LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA ISLAMOFOBIAInés Eléxpuru
Directora de Comunicación de la Fundación de Cultura Islámica
Intervención en el Seminario Internacional “Diálogo de Civilizaciones: el Islam y Occidente”. Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid
Jueves 16 de noviembre de 2006
Algunos medios de comunicación y algunos columnistas son fieles servidores de ese fenómeno que hoy se ha dado en llamar islamofobia, y contra el que incluso los organismos internacionales han prevenido. Y ello, de forma intencionada o no, desde la derecha más reaccionaria, pero también desde ciertos sectores de la izquierda.
Sin embargo, habría que hacer un análisis de las distintas herramientas dialécticas empleadas para fomentar la islamofobia entre la opinión pública, a través del empleo sistemático de términos y conceptos, repetidos una y otra vez, en función del momento y la moda dialectal, hasta que pasan a formar parte del subconsciente colectivo.
Creo que a nadie medianamente informado se le escapa hoy en día que las mayores muestras de islamofobia “oficial” mediática, provienen de los gabinetes de los servicios de inteligencia de ciertos países, y de los think tanks neoconservadores estadounidenses. Y ello, en aras a servir como pretexto para combatir, o cuanto menos defenderse, de esas sociedades intrínsecamente violentas y antidemocráticas cuyo credo se basa en una religión, el Islam, incapaz de renovarse y adaptarse a los tiempos modernos. Para estos visionarios, el Corán es un libro que incita a la violencia y la discriminación. Mahoma es un Profeta del odio, mientras que Jesús lo es del amor, y por lo tanto, no es difícil comprender que el Islam es el caldo de cultivo perfecto para el terrorismo. Estos son algunos de los lugares comunes más burdos empleados para este fin. Y este fin no sería otro sino la apropiación y control de los recursos energéticos de esa zona tan sensible que se llama Oriente Medio. Y ello, como hemos visto en la guerra de Afganistán, Iraq, Líbano y otros lugares, se hace en nombre del combate contra el eje del mal que amenaza la seguridad, la democracia y la libertad occidentales.
La Fundación de Cultura Islámica es una ONG cultural implantada en España desde hace más de 20 años, que trabaja en favor del diálogo entre los pueblos a través de la educación y la cultura. Además de haber colaborado estrechamente con el Consejo de Europa, la UNESCO y otros organismos internacionales, así como con diversas Universidades españolas y del Mundo Árabe, en la actualidad forma parte de la Red Española para la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas.
Siguiendo la línea marcada desde el inicio por nuestro Presidente, Cherif Abderrahman Jah, trabajamos arduamente por la erradicación de los tópicos y los prejuicios y, desde hace algunos años, contra la creciente islamofobia en las sociedades europeas. Pero luchar contra la islamofobia no significa mirar a otra parte e ignorar los problemas, vengan estos de donde vengan.
Por ello, a la vez que tratamos de analizarlos en su origen, nos negamos a participar de las discusiones exegéticas tan en boga en los últimos tiempos, emulando a quienes utilizan las fuentes del Islam, o bien para cometer atrocidades en su nombre, o bien para masacrar o difamar a las poblaciones musulmanas, también en su nombre.
No hagamos pues lo mismo: discutir y destripar el dogma para enmascarar un problema que tiene poco de religioso y todo de político y económico. Y ese problema se llama Palestina, Iraq, Líbano, Afganistán, Bosnia, Chechenia y de muchas otras maneras. Y en la otra cara de la moneda: dictaduras árabes.
Como escribió Enrique Gil Calvo en un artículo de opinión en La Razón, el 20 de mayor de 2004:
“…es hora de advertir que la causa del terror yihadista no es teológica ni cultural, sino política, pues se origina en la espuria alianza entre el colonialismo occidental y los regímenes oligárquicos que bloquean el desarrollo de los países árabes”.
EL REVISIONISMO DE LA HISTORIAEntre los autores islamófobos que escriben en los medios, se pueden distinguir dos categorías, como ya hiciera el gran pensador estadounidense de origen palestino Edward Said, en sus célebres libros “Orientalismo” y “Cubriendo el Islam”. Esto es: los especialistas, en este caso orientalistas, arabistas, historiadores medievalistas y teólogos, y los periodistas y columnistas con diverso grado de especialización y conocimiento, generalmente, muy poco o ninguno.
Como decía Said, los orientalistas de principios del siglo XX, a menudo sirvieron a los intereses de las potencias al proporcionar el necesario conocimiento para la consolidación de las colonias. En versión nacional, esto de hecho lo podemos comprobar en la multitud de africanistas que escribieron acerca de Marruecos, el Sáhara o el Rif, muchas veces por encargo, y ofrecieron informaciones útiles a los intereses de España en esas regiones. Pero esa es otra cuestión.
A esa categoría de “especialistas”, pertenecen en la actualidad, por ejemplo, Robert Spencer, en Estados Unidos, o Serafín Fanjul, en España.
El catedrático de lengua árabe de la Universidad Autónoma de Madrid, Serafín Fanjul, pese a tu teórico conocimiento y a haber traducido numerosas obras árabes de importancia, muestra un lenguaje agresivo a la hora de enjuiciar el mundo y la cultura islámica. Como muestra, un botón, el de un reciente comentario al libro de texto “Descubrir el Islam”, en un editorial de Libertad Digital.
“Lo primero de todo es la edulcorada presentación de cuanto concierne al Islam, abordando de paso algunos de los tópicos de moda en nuestra sociedad, tal el ecologismo. Como si a los musulmanes, o al Islam en su conjunto, les hubiera importado jamás un bledo la conservación de la Naturaleza. Si piden ejemplos, no van a tener caras suficientes para enrojecer: optimista que es uno, imaginando que pueden enrojecer por algo”.
En un artículo aparecido en Granada Digital el 25 de septiembre de 2006, decía en cambio:
“Por desgracia, en este asunto está todo dicho y ya sólo queda actuar, por ejemplo no desamparando a Ayan Hirsi Ali en Holanda, solidarizándose con los cristianos de Oriente Medio con algo más que palabras o apoyando el derecho a la libertad de expresión en Dinamarca o en Roma, un concepto ininteligible para la mayoría de musulmanes, habituados de toda la vida a que información y opinión bajen del cielo, o sea, de dictaduras militares, medievales dinastías despóticas o regímenes teocráticos. A elegir”.
Aquí, por supuesto, el autor obvia fenómenos como Al-Jazeera o los semanarios independientes marroquíes, por ejemplo, en ciertos aspectos más libres incluso que los españoles.
Por lo demás, Fanjul pertenece a ese grupo de expertos revisionistas de la Historia de España, y es autor de un libro bajo el título evocador de al-Andalus contra España. A él debemos de hecho el término “mito de al-Andalus”, que pretende negar los aportes de esa etapa de la Historia.
A esta categoría de revisionistas pertenece también el célebre y polifacético escritor César Vidal, colaborador habitual de La COPE, Libertad Digital y La Razón. Aunque su conocimiento histórico de al-Andalus y la civilización islámica es inferior al de Fanjul, ello no le ha impedido escribir un libro bajo un título de inequívoco contenido: España frente al Islam.Entre algunas de las frases lapidarias que pronuncia en la línea revisionista, resaltamos ésta aparecida en un foro digital de El Mundo, de 2004.
Una lectora le pregunta: “¿Qué opina sobre las declaraciones de Aznar sobre el terrorismo y la expulsión de los árabes del Al-Andalus?”
Él contesta: “…España tuvo que afrontar una terrible lucha de siglos para liberarse del islam y, afortunadamente, salió vencedora. En caso contrario, ahora sería una nación como Argelia o Marruecos lo que a mi personalmente no me entusiasma”.LA AMENAZA TERRORISTASaltando de esfera y de continente, pero siempre en la línea de los especialistas, orientalistas y demás, que hubieran hecho las delicias de Said, tenemos el estadounidense
Robert Spencer, académico de historia, teología y derecho islámicos y director de JihadWatch. Es autor de cinco libros, siete monografías y centenares de artículos acerca de la Yihad y el terrorismo islámico.
Es uno de los autores más escuchados y virulentos en su odio al Islam, y como asesor de los círculos neocons, emplea la estrategia de alimentar el miedo a la amenaza terrorista como forma de justificar la represión.Esta es una de sus sentencias:
”¿Cómo podría ser el Corán el mein kampf — es decir, la inspiración y el libro guía, la fuerza motriz– del movimiento de la yihad, y haber aún así musulmanes pacíficos? en primer lugar, porque los propios yihadistas lo invocan rutinariamente como justificación de sus actos de violencia, y como medio de reclutar a otros musulmanes para su movimiento. Hay disponibles online centenares de fotos de terroristas de la yihad blandiendo el Corán, a menudo junto con rifles y otras armas, y cualquier vistazo rápido a las declaraciones de yihadistas demuestra que están llenas de citas del Corán y llamadas de atención a otros musulmanes de que ellos representan “el Islam puro”.
Para el autor del libro “El Yihadismo y el Corán”, está claro que el Corán tiene la culpa de todo. Spencer, publica habitualmente en New York Post, Washington Times, Dallas Morning News, National Post, de Canadá, Middle East Quarterly, etc.
Menos mal que, de vez en cuando, la prensa sirve para algo más que envenenar e incitar al odio, e informa. Así, en un excelente reportaje llamado “Pakistán, viaje al polvorín,” (sin concesiones para el islamismo radical) publicado en el País Semanal el 5 de noviembre, Jesús Rodríguez explica:
“Yihad, esa ambigua expresión islámica que se relaciona inmediatamente en Occidente con el terrorismo internacional, fue, sin embargo, durante 12 siglos, un concepto prácticamente ignorado por los musulmanes. Hasta que la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979. Y Znigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter lanzó una inusual declaración de guerra: “vamos a sembrarles de mierda a los soviéticos su patio trasero”. En un laboratorio de la CIA alguien resucitó el concepto de yihad como una guerra santa de la comunidad musulmana contra los comunistas”.
Y es que la terminología, en esto de la intoxicación, es muy efectiva. Crea conceptos que van arraigando entre la opinión pública y son difíciles de erradicar.
Entre los principales ideólogos mundiales de la islamofobia está también Daniel Pipes, cuyos artículos y editoriales se publican en Wall Street Journal, Los Angeles Times, el New York Post, y que aparece opinando en canales de televisión tan reputados como la BBC y Al-Jazeera.
Daniel Pipes, dirige una infinidad de institutos estratégicos. A él se deben conceptos de moda como los de «nuevo antisemitismo», «militantes del Islam» y «teoría medio oriental del complot», según la cual, los árabes, que se niegan a aceptar su incapacidad para resolver sus problemas, imaginan que son constantemente víctimas de complots occidentales.
Pipes ha sido nombrado por George W. Bush administrador del Instituto Estadounidense por la Paz, una de las instituciones más influyentes de Estados Unidos.
Pues paradójicamente, tratándose de un Instituto dedicado a la Paz, Pipes es un firme defensor del empleo de las bombas para frenar la supuesta amenaza terrorista. Es hijo espiritual de Robert Strausz-Hupé, el visionario del nuevo orden mundial, que, en su manifiesto L’Équilibre de demain, expresa lo siguiente:
«El orden mundial que se perfila, ¿será el del imperio universal norteamericano? Deberá ser así, en la medida en que llevará el sello del espíritu norteamericano. El orden que se avecina constituirá la última etapa de una transición histórica y pondrá fin al período revolucionario de este siglo.
La misión del pueblo norteamericano consiste en eliminar a los Estados-naciones, conducir a sus pueblos enlutados hacia uniones más amplias y frenar, mediante su poderío, las fútiles intenciones de sabotear el nuevo orden mundial que sólo ofrecen a la humanidad una ideología corrompida y de fuerza bruta … Durante los cincuenta próximos años, el futuro pertenece a los Estados Unidos.
El imperio norteamericano y la humanidad no se verán enfrentados, sino serán dos nombres para un mismo orden universal bajo el signo de la paz y de la felicidad. Novus orbis terranum (Nuevo orden mundial)».
Pipes, es además, partidario de la aniquilación de los palestinos y de la guerra contra Irán, como demuestra inequívocamente en un artículo publicado el 31 de octubre de este año en el New York Post.
Por cierto que Flemming Rose, el controvertido editor del Jylland Posten, célebre por la publicación de las viñetas contra Mahoma, viajó nada menos que hasta Filadelfia en 2004 para entrevistarle. Otro tema, el de las viñetas, que merecería mención aparte y que, en su táctica difamatoria, se asemeja peligrosamente a la empleada por los alemanas para azuzar el nazismo.
En cuanto al panorama nacional, en lo que se refiere a la islamofobia nutrida en base al miedo a la amenaza terrorista, esto es lo que reza un Editorial de Libertad Digital, del 2 de septiembre de 2004:
“El terrorismo islámico se ha constituido en una verdadera Internacional del Terror, algo muy acorde con la umma o comunidad de creyentes-combatientes contra el infiel que proclama el Corán”…,
“Partir de la realidad exige reconocer los rasgos liberticidas y violentos que anida en el Islam y que, si no se denuncian y censuran, jamás sus fieles renunciarán a ellos. Ni en Chechenia, ni aquí”.Ahí es nada.
EL ODIO SECTARIOY ahora, retomando la cuestión del Corán como fuente de toda violencia y persecución del infiel, o sea, Occidente, veamos algunas de las afirmaciones del odio sectario. Los que de forma visceral atacan las fuentes dogmáticas del Islam para alimentar la confrontación, suelen hacerlo sin ningún conocimiento y, como decía Edward Said, sin el mínimo rigor científico. Suelen hablar desde las vísceras y no desde el intelecto. El problema es que, como decía Said, nadie se molesta en comprobar lo que dicen, y se les permite hablar en esos términos del Islam con total impunidad (y por ende, de todos los que lo profesan), como hoy en día sería impensable hacerlo con los judíos, los negros o los gays, por poner un ejemplo.
Ese es el caso por ejemplo de Oriana Fallaci, una de las más acérrimas detractoras del Islam y en particular el Corán, hasta el punto que le costó enfrentarse a una denuncia por incitación al odio religioso en su libro “La fuerza de la razón”, por parte de la comunidad musulmana de Italia. Fallaci, apenas era capaz contener su odio sectario y su agresividad.
Esto es lo que dijo en una entrevista de Andrzej Majewski para el Mundo.
“Hay que meterse en la cabeza esta sencilla, inequívoca e indiscutible verdad: todo lo que los musulmanes hacen contra nosotros y contra sí mismos está escrito en el Corán. Viene pedido y exigido por el Corán. La yihad o guerra santa. La violencia, el rechazo de la democracia y de la libertad. La alucinante servidumbre de la mujer. El culto a la muerte, el desprecio a la vida (…). No entiendo la deferencia con la que ustedes, los católicos, se refieren al Corán. Alá no tiene nada que ver con el Dios del cristianismo. Nada. No es un Dios bueno, no es un Dios padre. Es un Dios malo. Un Dios dueño. No trata a los seres humanos como hijos. Los trata como súbditos, como esclavos. Y no enseña a amar: enseña a odiar. No enseña a respetar: enseña a despreciar. No enseña a ser libres: enseña a obedecer”.
También pertenecen a esta categoría de reporteras y periodistas con escasa categoría científica, Judith, Miller, del New York Times, hoy procesada en 2005 por filtrar el nombre de una espía de la CIA, y muy próxima a la política neo con de la administración Bush, así como Michelle Malkin, columnista estadounidense que colabora entre otros en el Fox Channel, y cuya máxima proeza intelectual consiste en decir sin ruborizarse, en un artículo publicado en su página web en agosto del 2006 que, durante 13 siglos, las dinastías omeya, abbasí, fatimí y mameluka, así como los selyúcidas, mogoles y otomanos, obligaron a conversiones en masa a toda la población.
A eso reduce Malkin la historia de 13 siglos, a un párrafo.
La última provocación en este sentido, tuvo como consecuencia sus dosis de amenazas de islamistas radicales (que también sirven a la causa de la islamofobia, por cierto), y también la reacción de los defensores acérrimos de la libertad de expresión, como Jean Daniel. Se trata de las declaraciones del filósofo francés Robert Redeker, para Le Figaro, el 19 de Septiembre 2006.
« Ninguna de las faltas de la iglesia hunde sus raíces en el Evangelio. Jesús es no violento. El retorno a Jesús es un recurso contra el exceso de la institución eclesiástica. El recurso a Mahoma, contrariamente, refuerza el odio y la violencia. Jesús es un maestro del amor, Mahoma, un maestro del odio”.
« Odio y violencia habitan el libro en el cual todo musulmán es educado, el Corán. Como en los tiempos de la guerra fría, violencia e intimidación son las vías utilizadas por una ideología de vocación hegemónica, el Islam, para poseer su plancha de plomo sobre el mundo ».
EL MIEDO A LA PÉRDIDA DE INDENTIDADPero hay todavía otra estratégica de lo más eficaz para alimentar la islamofobia: el miedo a la pérdida de identidad. Es sabido que Occidente, Europa en particular, vive un capítulo de crisis de identidad. Así se puso de manifiesto, por ejemplo, con la victoria del NO a la Constitución Europea.
Europa ve amenazada su cultura, su libertad y su laicidad por esas poblaciones que, desde el Sur y desde Oriente, traen consigo una piel oscura y unas normas de higiene diferentes, como textualmente dice Pipes, así como modelos culturales totalitarios y represivos, que pretenden imponer a las sociedades de acogida. Para colmo, se reproducen en mayor grado y nos quitan los puestos de trabajo y las plazas en las escuelas concertadas.
Es el discurso de la extrema derecha europea, pero también de ciertos de sectores de la izquierda que asisten con pánico a un supuesto recorte de las libertades y una hipotética regresión cultural.
Uno de los ejemplos más notables en este sentido es el filósofo italiano Giovanni Sartori, enemigo acérrimo del multiculturalismo. Esta idea podría ser discutida, pero lo que no es sin embargo aceptable son las burdas generalizaciones que hace del Islam sin ningún conocimiento de causa.
Esto es lo que dijo, por ejemplo, en una entrevista realizada por Hermann Tertsch en El País, el 8 de abril de2001:
“Hay tres criterios para establecer la supervivencia en diversidad. El primero es la negación del dogmatismo, es decir, precisamente todo lo contrario que predica el Islam. Cualquier cosa que uno haga tiene que ser explicada por argumentos racionales. Todo acto tiene que ser explicado. No vale eso de que Dios lo dice, o que es así”.
Aquí, como se puede apreciar, le está negando al Islam toda capacitad para el raciocinio, cuando siempre ha sido exactamente lo contrario a lo largo no solamente de la Historia de la Civilización Islámica, sino incluso del Corán, que contiene más de 700 aleyas dedicadas a fomentar el conocimiento y la reflexión mediante la observación de la naturaleza, frente a unas 250 dedicadas a los aspectos legislativos. Una de las máximas, o hadices, más conocidos del Profeta, dice: “Busca la ciencia desde la cuna hasta la sepultura”.
Otra de las defensoras de este pensamiento defensivo de la izquierda es Caroline Fourest, socióloga francesa, animadora de la revista Prochoix que se ha hecho célebre por sus libros “La Tentación Oscurantista” y “Hermano Tariq”, donde critica el supuesto doble lenguaje de Tariq Ramadan. Se presenta a sí misma como una izquierdista, pero eso no le impide publicar sus opiniones en un medio tan reaccionario como el Wall Street Journal. Para la autora hay dos izquierdas, una buena, representada por ejemplo por Jean Daniel y Bernard Henri-Levy, que dicen lo que piensan y hacen frente al oscurantismo del islamismo, y otra mala, que se muestra indulgente con él (se supone que en la línea de Alain Gresh o Thierry Meyssan.
Según expuso Fourest en un reciente coloquio del Consejo de Europa en París al que fue invitado a participar nuestro Presidente, la islamofobia es una trampa semántica y política, ya que se refiere a la fobia, no a los musulmanes, sino a su religión (la cuestión es que ellos se identifican perfectamente con ella). Esta trampa semántica, según ella, ha sido adoptada incluso por las instituciones internacionales como el Consejo de los Derechos Humanos de Ginebra. Según Fourest, en su último informe, este Consejo,
“Presenta a los periodistas que se refieren al integrismo, como la peor manifestación de lo que pasa hoy en el mundo, todavía pero que los crímenes que se pueden cometer en Sudán o contra las mujeres en nombre de la religión”.
Fourest, en su libro, lo mismo que Fanjul, César Vidal o Pipes, pero con mayor sutileza y vestida de izquierdista, denuncia la indulgencia de Europa y Occidente, en general, y de la izquierda en particular, hacia el Islam y su aspecto netamente oscurantista.
Ella, como tantos periodistas y analistas europeos, temen o dicen temer por el recorte de la libertad de expresión en Europa, tomando como ejemplo más claro la crisis de las viñetas o el reciente ataque a Redeker.
Pero, como dijo Cherif Abderrahman Jah en aquella reunión de la Asamblea del Consejo de Europa sobre la religión y la libertad de prensa,
“La libertad de prensa no se negocia. El mero hecho de que estemos aquí debatiendo si se debe recortar o no el derecho a la libertad de expresión en Europa, significa hacerle el juego a quienes instrumentalizan el miedo al otro para provocar el odio, tanto desde un sector, como desde el otro”.
El caso es que, lo mismo que se hace necesario defender y preservar la libertad de prensa en todos los ámbitos, también sería necesario denunciar la falta de rigor en la información y la incitación al odio y la violencia. Pues no olvidemos que, como afirmó Esteban Ibarra en un reciente coloquio en esta misma Universidad, la islamofobia en un delito penado en nuestro código penal hasta con la cárcel.
Efectivamente, cunde el miedo entre ambos mundos o culturas. Occidente teme la amenaza terrorista global. Pero también teme el uso del “hiyab” en las instancias públicas como símbolo de opresión femenina, el establecimiento de piscinas unisexuales, la proliferación de mezquitas y de carnicerías “halal” y el recorte de libertades para humillar a todos los musulmanes en la prensa. Pues es lo que hace cuando eufemísticamente ataca a una religión, en lugar de a toda una población que se siente perfectamente identificada con ella.
El mundo de ámbito musulmán teme en cambio no solamente el racismo y el rechazo en las sociedades occidentales (lo estamos viendo a diario en los aviones, las colas del paro y los medios de comunicación), sino también a sus propios regímenes y a la amenaza del terrorismo islamista en sus propios territorios (no olvidemos los atentados en Argelia, Arabia Saudí, Marruecos, Egipto…).
A esto se suma el temor a las fuerzas de ocupación que a diario destrozan la franja de Gaza. Los “errores técnicos” que aniquilan a familias enteras sin arrancar ni una condena internacional. Los bombardeos que han destruido Afganistán, Iraq y Líbano. El genocidio bosnio que se produjo bajo la indiferencia internacional. Las matanzas de islamistas radicales en Argelia que se sucedieron durante años bajo el silencio mundial. La miseria y la represión chechenas, y las constantes amenazas a países como Siria e Irán.
Creo que en la balanza, Occidente tiene una responsabilidad infinitamente mayor en la nefasta situación actual, con esa política de “Democracia para casa y represión para el resto”, como para encima permitirse el lujo de continuar alimentando el odio, sirviéndose en gran medida de los medios de comunicación.
Interesante no?
Quizas otro punto de vista.
