Fué una estrella fugaz, lo sé, aunque resulte extraño, la que me pidió a mí, UN DESEO.
Había estado escribiendo, mejor dicho, había intentado escribir algo sin conseguirlo. La luz gris de la pantalla del ordenador terminó cegándome, tiñendo mis sueños de escritor del mortecino color del fracaso. No, esa noche tampoco llegó la inspiración, ni para una novela, ni para un relato, ni tan siquiera una minúscula greguería. Salí a la ventana a buscar el aire fresco de la noche, la paz de la noche. Paz, esa palabra tan escasa para una intención tan grande. Entonces, justo entonces fué cuando empezó auténticamente esta historia.
Donde yo vivo no hay casi farolas, y las pocas que conservan su bombilla hunden su luz mortecina en apenas cuatro baldosas y media. Esas farolas dejan ver la nube naranja de la lluvia y si está despejado, la luz de la noche: LAS ESTRELLAS. Siempre impresiona ver llegar una luz que partió hacia su destino cuandi quizá, la Tierra aún era un globo incandescente o ni
siquiera eso.
Pero, bien pensado, ya no está la luz de las estrellas viajando sola por el cosmos; ahora se tropiezan con cohetes, satélites, basura estelar, los radares de sabios científicos y la humilde mirada de los enamorados, desarraigados, soñadores, noctámbulos, marinos y todo un ejército de exploradores del infinito.
Pues esa noche, una luz intensa y diminuta atravesó el cielo, fué una estrella fugaz, estoy seguro. Como manda la tradición le fuí a pedir un deseo, ahora no recuerdo lo que la quise pedir pero tal vez fué inspiración para mi novela y, no pude, no me dejó. Élla se me adelantó.
No quise reconocerlo, no me dí por enterado, no pude pedir mi deseo pero élla tampoco se iba a salir con la suya. Me fuí a la cama excitado, como si hubiera discutido con alguien. El sueño fué aflojando mi enfado y dormí tranquilamente.
Naturalmente a la mañana siguiente el deseo de la estrella fugaz seguía prendido en mi memoria como algo importante, acuciante, imposible de posponer. Quise tomar distancia, analizarlo fríamente, racionalizarlo, pero el deseo de la estrella fugaz se imponía a cualquier análisis o maniobra de huída. Élla había pedido un deseo y hasta que no lo consiguiera no desaparecería de mi cerebro. Lo entendí al pensar en éllo durante días y me rendí.
¿Qué va a pedir una estrella a una persona? Pués muy fácil, un nombre propio y oír como alguien lo pronuncia.
Para quitármelo de la cabeza dije el primero que se me ocurrió. Un nombre tan válido como cualquier otro, pero no, no era tan fácil. El deseo de la estrella continuaba prendido en mi cerebro atosigándome. Pensé en el deseo de la estrella durante varios días; fuí repasando los nombres que conocía aunque sólo los hubiera oído en el cine. No sé cuántos pude recordar, cientos, tal vez cerca de mil y no encontraba ninguno apropiado.
Realmente las estrellas tienen unos nombres peculiares: la Polar, Vega, Pollux, Regulus, Denebola, Aldebaran, Deneb y cosas por el estilo. No, reálmente no es fácil encontrar un nombre para una estrella fugaz, pero al final lo conseguí. Bello, firme, intenso y fugaz, el nombre coincidía a la perfección con el minúsculo brillo de la estrella en el Firmamento.
Esperé nervioso la llegada de la noche, estuve vigilando las luces de la tarde, empujando con deseos la luz del horizonte hasta que se extendió inmensa la penumbra y millones de estrellas aparecieron. Pronuncié con temor su nombre, y una luz intensa y diminuta atravesó el Firmamento de la noche. Supe inmediatamente que había acertado, que la estrella fugaz se sentía feliz y única en el Firmamento, símplemente por darla un nombre.
Y ahora viene lo malo, no te puedo decir su nombre. Si los deseos se dicen no se cumplen, han de ser secretos. Pero hay un truco, te lo explico. Cuando estés por la noche mirando las estrellas vete diciendo nombres, los que se te ocurran. Cuando veas brillar una estrella fugaz habrás descubierto su nombre y quizá, agradecida por oír de nuevo su nombre, te cumpla el deseo que le pidas.
QUE TODOS NUESTROS DESEOS SE HAGAN REALIDAD!!!!!!

PADDY