Aterrorizado por mil ruidos desconocidos, apoyo la espalda contra un tronco y rezo para salir vivo de la selva oscura. Pronto me doy cuenta de que ya no lucho por la vida en un bosque primario, sino en el interior de un tenebroso jardín botánico plagado de ánimas malvadas. Y corro desesperado entre las plantas, hasta que me descubro rodeado de insectos junto al precipicio de una frondosa maceta. Debí volar, pero algo falla. He perdido mis alas y ahora estoy encerrado en este cuerpo inmóvil. En medio del Polo Norte. En un pico nevado. Dentro de tu maldito congelador.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
