El Jefe viene a cenar

LLega el esposo a casa nervioso por la posibilidad de conseguir un ascenso en el trabajo.

-Mi amor, el jefe viene a cenar hoy, así que prepara uno de esos platillos que tan bien sabes hacer.
-Claro mi vida!... voy a lucirme.

Y entre preparativos y nervios, pasó la tarde y finalmente el Jefe llegó a cenar. Dispusieron que se sentara en una de las cabeceras de la mesa, que era solo para cuatro personas. Con lo que no contaban los anfitriones, era la flatulencia que el Jefe padecía y se empeñaba en aguantar y disimular. Así que entre vinos y viandas, la cena se llevó a cabo.

De repente, el Jefe sintió un malestar: un gas pugnaba por emerger... aguantó lo más que pudo y no le quedó mas remedio que hacer mil maniobras para que saliera de la manera más silenciosa posible, aunque no por ello, menos hedionda.

Al percibir el aroma, el anfitrión metió la naríz en la copa de vino disimulando el asco. No así la esposa que exclamó.

-Perro, salte de abajo de la mesa!!- dirigiéndose a la mascota de la familia que, efectivamente, se encontraba debajo de la mesa cerca de los piés del Jefe.

El Jefe se sintió un poco aliviado al ver que le echaban la culpa al pobre animal; así que cuando se presentó el malestar nuevamente, lo dejó escapar en silencio, pero con un aroma peor que el primero. La esposa volvió a decir:

-Perro, entiende, salte de ahí!!.

El perro no se movió, y el Jefe siguió tranquilo pensando que el animal cargaba con la penitencia. Así que ya más animado, dejó escapar el tercer pedo con más escencia que los dos anteriores; el hedor era insoportable, así que la esposa ya más alterada gritó:

-Perro, ya dije que te salgas de ahi!!... No entiendes que te puede cagar el señor??...

Salud.