Hay una música, en mi opinión, incomparable: las caderas chocando, ese sonido entre "carne" y "hueso" tan excitante, de ritmo tan cambiante, que se produce cuando la comunión corporal está en pleno apogeo. Todo ello, mezclado con los gemidos arrítmicos de él y ella, y esas palabras sueltas y suspiros intermitentes, dejan a Vivaldi como un puto principiante. Creo yo.
