Binabik
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Campeón del mundo, de sueños rotos...
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« : 29 de Julio 2008, 17:20:52 » |
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Todas las vidas tienen una pequeña historia. Esta es la historia de Josh y de Cecilia. Josh tendría unos 11 años cuando la pequeña historia que correría paralelamente a su vida, comenzó. Habría que contar que Josh con sus 11 años era un soñador, se dedicaba a salir al campo y soñar con hacer viajes. Desde que recuerda siempre le encanto África, veía todos los documentales, quería ser eso, de mayor, quería hacer documentales, vivir en África. Y entonces en un documental sobre leones del desierto, aparecieron una pareja de holandeses muy mayores que vivían en una gran tienda de campaña junto a su avioneta. Le encanto, Namibia, que gran país. Los ancianos se limitaban a estar acampados en una playa, con una pequeña hoguera mientras el sol empezaba a descender por el horizonte. Era fabuloso, ver como el sol inundaba toda la playa de sombras y colores calidos, esa playa con barcos encallados en su arena se llenaba de un espectáculo que perseguiría a Josh durante toda la vida. Pero no concluyo ahí, sino que todo empezó precisamente en ese momento donde el sol desaparecía por el horizonte. Un rayo verde, el último rayo de ese sol fue verde. El narrador hablaba de ese rayo, pero él ya no oía nada. Permanecía inmóvil mirando la pantalla sin reaccionar.
Cecilia que muchacha. Cecilia era de esas personas que alcanzan todo lo que quieren. Cecilia encuentra el ultimo minuto de una película como el menos importante, ella dice- si una película buena necesita su ultimo minuto, para desvelarte algo que no ha podido explicar en dos horas no merece la pena, y si la película es mala, ese minuto será mediocre, intentaran mejorarla y te quedaras con un vació en el corazón, si lo sabían hacer mejor porque dejaron 89 minutos sus mentes aletargadas. joven rica de papa, con todo un mundo a su espalda. Josh, pequeño soñador que se dedicaba a viajar de cuello para arriba, conoció a Cecilia en una cafetería, en uno de esos sitios donde el café sabe distinto. Era una pequeña cafetería insertada en el fondo de un callejón lúgubre de día y lejos de poder ser definido como acogedor. Cuatro mesas, dos de ellas ocupadas constantemente por un ruso y su enorme perro, y la otra por un viejecito que parecía que se podría romper en cualquier momento. A Josh le gustaba ese sitio, era su pequeño rincón donde se limitaba a dibujar con la cara pegada en una mesa de madera, que necesitaba un nuevo barnizado.
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