
Cuando entornan tus ojos, sus sedosas pestañas
y rehúyes-esquiva- mi anhelante mirar,
tus palabras me llegan tan lejanas y extrañas
que no sé si me dices la verdad, si me engañas,
y me entrego al tormento brutal de dudar.
Deja que hablen tus ojos en su claro lenguaje
y no evites los míos, si me tienes piedad;
si es que ya no me quieres, dímelo sin ambages,
que en mi pecho hay un fuerte raudal de coraje
y a la duda prefiero la más cruda verdad.
Deja que hablen tus ojos en su muda elocuencia
sin que tengan un solo desvío fugaz;
porque un solo desvío, es la cruel reticencia
que al velar del mensaje su más íntima esencia
me condena a la duda y destruye mi paz.
