Cuento de amor I.

Del amor de una sombra.

Caminabas perseguida de una figura oscura y que no cesaba de crecer o menguar a cada paso que dabas.
La noche, lóbrega, sin luna, sin estrellas, se amoldaba a tu caminar. Avanzabas parsimoniosa por el paseo de la playa. Tu perseguidor se alimentaba de las espaciadas y altas farolas, que vomitaban una calida y vieja luz amarillenta, desde, donde tu sola presencia avanzaba inalterable paso a paso.
Midiendo cada paso, como solo hace aquel que tiene la mente ocupada en otras latitudes de su cuerpo; 47 centímetros por debajo de tu techo corporal y ligeramente desplazado a la izquierda, permanecía comprimido tu leve corazón. Ni los latidos desperezaban el constreñido músculo. Bajo los oscuros deseos de detenerte a llorar, tu poco amor propio te obligaba a seguir poniendo otro pie, delante de su pareja, que tu propio cuerpo te ocultaba al avanzar.
Noche tras noche visitas la misma playa, y das el mismo paseo, hasta recorrer los mismos 672 pasos paralelos al mar. Y tras una leve mirada hacia; el mar, el lejano faro, la luna y finalmente el paseo iluminado que has vuelto a recorrer, tus ojos se vuelven a detener en tus pies y comienzas el camino hasta el coche perseguida por tu único prosélito que continua a tu lado.