
Qué futuro tiene el idioma castellano
Lo que ya pasó con el latín –que devino en muchas lenguas diferenciadas– podría suceder con el español. En cien años, cada país latinoamericano podría hablar un lenguaje propio, de difícil comprensión para los demás.
“El español se habla distinto en cada país de Sudamérica y, así como pasó con el latín, quizá dentro de un siglo el castellano de cada país del continente se transforme en distintos idiomas”, asegura el sociolingüista francés Louis-Jean Calvet, que trabaja los nexos entre idioma y poder y es un teórico militante de la diversidad lingüística.
De visita en el país invitado por la embajada de Francia, dialogó con Crítica de la Argentina. Para el teórico, la historia de las lenguas muestra que cada vez que una se expande sobre un territorio muy amplio, cambia. Y cita el ejemplo del latín, que devino en francés, castellano, italiano y portugués, entre otros. Lo que pasará con el español es una duda aún.
“En el mundo tenemos 7.000 lenguas diferentes, pero entre el inglés hablado en todo el planeta y una lengua de una pequeña comunidad indígena hay una diferencia enorme”, dice el teórico, que asegura que el inglés es el eje gravitacional del sistema mundial de la comunicación lingüística, que ir contra él no tiene sentido y que, a su vez, representa “un tipo de opresión” para quienes quedan afuera o no lo hablan bien.
Calvet fue profesor en La Sorbona y en la actualidad trabaja en la Universidad de Provence, en el sur de Francia. Entre sus libros se encuentran Lingüística y colonialismo, La guerra de las lenguas y Las palabras de Nicolas Sarkozy.
“No sé si es bueno para el inglés ser la lengua mundial”, duda Calvet y explica que si se escucha un diálogo entre un japonés y un alemán en ese idioma “no hablan como en Cambridge o en Oxford”, sino que utilizan el “globish” –o el inglés que se habla en la globalización–, lo cual “es una pena para los que gustan de ese idioma porque es posible que junto con el dominio mundial empiece su desaparición”.
“Cada lengua es una visión del mundo”, sentencia Calvet. Si cambiamos de lengua, cambiamos de cultura y de aproximación a la realidad, agrega. Según el francés, cada individuo tiene derecho a tres tipos de comunicación: la familiar o local, la oficial del Estado y la internacional.
“En el caso de Estados Unidos, es la misma –asegura el lingüista–. Pero, por ejemplo, un indígena del Perú tiene el quechua, el español y el inglés”. Ahí aparecen las responsabilidades del Estado, porque “si un hombre no entiende el idioma oficial, es un problema para la democracia”.
“La lengua es una llave social –afirma Calvet– y para hacer diferentes trabajos hay que manejarla bien. Si yo hablo un castellano de mierda, no puedo ser diputado, no puedo enseñar en la universidad, etcétera. Ahí podemos hablar de fractura social. Hay una manera de hablar la lengua del pueblo, y otras para determinadas situaciones sociales”.
La diferencia, explica el investigador, está entre quienes pueden manejar los niveles en los que se habla, y que permiten distinguir un diálogo con un profesor de otro con amigos cuando se juega a las cartas, y los que no.
“Hay gente que sólo habla la lengua del pueblo. Para luchar contra las desigualdades sociales, hay que atender las lingüísticas. Ése es el lugar del Estado y de la educación”.
Calvet aclara que la lengua es una parte necesaria, pero no suficiente para poner fin a la fractura social. Para el francés no hay dudas: “Es un problema de política general”. Y explica que eso pasa con los inmigrantes, porque si no pueden hablar el idioma oficial y estándar no serán integrados, lo cual –según Calvet– “es insoportable para la democracia”.
Fuente:
http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=12103 