionado Rask Embarrassed es una historia muy bonita
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