La gran mayoría de la gente tenemos preferencias, cosas que nos excitan, nos provocan y estimulan. Asimismo, hay otras que nos echan para atrás y que, en un momento dado, son como un jarro de agua fría, que de golpe hacen desaparecer el deseo.
Cada persona es un mundo y mientras que a alguien le excitan determinadas características, a otra persona pueden causarle el efecto contrario y hacen que pierda el interés sexual. Puede tratarse tanto de cuestiones físicas, como de rasgos de personalidad, actitudes o −incluso− retazos de su historia, por ejemplo.
Cuando se empieza a fraguar una relación −independientemente de que ésta vaya a ser más o menos duradera− se genera un proceso de selección. Mediante dicho proceso, ambas personas van explorando compatibilidad y complementariedad. Aunque la gente no siempre tiene una clara idea de qué quiere, muchas veces sí sabe lo que no desea. Puede que no busque compromiso y que su interés al conocer a alguien se circunscriba a lo sexual.
En cuanto a lo físico, cada persona cuenta con preferencias generales: una estatura y un peso determinados, un color de piel, una forma de andar o un olor −cuestiones como éstas influyen en el proceso de selección−. Lo mismo ocurre con los rasgos de personalidad. La educación recibida nos condiciona a actuar de formas particulares y a decidir lo que nos parece aceptable o no. Una buena parte de nuestras preferencias son culturales, pero no todas.
Al final pueden confluir muchos factores en nuestro rechazo −o atracción− por alguien. Puede tratarse de un simple aspecto, un pequeño detalle, pero que tiene mayor peso que todo el resto. Y eso se debe a que dicho aspecto nos resulta insoportable −quizá incluso de forma irracional−. En ocasiones rechazamos justo esos aspectos que nos disgustan de nosotros mismos. Otras veces lo que no aceptamos tiene una buena justificación. Puede que lo que nos eche para atrás sea una parte de la historia de la otra persona −tal vez algo que nos parece imperdonable−.
En determinados ambientes el estilo en el vestir puede ser determinante, siendo imperdonable el uso de determinada marca o prenda de vestir. Recordamos como una paciente, ya sesentona, evocaba sus adolescentes noches de discoteca y como los pretendientes eran seleccionados, entre otras características, por sus zapatos. En esa época lo moderno eran los zapatos de punta chata y cualquiera que llevara unas zapatos con punta perdía todo atractivo.
¿La forma y el estilo de vestir condicionan tu elección de pareja? ¿Te has sentido rechazado por tu aspecto? ¿Hay algo que te eche para atrás a la hora de ligar o en las relaciones sexuales? ¿Cuál es tu experiencia al respecto? ¿Qué aspectos en una persona pueden bajar tu libido de golpe? ¿Tienes manías en el sexo?
(elmundo.es)
