La gente normal se hartó de la usura y, poco a poco, oficina a oficina, pueblo a pueblo, país a país, fue retirando sus ahorros de todos los bancos y cajas. Las grandes empresas financieras quebraron una detrás de otra, mientras los gobiernos se desgañitaban pidiendo “cordura” a los ciudadanos. Se cayó completo el castillo de naipes y las calles se llenaron de carteristas con corbatas desvaídas. En los caminos se apostaron bandas de asaltantes trajeados con retales. De nuevo trataron de hacerse con el dinero ajeno, pero actuando, ahora sí, como ladrones decentes.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
Saludos, salud y a disfrutar del 'finde'
