Deshabitada...

Sombras erráticas pueblan el cuarto
como una emboscada oscura del desasosiego.
Remover solo el cuerpo en el lecho ajeno a ti.
Hay una espera inquieta, una vigilia en sobresalto,
un viaje de vuelta que atraviesa veloz la noche sin guarida.
Soledad y ausencia, abandono de mi, enajenada ansiedad.

Intensa germina en ti la mañana.
Desorden de lino tras el consumado amor.
Aliento aún del sueño. Adormecidas miradas.
Cuerpo aterido en desperezo que obedece sin oposición,
que aguarda impaciente la amanecida de tu risa clara como ropa limpia.
Habitación desnuda, detenida en el tiempo.
Motas de polvo quietas, en el aire cerrado de la estancia.
Soledad inerte de mansión deshabitada.

No hay lugar para la memoria sino acre y olvido
de aquello que ocurrió cuando hombre y mujer se amaron
febriles bajo la temblorosa llama de la candela.
Hoy todo es amnesia de días memorables. Pero nada hay vencido.
La breve hendija de luz, desposee a la sombra de sus secretos.
Vida de nuevo con la presencia del alba,
que pugna por apartar el legado de la sala lacrada.
Hela ahí en duelo contra lo oscuro, lo sombrío, lo perpetuo.
Heridas sin sutura, que los días no cierran.

No pueden sin tu discurso, sin nombrarte.
Yo aguardo en la orilla de este silencio opaco
que inicia los orígenes del tiempo en su deambular
sin rumbo fijo y a la espera de rodar la ausencia
que me aturde porque no estas conmigo.