Los expertos garantizan que el sexo mejora la saluD. Además, se consigue sin receta médica y no tiene efectos secundarios. Unos estudiantes (ella y él) de 14 años en Lesotho, al sur de África, fueron pillados con algo más que las manos en la masa durante una excursión escolar. La excusa que dieron a sus preocupados padres fue sencilla: el sexo, es bien sabido, cura las espinillas. La verdad es que los avispados estudiantes estaban, en parte, en lo cierto: el coito es espléndido para la salud de la piel, especialmente la femenina.
De ahí ese fulgor especial que, se dice, proyecta una mujer tras el disfrute sexual.
La explicación es más sencilla: aparte de ser una actividad vigorosa que causa sudoración (limpieza de poros), los estrógenos liberados durante el orgasmo dan brillo al pelo y alisan y relajan la piel.
O sea, que el sexo merece la pena.
En la mayoría de los vertebrados, la reproducción es imposible sin copular. Por eso, desde el punto de vista darwiniano puede afirmarse que la razón misma de nuestra existencia es encontrar con quién hacer el amor. Así, no es raro que nuestro cuerpo reciba el sexo no sólo con el equivalente neurológico de un “chute” de heroína, sino con una mejora generalizada de la salud.
Parece mentira, pero los datos cantan: reducida mortalidad, menos resfriados, mejor olfato, estados de ánimo más optimistas, endurecimiento de músculos y huesos, adelgazamiento, menores riesgos de infarto de miocardio y apoplejía, menos dolores de cabeza y hasta mejor dentadura; todos esos son los efectos de una activa vida sexual. Hasta tal punto que, según un neuropsicólogo escocés, el sexo es una verdadera fuente de juventud que lentifica el envejecimiento.
Hablamos de una actividad que multiplica el ritmo cardíaco, que pasa de una media de 70 pulsaciones por minuto hasta 180 en el momento más interesante. Lo cual implica un gasto energético, valorado en unas 200 calorías aproximadamente; el equivalente de un buen partido de pádel. O visto de otra forma: practicar sexo una vez a la semana durante un año es fisiológicamente como correr un maratón. Y seamos sinceros: es mucho más agradable.
En efecto, buena parte de los salutíferos beneficios de la práctica del sexo vienen de su cualidad de vigorosa actividad atlética, al alcance incluso de los más sedentarios. La activación cardiovascular hace que los asiduos de esta forma de ejercicio tengan una reducida tasa de mortalidad; estudios publicados en 1997 por médicos irlandeses demostraron que entre 1.000 varones de mediana edad aquellos con más orgasmos redujeron a la mitad su tasa de mortalidad a lo largo de 10 años; un dato impresionante. Estudios posteriores cuantificaron que 3 a 4 episodios semanales de sexo recortan a la mitad el riesgo de ataque cardíaco o cerebral. Y hay más. El consumo de calorías, en sí mismo, es bueno para la salud, como lo es ejercitar la musculatura que se utiliza durante la coyunda, incluyendo la zona pélvica, los muslos, el abdomen y el tórax, el cuello, los brazos… La cama no se incluye como deporte olímpico, pero comparte con estos otro de los beneficios del ejercicio físico: reduce el colesterol.
Como es lógico, entre los principales beneficiados del ejercicio sexual están los propios órganos sexuales y sus alrededores inmediatos. La mujer experimenta durante el orgasmo toda una serie de cambios. Los músculos de la pelvis y de la zona inferior del útero se contraen. El clítoris se retira bajo su capuchón. Un paquete muscular denominado plataforma orgásmica, situado en la parte inferior y en la entrada de la vagina, experimenta una serie de rítmicas contracciones (entre 5 y 15) que tienden a “cerrar” la entrada vaginal y abrazan el pene. La propia vagina se ha acortado poco antes del clímax en un 30%, y se ha engrosado su pared. El esfínter anal y el uretral externo sufren también rítmicos espasmos. Todos estos cambios actúan de una forma parecida a los famosos ejercicios Kegel, esas contracciones de la base de la musculatura pelviana que se recomiendan para fortalecer el control de la orina en edades avanzadas. Las contracciones también ayudan a mantener todo el conjunto flexible y ágil, lo que es de gran importancia durante el parto. De hecho, las mujeres que abandonan por completo el sexo pueden desarrollar atrofia vaginal tras la menopausia.
Por su parte, en el orgasmo el varón experimenta entre 3 y 8 contracciones en la uretra, a intervalos de 0,8 segundos aproximadamente, lo cual expulsa el semen: es la eyaculación. Pero esto no es nada: estructuras situadas entre los testículos y el pene (como los vasos deferentes y la próstata) también se contraen, al igual que lo hace rítmicamente el ano. El esfínter de la vejiga urinaria, en cambio, tiende a relajarse. Este fortalecimiento es un equivalente de los ejercicios Kegel, que supuestamente sirven en el varón para retrasar la eyaculación.
La propia eyaculación puede ser buena para la salud, ya que actúa nada menos que para prevenir el cáncer de próstata, el segundo más común (y mortal) en el varón. Algunos estudios indican que la eyaculación frecuente en la juventud reduce a un tercio las probabilidades de padecer esta dolencia, aunque las causas no están claras. Una teoría indica que la próstata y las vesículas seminales, al concentrar diversas sustancias de la sangre con el fin de crear la base acuosa del semen, también concentran sustancias nocivas, que quedan allí almacenadas si no hay eyaculación.
Mejor echar fuera a menudo los cancerígenos.