Un señor que paseaba tranquilamente se vio metido hasta el cuello, de repente, dentro de una arqueta de alcantarillado de una red de aguas fecales. Viendo que nadie se habia percatado de su accidente comenzó a chillar ¡FUEGO! ¡FUEGO! Entonces fue cuando algunos viandantes se apresuraron a ayudarle. El caso es que cuando ya era salvo uno de los salvadores le pregunto: Oiga, ¿Por qué ha gritado fuego, fuego, si aquí no hay ningún fuego? Muy fácil - respondió el señor- Si llego a gritar ¡MIERDA! ¡MIERDA! aquí no habría venido nadie en mi auxilio.

Las cárceles son tan rehabilitadoras de las conductas como los maratones de las esguinces (El Gran Libro del Water)