Canela
Moderador Area
PeterPaulistic@
   
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Saber que existes me llena de vida.
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« : 14 de Agosto 2006, 17:19:07 » |
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Siempre supe que la gente como el no quiere a nadie, Solo quieren sus victorias sobre los otros, conseguir romperles hasta lo más íntimo. En mi caso mi desorden, o mis pecados. Solo desea destrozar la voluntad ajena... aún así no supe cómo alejarme de él.. Pienso q es imposible volver a ninguna parte, porq en realidad, nunca se tiene donde ir...
"Me voy a morir si te vas"... aprete los labios porq las palabras me herian en la mente, como cerillas encendidas en la palma de la mano. Me abrace a ti como si pudiera salvarte de la fiebre y el delirio, salvarme del miedo de perderte, de verte morir... toda la tarde aferrada a tus muñecas, yendo y viniendo con toallas al lavabo para ponerlas sobre tu frente q era un infierno.
Te odio, te odio desde que tengo uso de razón, te odio por cobarde, por no hablarme... "no siempre es malo hablar de las cosas, -te murmuré-, a veces, las palabras son como palas que nos ayudan a enterrar hondo lo sucedido y hasta lo que no va ha ocurrir. Otras el silencio es nuestra única arma de combate... nada tiene sentido últimamente"... me he pasado media vida huyendo, rompiendo raíces, intentado escribir para llegar al fondo, a lo más sincero, a lo no dañado… me he roto mil veces y ahora sé que es imposible volver atrás, y me cuesta, me cuesta tanto partir hacia delante… pero ya no me importa, me he instalado en esta paz triste y me siento cómoda. Las palabras me disfrazan, no hay más.
Y efectivamente, no hay más … te veo caer en picado, hacia un sueño profundo, donde todo y nada se consuma en una simultaneidad de indefinición y bruma, altas siluetas desconocidas se inclinan sobre ti y ya no tienes miedo, tu cuerpo flota, ingrávido, indemne… Toque tu cuello en una caricia sin lasitud ni tristeza. No me alarmó el tono de tu voz: “Te he querido”… yo aspiraba tu olor a sueño roto, a alcohol y tabaco, a tristeza, te oía entre lágrimas de gratitud, hemos tenido q llegar hasta aquí para reconocernos, ahora sé que el miedo es la única patria de la gente, pero ni tú ni yo, pertenecemos a ningún sitio.
Te dormiste para no despertar nunca más y recordé una tarde de agosto, tú y yo en el borde del muelle, atardecía… me empeñé en leerte el principio de un relato sobre unos chicos q vivían debajo del mar, me mirabas raro, con una risa temeraria destellándote en los ojos me dijiste, “”Suicídame en una de tus novelas, hermana”.
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