Tronador
Novat@
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Aupa PeterPaulXXX.com
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« : 17 de Agosto 2005, 01:20:55 » |
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Un pequeño cuento erótico, espero que les guste... Como siempre, quedo a la espera de comentarios (a favor y en contra).
"La modelo"
Ya estaba saliendo, pero… no pudo resistir una última mirada frente al espejo. Perfecta, como siempre. Bajo la minifalda y la camisa (abierta lo suficiente), había un cuerpo, mantenido por tres horas de gimnasio al día. Todo estaba en su lugar y bien formado, pero no era eso lo que la había catapultado a la fama como modelo. Rubia natural, ojos celestes y tez muy clara, sin ser demasiado blanca. Su cara era hermosa, tenía un gesto de inocencia y de picardía a la vez, todos los hombres quedaban prendados de ella. A todo esto, se le sumaba una inteligencia y una intuición envidiable, que la llevaron a tomar las decisiones correctas y a codearse con las personas que hicieron posible su carrera. Claudia, hoy festejaba que luego de un año, tenía veintidós años de edad, salía a bailar con una amiga. Su relación con el empresario G. había muerto hacía una semana, en realidad, nunca había nacido… La disco estaba al tope. Con solo verla, le hicieron lugar para pasar sin tener que esperar en la puerta. Una vez adentro, se encaminaron para la zona VIP. Antes de llegar, se le ocurrió pedir un trago en la barra común, le pareció divertido. -No conozco las formalidades, pero, creo que te tengo que preguntar si venís a bailar seguido, de que signo sos y si trabajás o estudiás. También, te tendría que preguntar tu nombre. Aunque todas estas formalidades, solo lograrían que te des vuelta y te vayas. Por lo cual, solamente te voy a pedir un brindis. -Depende de por qué querés brindar. El discurso la había divertido y el pedido la había sorprendido. -Esa decisión te la dejo a vos. Marcelo le sonreía. Claudia, lo miró por primera vez, hasta ese momento no le había dado importancia. Era un hombre completamente común, anteojos pequeños, el pelo que ya lo había empezado a abandonar, un poquito excedido de peso. El prestarle atención, le generó pena y asombro a la vez. Pena porque estaba intentando un levante con ella y asombro, porque se tenía confianza. No es que no hubiera salido con tipos así, pero los de esa condición que la abordaban, eran empresarios con mucha plata que estaban en la zona VIP. Bueno, un brindis no mata a nadie, se dijo. -Muy bien, brindemos por la libertad. -Por la libertad, entonces. Contestó él y alzaron sus vasos. Comenzaron a charlar, el tiempo pasó y Claudia se olvidó de la zona VIP. A medida que los minutos transcurrían, empezaba a verlo con otros ojos. La hacía reír, el humor que tenía, la conquistó. Pero no fue solo su humor, él, hacía chistes inteligentes y eso la atrapó. Lo común, es que la tratasen de tonta y ella de tonta, no tenía nada. En un momento de la charla, la tomó de la cintura y le dijo al oído. -Vamos a bailar. No pudo decir, ni si ni no. Se vio llevada, hasta la pista de baile. No la puso por delante ni por detrás, abrazados a la cintura, caminaron abriéndose paso, juntos. La divertía el hecho de que Marcelo no supiera quién era ella, mientras tanto, se enteró que él había elegido irse de la ciudad al campo. Que era apicultor y que en sus tiempos libres, se dedicaba a escribir. En dos horas, estaban en el cuarto de hotel donde se alojaba Marcelo. Cuando Claudia quiso tomar algo más, él le pidió que no lo hiciese. -Sobrios, podemos disfrutar mucho más… No estaba acostumbrada a tener sexo sin alcohol, pero la venía guiando muy bien y decidió darle la oportunidad. Apenas entraron al cuarto, la abrazó y se besaron desenfrenadamente. Abrazados fueron hasta el sillón y se dejaron caer en él. Mientras se besaban, Marcelo comenzó a acariciarla, sus brazos, su cintura, su cara, sus piernas… Cada vez que se acercaba a sus zonas erógenas, se detenía un breve instante y continuaba hacia otro lado. Luego de unos minutos, Claudia estaba completamente excitada. Las manos que tocaban su cuerpo, no temblaban, ni la manoseaban, suave y firmemente, la acariciaban. No era un hombre que la tocaba por placer propio, era un hombre que la tocaba para darle placer. Cuanto duraron las caricias y cuanto tardó en quitarle la ropa, no pudo saberlo. Cuando tomó conciencia, estaba completamente desnuda y Marcelo, se arrodillaba frente a ella. Las manos le acariciaban la cintura y los senos, los labios y la lengua, acariciaban sus labios y su clítoris. La energía contenida desde hacía varios minutos estalló en un prolongado orgasmo. Luego, lentamente, Marcelo comenzó a retirarse… Los besos siguieron acariciándole el vientre y sus manos, no cesaban de recorrer todo su cuerpo. Claudia reaccionó, inclinándose hacia él, comenzó a quitarle la ropa. Cuando le quitó todo, con una risa, lo hizo volcarse en el sofá y comenzó a acariciarlo. Besaba su pecho, acariciaba el cuerpo y cada tanto, cuando pasaba por la entrepierna, rozando como por descuido los testículos y el pene. Se sentía bien, se sentía despierta. Cuando al bajar lentamente la cabeza hacia los genitales, se encontró con el pene completamente erguido, besarlo, lamerlo y succionarlo, fue lo más natural del mundo. Tenía la necesidad, de devolver el placer que había recibido. No la dejó terminar. Luego de un tiempo, Marcelo le alcanzó un profiláctico. -¿Lo querés poner? Le preguntó con una sonrisa. Claudia lo miró respondiéndole con otra sonrisa. -Por supuesto. Con delicadeza y acariciándolo constantemente, cumplió con su tarea, luego, saltando sobre él, lo comenzó a besar e introdujo el pene dentro de ella. La unión de los cuerpos fue armónica. Claudia, que estaba con más libertad de movimiento, comenzó a contornearse hacia delante y hacia atrás. Marcelo acompañaba los movimientos, con un leve movimiento pélvico. Luego del orgasmo de ella, él la levantó y la colocó recostada en el sofá boca arriba. Con movimientos suaves, fue elevando la excitación de Claudia, luego, el ritmo cobró más ardor y la llegada del orgasmo de ambos, los tomó en un abrazo profundo. En la cama, continuaron durante un tiempo más y juntos, con sus olores y fluidos, quedaron dormidos… Cerca del mediodía, Marcelo se despertó, Claudia ya no estaba. Sobre la mesa de luz, quedaba la billetera de él abierta. La revisó, una sonrisa iluminó su rostro, al ver, que lo que faltaba era una de sus tarjetas de presentación. Claudia continuó con su trabajo, viajó por una semana y ya de regreso en su casa, mientras tomaba un café, se descubrió mirando un mapa… Tomó el teléfono, canceló un par de citas, armó un bolso y se subió al auto. El cuento finaliza momentáneamente, el auto de Claudia, acaba de estacionar frente a mi casa…
Tronador
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