Curuxa
Heidi Astur
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cada vez q abres la puerta y desempañas el cristal
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« : 12 de Noviembre 2006, 01:35:02 » |
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Sin más, salí de casa, cerré la puerta y tras de mí te quedaste. Inmóvil y con una inexpresión bastante patética.
Esperé, esperé por lo menos media hora encima de la maleta, en el rellano desconchado de la escalera; esa que tú y yo tantas veces habíamos subido a oscuras, tanteando las escamas del papel pintado rasgado, tropezando con los peldaños gastados por los años, con su frío y áspero suelo; qué importaba todo en esos momentos en los que nos amábamos con rapidez y lascivia, sin embargo en ese instante me parecía un rincón claustrofóbico donde mi paciencia no encontraba quien la contuviese y resbalaba por los escalones.
Las películas nos engañan demasiado, esperas que todo ocurra “para bien”, que si yo me voy tú tienes que salir a buscarme, que yo me mantendré firme y tu me convencerás con palabras sacadas de un manual de poesía romántica, que soy el amor de tu vida, pondrás mirada de desesperación, llorarás, y entonces yo te abrazaré, lloraré contigo y te besaré y en ese preciso instante la palabra “fin” bailará al son de violines y violas.
Seguí un buen rato encima de la maleta, que estaba casi más destrozada que la pared de ese maldito descansillo. Pero terminé marchándome, qué remedio, no habías abierto la puerta y yo no había llamado, no estaba en el guión que lo debiera hacer.
Enfilé calle abajo y caminé sin rumbo, no sabía a dónde ir; nunca me planteé a donde iría si me fuera de casa sin una decisión previa. Me propuse hacer autostop, quizás me parase alguien y su destino me pareciera lo suficientemente atractivo como para subirme a su vehículo. Muchos siguieron de frente, otros más que me miraron con extrañeza y pocos los que finalmente pararon: algo confusos los conductores me invitaban a subir y llevarme con ellos, pero cada vez que estaba a punto de decir que sí me arrepentía, una y otra vez, hasta cinco. Entonces me di cuenta de que estaba haciendo autostop, llevando una maleta llena de recuerdos que pesaban, que para colmo era la tuya; además no me gustaban los coches que pasaban.
Decidí volver a casa, saltarme el guión, y quedarme contigo, ser yo el que te fuese a buscar, el que te convenciese de que eras la mujer de mi vida (con palabras sacadas de un manual de poesía romántica), el que te mirase con desesperación, el que llorase, y esperase ese abrazo y ese beso. Llamé y me abriste, pasé.
Lo mejor que me pasó ese día sin duda, fue que me esperaste, sentada tras la puerta, preguntándote si llamaría y tendrías que abrirla, saltándote el guión.
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