Amor & Sexo

Amor & Sexo
Llevábamos meses de conversaciones conectados a la red de Internet. Habíamos cruzado una infinidad de e-mail. Nos conocíamos como si toda la vida la hubiéramos pasado juntos. Había surgido entre ambos una relación muy especial, siempre fantaseando con relaciones sexuales. Habíamos decidido ya que debíamos encontrarnos y conocernos. No sabíamos lo que ocurriría, si nuestro encuentro sería simplemente de dos amigos que se conocen o de dos amantes que disfrutarían de los mayores placeres que se nos habían negado hasta ahora. Así que llego el día de nuestra oportunidad. Aprovechando un viaje cerca de la ciudad donde ella vivía con su esposo, decidimos conocernos y tener ese anhelado encuentro.
Reservé habitación en un hotel de su ciudad y me dirigí a su encuentro. El encuentro se produciría en el mismo hotel, en su restaurante. Con mucho nerviosismo esperé su llegada una vez instalado en el hotel. Al fin llegó, estaba deslumbrante, hermosa. Era una mujer que a su edad parecía que había recobrado energías nuevas como el ave fénix.
Cuando estuve frente a ella solamente un pensamiento tenía en mente y quise gritarle y pedirle: ¡¡¡Ya bésame por favor!!!, Sin embargo me reprimí un poco, solamente me abracé a ella de una manera desesperada llamando la atención de todo mundo que se encontraba en ese momento en el hall. Después de ese abrazo, la me tomé por la mano y nos dirigimos al restaurante en donde nos tomamos ella una limonada y yo, una cerveza. Sin embargo el tiempo me parecía eterno y yo estaba más que excitado sentía mi pene como crecía sólo tomándola de la mano y de vez en cuando dándole algún besito muy superficial en su mejilla... Al final, seguramente viendo mi mirada de deseo intenso y de derretirme por ella, me miró a los ojos tomó mi mano me dio un beso en ella lo que me hizo estremecerme y me dijo... -¿quieres que el café lo acabemos en tu habitación?- Un intenso SÍ fue mi respuesta. Pagué la nota y tomándola nuevamente de la mano nos dirigimos al ascensor, se me hacía eterno llegar hasta la habitación, sentía cómo mi excitación había llegado hasta las plantas de mis pies, quería abalanzarme sobre ella, besarla, tocar su cuerpo, decirle cuántas veces me había masturbado pensando en este momento, pero me contuve. Tan pronto llegamos a la habitación la puse contra la pared, le besaba la nuca, los lóbulos de sus orejitas, introducía mi lengua en su oído, al mismo tiempo que restregaba mi verga contra sus nalgas, y mis manos presionaban fuertemente sus pechos. Le subí la falda, quisiera que hubiera visto mi cara cuando vi su culo, con un tanga en color negro con su tira perdiéndose entre sus nalgas. Pero no lo hizo, estaba como hipnotizada, y quería que yo fuera el que tomara la iniciativa, el que la hiciera volar, el que la transportara a los límites del placer.
Besé cada centímetro de sus nalgas y en cada toque de mis labios notaba como ella sentía descargas eléctricas. Bajé el tanga el cual está de más decir que ya estaba totalmente húmedo, así colocada como estaba contra la pared, le abrí sus nalgas y con mi lengua recorrí todos los espacios, hasta que finalmente llegué..., mi lengua estaba en su ano, y soltó un pequeño gemido, con una mano busqué su rajita, introduje dos de mis dedos y con un tercero le empecé a dar masajes en su clítoris, exquisito... No pasó mucho tiempo, sentí cómo sus piernas se sentían desfallecer, cómo su vientre se contraía, y cómo su ano se dilataba. Así fue como explotó en un orgasmo simplemente maravilloso, sus jugos escurrían a chorros por entre las piernas, le di la vuelta hacia mí y empecé a beber el elixir de sus jugos. Con mi lengua recorría sus piernas hasta llegar a su vagina a fin de no dejar nada, mmmhhhh, simplemente delicioso.
Entonces comencé a desnudarla, muy lenta y tiernamente. Primero desabroché su blusa, dejándome admirar sus preciosos senos. Deposité unos besos suaves y tiernos al final de su cuello y por encima de sus senos. Mis manos deslizaban su blusa por los hombros, los brazos, mis dedos acariciaban su piel mientras la blusa caía al suelo...
La apreté contra mi cuerpo y olí su perfume fresco (como a mí me gusta¡) y besé su cuello. Mis manos bajando por su culito buscaban la cremallera de la falda. Sin mas, deslicé la cremallera y bajé su falda, o más bien, cayó deslizándose por sus torneadas piernas enfundadas en medias sin liguero.
La alejé de mí, admirando esa figura que tantos sueños había compartido conmigo. Mi excitación llegó al limite viendo semejante cuerpo lleno de sensualidad. Me desnudé mientras seguía admirándola, dejándome solo los bóxer que a duras penas disimulaba mi calentura. Acercándome a ella, le quité el sujetador, dejándome ver ese secreto tan bien guardado; Sus senos grandes con una aureola oscura y unos pezones erectos y maravillosos. Rocé levemente sus pechos con el torso de mi mano y, arrodillándome, deslice su tanga por entre las piernas, dejándole las medias. Besé los ángulos de sus caderas, notando cierto estremecimiento, y pase mi lengua por su ombliguito.
Ya los dos desnudos, la recosté en la cama, la besó en los labios, era un beso tierno, suave, apasionado, vulgar, enamorado, cachondo, romántico, caliente, en fin era todo eso que los amantes anhelamos. Fui recorriendo cada espacio de su cuello con mi lengua, hasta llegar a sus pechos, en los que me detuve no sé ni cuánto tiempo, pero eso sí los besaba y lamía como si tuviera un verdadero manjar frente a mí, con sus erectos pezones me dejó hacer lo que quise, les daba pequeños mordiscos, los saboreaba con mi lengua, los introducía lo más que podía en mi boca, eso nos transportaba al paraíso.
Llegué a su vientre y en su ombligo... lo chupé, lo besé, metí mi lengua en él y con mis dientes mordisqueaba sus alrededores dándole pequeñas descargas de placer. Cuando pensó que al fin sentiría mi lengua en su intimidad, pasé de largo y seguí besando sus piernas, sus rodillas, las pantorrillas y llegué a sus pies. Sentí que nunca nadie se los había besado; paseaba mi lengua por el empeine, introduje uno a uno los dedos de los pies en mi boca, los succionaba los chupaba, hasta terminar con el pie derecho. Eso la tenía ya en las nubes, seguí con el otro pie y repetí el mismo tratamiento que al otro. Oía como el suave murmullo que emitía se iba acelerando, y por increíble que parezca, alcanzó un orgasmo intenso y largo; mordiéndose los labios y gimiendo desaforadamente – Siiiiiii... ¡¡ Uhmmmm... ¡¡ Aghhhh... ¡-. A estas alturas mi pene estaba a punto de explotar de la presión, hasta me dolía.
La dejé tranquila unos momentos y recorrí inversamente sus piernas, hasta que abriéndolas totalmente, alcancé su vagina. Al igual que con los pechos y con sus pies alargué las carias (manuales y bucales) teniéndola en un éxtasis no sé cuánto tiempo, pero fue el suficiente para ponerla a mil... Finalmente llegué a su clítoris, sentí como las descargas eléctricas recorrían su cuerpo, sentí que estaba a punto de tener otro orgasmo, que vino rápidamente al sentir cómo 2 de mis dedos se introducían en su vagina, eso fue suficiente y de inmediato le llegó el tan anhelado orgasmo – Siiiiiiiiiiii ¡¡¡¡ Ahgggggg¡¡¡¡¡ Siiiiiii ¡¡¡ Uhmmmm ¡¡¡¡- Fue un orgasmo muy prolongado sus gritos seguramente se oyeron por todo la planta del hotel, gritaba, se retorcía, arqueó su cuerpo... En fin, fue un orgasmo sensacional, como pocos había tenido el placer de ver.
Me pedía que le metiera mi pene ya, y yo ardía en deseos de tener ese pedazo de carne dentro de ella. Había comprobado que podía darle un orgasmo cada vez que yo quisiera, con manos y lengua, ahora comprobaría lo que me podía hacer sentir ella, moviéndome dentro de su cuerpo. –Métemela ya¡¡ -me decía con una alocada ansiedad que podía llegar a atemorizar al mas pintado. Por mi parte la hacía sufrir y gozar ya que le decía que no. Quería verla sufriendo, suplicando para que se la metiera, me gustaba ver la carita de **** en celo que ponía. Me suplicaba de todas maneras posibles, me insultaba, me pegaba con los puños en mis hombros, hasta lloró... Yo mientras tanto, solamente restregaba mi verga contra su vagina y clítoris pero no se la metía; quería que sintiera el suplicio de tener una verga tan cerca y tan lejos, quería que sintiera como si fuera la ultima polla existente en el mundo. Ella se movía tratando de clavarse sola, pero yo me retiraba, esa desesperación y los roces de mi verga contra su vagina y clítoris, extrañamente la hicieron tener otro orgasmo. En medio de este orgasmo, por fin, no pudiéndome resistir y sintiendo cierta compasión por ella, se la metí de una sola estocada. –Así¡¡¡ La quiero toda¡¡¡ Muy dentro¡¡¡ Ahhhhhhhh¡¡¡- gritaba desesperada presa de un orgasmo interminable. Debió de ser una delicia que, en medio del orgasmo y por el solo deseo de tenerlo dentro, precisamente, sentir ese pedazo de carne dura y caliente.
Esto si que le hizo transportarse, parecía desconectada del mundo, presa de temblores y descargas eléctricas. Sumida, a fin de cuentas, en una ola gigante de placer. Apenas yo estaba iniciando, por lo que me arremetía con todas mis fuerzas, mientras que ella prácticamente estaba inconsciente, a mi merced.
Cuando parecía que ella volvía a estar en este mundo, coloqué sus piernas apoyadas en mis hombros y arremetí con fuerza contra las paredes de su vagina. Ella, por ese instinto innato en las mujeres, pareció percibir la proximidad de mi orgasmo. Apretando mi verga con los músculos de su vagina e reincorporándose al ritmo marcado por el ímpetu que marcaba mi cuerpo sobre el de ella, gritó: -Si¡¡ damela toda mi vida, si¡¡ Ahora¡¡ Si¡¡¡- Sentí como una descarga eléctrica recorría mi espina dorsal, llegando hasta mis testículos. En la primera descarga, sentí como ella alcanzaba un brutal orgasmo continuo mientras mi pene sacaba todo el cúmulo del placer que ella me estaba dando. Debilitado por las mil y una sensaciones del momento, no puede evitar que ella se saliera de mi y cogiendo mi pene, que aun despedía jugos, lo metió en su boca y chupó como una salvaje, dándome una oleada de sensaciones distintas al orgasmo que me había dado, pero no por ello menos placenteras.
Ya mas relajados, y entre besos y caricias suaves, hablamos sobre este tan esperado encuentro. Fumé un cigarrillo mientras sentía el calor de esta mujer que me hacia perder los sentidos. Nos dimos un beso con todo el amor que teníamos guardado después de tantos meses de comunicaciones en la distancia y dormimos como unos chicos. Creo que ninguno de los dos albergábamos ningún sentimiento de culpa al haber tenido este encuentro fuera del ámbito de nuestras parejas respectivas.