Cuando el Supremo Hacedor decidió repartir la felicidad, encargó la tarea a las nubes. La idea fue mala y la distribución no resultó equitativa. Toneladas de felicidad helada se acumularon en los polos, litros y más litros de alegría inundaron los trópicos. Mientras, el otro medio mundo se quedó seco y triste. Para resolver el desaguisado, el Supremo Hacedor se retiró a reflexionar. No tuvo tiempo y la idea fue peor. Para equilibrar el reparto, inmediatamente se presentó voluntario el ángel Lucifer.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
