Estaba una madre y su hijo pidiendo limosna.
Al pasar un señor, el hijo pidió una limosna.
- Señor, ayudeme. No puedo seguir viviendo así, con hambre, en el frío y en la lluvia.
El hombre apenas los miró. La madre, habiendo escuchado a su hijo, se puso a llorar.
Entonces, su hijo la consoló:
- No llores mamá. Algún día seré rico, y entonces solo tendrás que pedir para vos.
