Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley son los nombres reales de estos tres músicos británicos que se parecen más a sus propios personajes protagonizando un film ambientado en el futuro. Tres sujetos -ella, de 43 años; ellos, de 36 y 51; todos componen, todos sugieren melodías, todos graban, solo ella canta- buscando desesperadamente no ser ellos. O en todo caso ser ellos mismos por primera vez.
De eso se trata el disparador central de Third , el primer disco en diez años que graba esta rareza de la música popular británica llamada Portishead. Un trío que acarició el éxito masivo sin proponérselo sampleando a Lalo Schifrin en una canción que, incomprensiblemente, se convirtió en su primer hit en 1994: "Sour Times" o la canción más triste escrita en la década pasada. Por entonces, nadie podía imaginarse que la sombría música de este grupo surgido en la alborotada escena musical de Bristol de los años 90 (con The Wild Bunch, Massive Attack y Tricky incluidos) podría rotar duro en las radios, musicalizar comerciales y devenir fetiche de yuppies y snobs por igual.
Sin siquiera salir de gira, vendieron millones de copias de su álbum debut, Dummy , y ya para cuando grabaron su homónimo segundo álbum, en 1997, se habían convertido en la Cenicienta de un nuevo género, el trip hop, mientras cientos de jóvenes músicos alrededor del mundo buscaban repetir su fórmula.
No era lo que buscaban, no era lo que esperaban, no soportaron su reflejo y decidieron largarlo todo. "Creamos un monstruo y nos convertimos en una banda comercial. Por eso nuestro segundo disco fue una venganza, pero una venganza tan jodida de consumar que me dejó exhausto, odiando la música", dijo recientemente Barrow, el fundador del grupo, que, luego de aquella revancha musical, se recluyó en Australia y no volvió a dar señales de vida por un largo período.
A diez años de aquel ataque de pánico en público, el trío ha vuelto con un álbum definitivamente insospechado, casi de laboratorio, obsesivamente meticuloso y más experimental de lo que cualquiera podría haber imaginado. Y para confirmar que sus días de furia han acabado, no sólo están ofreciendo entrevistas telefónicas para un país que probablemente jamás visiten, como la Argentina, sino que además sostienen con firmeza que ya comenzaron a grabar material para un nuevo disco y que "no pasarán otros diez años" antes de que vea la luz.
Muy muy pero muy lejos de un sonido que pudiera considerarse mínimamente comercial, la tercera obra de Portishead es la prueba material de que aún existen terrenos inexplorados en la música del siglo XXI. "Nos resultó muy difícil encontrar el camino hacia donde queríamos ir", dice Utley, el guitarrista, amante del jazz, que dialogó telefónicamente con LA NACION. "La solución que hallamos a ese problema es difícil de explicar en palabras, pero en cierto sentido tiene algo de los films del Dogma, en los que existe un manifiesto que marca las cosas que no podés hacer. Queríamos ser lo más sinceros posible, pero no queríamos sonar como Portishead."
Para ello, Utley asegura que se apoyaron en la música que más los movilizó en la última década: "Tuvimos nuevas influencias, como el doom metal, el kraut rock, la música psicodélica y la electrónica. Bandas como Sunn o))), Silver Apples o Black Mountain nos ayudaron a encontrar el camino".
-En cierto punto, parecen personas enojadas con la cultura pop.
-Es un momento difícil. La cultura ha cambiado. Creo que la cultura pop es un mundo gigante y masivo muy interesante. Hay aspectos brillantes y en los primeros años fue un concepto simple, pero ahora se ha vuelto más complicado y confuso. En ese punto estamos un poco decepcionados.
-Como cuando a mediados de los 90, de un día para el otro, se volvieron populares... No se los vio muy felices en ese lugar.
-Puede ser, no lo sé bien. La felicidad trasciende a la música. La percepción de la felicidad es muy extraña: uno debería ser feliz porque tiene éxito. Pero no es así. Tuvimos un éxito que no esperábamos y que, en un punto, tampoco buscábamos. Nos llegaron muchas responsabilidades, mucho más que las que queríamos, y cuando encontramos dificultades para hacer música nos sentimos un poco infelices por la situación, realmente. Pero fuimos muy felices la mayor parte del tiempo, te lo aseguro. Ahora mismo estamos muy contentos.
A pesar de grabar un disco complejo, con la expresa intención de no repetir la experiencia atravesada por la masividad, Third fue aclamado por la crítica especializada, las entradas para los pocos conciertos que ofrecieron en Europa y los Estados Unidos se agotaron en minutos y el álbum se perfila para alzarse con los primeros puestos de las encuestas de fin de año. "Es difícil saber por qué la gente siente empatía con determinada música. No lo sé, cuando trabajamos en el estudio con Geoff, aquél era nuestro mundo privado. La idea de que la gente lo escuche y lo acepte, siendo tan profundo en algunos aspectos, es algo remarcable. No es falsa modestia, realmente nos sorprendió a todos", analiza Utley, el hombre encargado, además, de crear los lineamientos visuales del grupo. "Somos una banda que para componer siempre piensa en imágenes. Creo que es muy interesante tener una mirada visual de la música."
El trío que busca incansablemente "ser lo opuesto a una banda de rock and roll" parece finalmente haber logrado su objetivo con su tercer disco de estudio en diecisiete años de existencia, y por ello la introducción en tono místico y grabada en portugués incluida como apertura del álbum suena más que apropiada para el momento que atraviesan estos tres singulares músicos: "Presta atención a la ley de tres. Lo que das retorna hacia vos. Debes aprender esta lección: sólo recibirás lo que te mereces".
Dificilmente lo editen por aca, veremos como lo consigo
