El superhéroe se siente frustrado. La sociedad apenas reconoce su labor. Qué tiempos aquellos en los que bastaba con defender la justicia y el orden. Ahora no vende proteger a los más débiles ni luchar por los buenos contra los malos. La heroicidad pura y dura se ha quedado obsoleta. A nadie emociona el trabajo de un superpoderoso con malla y capa de los años 80. Ni fuerza, ni magia, ni telas de araña, ni fuego, ni hielo, ni altas capacidades, los superhéroes necesitan ahora un buen estilista neoyorquino.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esos interneses de Dios)
Saludos, salud y a disfrutar de la vida...