Haidar no se apeó del aparato con el primer grupo. "Le dije a la azafata que no era marroquí aunque viajase, por razones prácticas, con un pasaporte de ese país", (...) al rellenar la ficha de entrada escribió que su país de residencia era el Sáhara Occidental y no Marruecos. Otros independentistas suelen hacer lo mismo. El policía marroquí puso gesto de disgusto, señaló que "ese país no existe", tachó las dos palabras y escribió por encima: Marruecos. Después le franqueó la entrada.
Haidar, de 42 años, tiene experiencia en huelgas de hambre. La última, de 50 días de duración, la hizo en 2005 cuando cumplía una condena de siete meses en la Cárcel Negra de El Aaiún. No sirvió para nada. Pese a todo, rememora esa época con cierta satisfacción: "Pudimos introducir una cámara oculta en el penal y enseñar al mundo las condiciones de encarcelamiento de los militantes saharauis". Las fotos fueron colgadas en Internet.
De su anterior etapa detrás de los barrotes guarda recuerdos mucho peores. Apenas acabado el bachillerato, Haidar fue detenida en 1987 tras intentar acercarse, junto con otras 700 personas, a una delegación de la ONU que se encontraba en la ciudad. "Los policías vinieron después a secuestrarme en mi casa y me torturaron durante tres semanas", afirma. "Me ataban en una mesa y colocaban en mi boca, mis ojos y mi nariz un paño impregnado de un líquido que olía a lejía". "También me daban patadas, me flagelaban con un cable eléctrico y fui además agredida por perros".
Después fue trasladada a Qalaat Megouna, una de las cárceles secretas del reino de Hassan II. "Permanecí varios meses en un pasillo, sentada en un banco con los ojos tapados y vigilada por un cancerbero". "Finalmente, me introdujeron en una celda minúscula con otras saharauis".
Haidar pasó casi cuatro años encerrada sin ver a un abogado ni ser juzgada. Estaba desaparecida y algunos en su familia temían que hubiera muerto. Cuando fue liberada, en 1991, esta mujer de aspecto frágil y modales suaves estaba enferma. Padece hoy en día lesiones en la columna y una úlcera sangrante de las que es tratada en La Paz.
Esas dolencias no mermaron su determinación a luchar por la independencia de esa antigua colonia española. Para dedicarse de lleno a su causa optó por dejar de estudiar. Su deficiente formación se percibe aún en la escasa elaboración de su discurso. No renunció, sin embargo, a desarrollar una vida privada. Se casó y tuvo dos hijos, un niño y una joven, y se divorció. Los chavales, que ahora tienen 13 y 15 años, viven estos días con su abuela en El Aaiún.
"Es verdad que Aminatou he tenido terribles experiencias", reconoce Eddah Larhdaf, un saharaui que dirige en El Aaiún la televisión local. "No ha conseguido superarlas", añade. "Con su actitud se venga del pasado poniendo en peligro un porvenir del Sáhara que ya pinta bien", concluye. "Pero si estamos volviendo a los tiempos de Hassan II", replica Haidar.
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