Jorge58 (sin comentarios)
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« : 4 de Agosto 2007, 16:28:31 » |
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(del diario Olé)
Ese día logré por fin conquistarlo. Como si le hubiese sacado todos sus secretos, como si le hubiese vaciado su intimidad", repasó Juan Manuel Fangio cuando se animó a dictar recuerdos para el libro "Fangio, cuando el hombre es más que el mito", la autobiografía que escribió Roberto Carozzo. La conquista del Chueco, que trajo como yapa su quinto título de Fórmula 1, fue Nürburgring. El viejo Ring, inaugurado en la primavera de 1927, tenía 22,810 kilómetros y 176 curvas en su variante Nordschleife. Había virajes ciegos, desniveles que actuaban como catapultas, cordones de árboles a los costados y barrancos en lugar de banquinas. El Chueco lo había conocido en 1951, con la Alfeta, y había ganado en 1954 (Mercedes-Benz) y 1956 (Ferrari). Sin embargo, fue en el Gran Premio de Alemania de 1957, el 4 de agosto, cuando logró el dominio completo de aquel laberinto en las montañas de Eifel. Fue la mayor exhibición de manejo y arrojo de Fangio, justo la última de sus 24 victorias, la que le aseguró el quinto título mundial. Cincuenta años después, es una de las mejores carreras de la historia.
Fangio había vuelto en 1957 a Maserati, que capeaba problemas financieros. Ferrari, con los ingleses Mike Hawthorn y Peter Collins y el italiano Luigi Musso, aparecía como rival principal. Stirling Moss, ex compañero del balcarceño en Mercedes, sostenía la apuesta inglesa de Vanwall. En el Ring, el Chueco hizo la pole con 2s8 de ventaja sobre Hawthorn. Las 250F de la casa del tridente usaban neumáticos Pirelli, más blandos y con mejor adherencia que los Englebert de las 801 de Maranello, pero incapaces de aguantar la exigencia de 500 kilómetros, el recorrido de las 22 vueltas. El equipo le propuso una estrategia al campeón: si era capaz de sacar medio minuto de ventaja para cuando se cumpliera la mitad de la carrera, la escuadra le cambiaría las gomas traseras en 30 segundos, según lo que habían practicado sus hombres.
El argentino largó con menos combustible, más liviano, e hizo lo suyo: acumuló 28 segundos de ventaja luego de 11 giros y en el siguiente, cuando entró para el cambio, tenía 29. La operación en boxes fue desastrosa. Mientras Fangio se refrescaba y recibía información de cómo marchaba la carrera, sus mecánicos malgastaban el tiempo. Las Ferrari bramaron en la recta, entretanto en el puesto de Maserati luchaban para colocar las ruedas. Nadie explicó con claridad qué ocurrió. Un historiador inglés aseguró años más tarde que la tuerca central de una llanta se había caído debajo del auto, lo que provocó la demora en el ajuste. Cuando el argentino asentó las gomas y cumplió la 13 vuelta, estaba a 51 segundos de Hawthorn y Collins.
La consecución de la victoria fue aún más brillante. En cada curva que pudo, Fangio transitó en una marcha más alta que lo acostumbrado. A la joroba debajo del puente, en la que había pasado a Froilán González en el 54 (un día después de que su protegido Onofre Marimón se matara en clasificación), la encaró a fondo. Ahí se levantaba como precaución por la violenta caída. Ese aterrizaje fue cerca del alambrado, mordiendo la banquina como testificó la polvareda. Valía la pena. Su hilván de récords de vuelta, anunciado por los altoparlantes en la recta principal del circuito atestado con 100.000 personas, lo llevó a bajar en más de 17 segundos su propio registro. Vio a las Ferrari poco antes de entrar en el penúltimo giro.
En la recta atrás de boxes apuró a Collins, compañero en Ferrari un año antes, cuando le cedió su coche para que el Chueco fuera campeón. Lo pasó pero el inglés se recuperó. Fangio lo remató antes de llegar a un puente. Luego azuzó a Hawthorn, dispuesto a quitárselo del camino con una estocada. El rubio inglés, un caballero que corría con moñito en cuello, se espantó cuando vio a la Maserati número 1 a la par de su Ferrari, en una rectita que terminaba en curva de 90 grados a la izquierda. Fangio, una ráfaga, le había sacado el primer puesto. "Si no me hubiese corrido, estoy seguro de que el viejo diablo me habría pasado por encima", masculló Hawthorn con sincera admiración. Un año después, ratificaría su respeto al Chueco en Francia, al cabo la última carrera del argentino: Hawthorn, primero, levantó para no sacarle una vuelta a Fangio, que viajaba con la Maserati herida. En el podio de Nürburgring, adonde el Quíntuple llegó en andas, Hawthorn, de 28 años, y Collins, de 25, abrazaron a su vencedor, un hombre de 46 años. El más grande.
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