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Autor Tema: [Relato erótico] Cristina en el jardín.  (Leído 1811 veces)
GuerreroPúrpura
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« : 28 de Mayo 2006, 21:20:56 »

Soy relativamente nuevo y no sé este tipo de textos tienen cabida aquí (aunque siendo como es esta una web de sexo, me atrevo a pensar que sí). En el caso de que fuera así, pediría a la moderadora que me lo hiciera saber. Sin más dilación, mi historia advirtiendo que agradeceré comentarios para mejorar:

Cristina en el jardín.

            El sol calentaba sin llegar a agobiar y la brisa se refrescaba al pasar por entre las sombras de los frutales. En su toalla, Cristina simplemente se sentía como una parte más del prado, una parte del verde llena de la música que entraba desde sus auriculares.
            Había soltado el nudo que ataba la parte de arriba del bikini al cuello y sentía la agradable sensación de que el sol estaba llegando a acariciar piel que llevaba mucho tiempo cubierta.
            Casi sin darse cuenta, empezó a rozarla con la punta de los dedos. Su piel era suave y la crema la convertía en aún más deslizante. Sus dedos subían y bajaban de pecho a pecho. Entreabrió los ojos y miró alrededor. Efectivamente no había nadie en casa. Se preguntó cómo sería hacer topless, sentir el sol completamente sobre su cuerpo. Volvió a mirar alrededor e, indecisa y poco a poco, fue tirando del bikini hacia abajo con la punta de los dedos. La tela se enganchó suavemente y por segundo en sus pezones, ligeramente endurecidos por el nerviosismo pero en seguida lo retiró completamente.
            El calor primaveral se posó sobre aquella piel más blanca y la brisa refrescó al tiempo su zona más sensible. Cristina había leído en alguna revista lo importante que era usar crema en estas zonas tan sensibles y tan poco expuestas al sol normalmente así que alargó la mano para coger el bote de crema. Un ruido la sobresaltó y con un gesto instintivo se cubrió con el brazo. Miró en todas direcciones pero no vio nada extraño, ni siquiera fue capaz de situar el origen del ruido aunque se tranquilizó pensando que habría sido alguna rama mecida por el viento o tal vez alguna mascota de algún vecino jugando con los setos.
            Se sentó y echó un poco de crema en su mano para luego extenderla poco a poco por el pecho. Casi se sorprendió con la suavidad de su piel. Nunca se había acariciado así, nunca había sentido la textura de sus pezones. Sólo de pensar que se estaba tocando se sintió extraña. Una mezcla de culpabilidad y sorpresa, así como de curiosidad. Pasaba suavemente las manos sobre su cuerpo sintiendo como sus pezones se endurecían. Pasaba la palma de la mano sobre todo el pecho y luego volvía a pasar más suavemente y sólo con la punta de los dedos rodeando la aureola de sus pezones y rozando el pezón de arriba a bajo.
            Sin dejar de acariciarse, miró de nuevo alrededor antes de echarse sobre la toalla y cerrar los ojos. Sentía entre sus dedos el tacto aceitoso de la crema, su piel suave, la sensible rugosidad de la piel de sus pezones. Cada caricia le provocaba un leve escalofrío que nacía en la parte baja de la espalda y subía hacia los hombros.
            Las suaves caricias se fueron intensificando sin que Cristina apenas se diera cuenta. Se encontró de pronto apretando sus pechos entre sus manos y suspirando, moviendo lentamente las caderas. Sintió que los escalofríos no subían ya por su espalda sino que se transformaban en un hormigueo que anidaba en su entrepierna. Apretó los muslos uno contra otro y comenzó a mover las piernas entrecruzándolas.
            Se detuvo de golpe. De nuevo ese ruido. Esta vez lo había oído más claramente y miró directamente hacia el seto que cubría la verja que separaba su jardín de la parcela del vecino. No veía nada. Se rió para sus adentros pensando en lo nerviosa que estaba al estar pendiente de que la vieran. Imaginó la vergüenza que pasaría si alguien la viera. Su imaginación tiró del hilo de esa idea y Cristina pensó en que era posible que ese ruido tal vez lo habría hecho el vecino. Se encontró pensando en la posibilidad de que su vecino, no, seguramente dada la hora que era, sería el hijo del vecino, estuviera escondido mirándola. Para su sorpresa, esa idea no la desagradó. En lugar de sentirse incómoda, notó como el hormigueo de su entrepierna crecía.
            Volvió a extenderse en la toalla y cerró los ojos. Poco a poco volvió a sus caricias y a concentrarse en la sensación de sus manos recorriendo su piel pero no podía sacarse de la cabeza la idea de que era posible que la estuvieran mirando. De hecho, se dio cuenta de lo que lo que más le gustaba de aquellas caricias era que tal vez alguien las estuviese viendo. Imaginó cómo se sentiría su joven vecino observándola. A su mente vino la imagen de chico, agazapado entre los arbustos temeroso de ser pillado pero enganchado a la imagen que estaba contemplando. Lo veía excitado, acariciándose la entrepierna por encima del pantalón. Pudo incluso imaginar su erección.
Todas estas imágenes aceleraron el pulso de Cristina. Sus manos ya no rozaban sus pezones o acariciaban sus pechos, también bajaban por su vientre, acercándose a la parte baja del bikini. Sintió que cómo se humedecía su sexo cuando las caricias se centraron en su cadera, bordeando el elástico del bikini o medio entrando un dedo por debajo. Apretaba las piernas y notaba como sus muslos rozaban su clítoris. En su cabeza veía a su vecino abriendo la cremallera y empezando a tocarse directamente. Comenzó a jadear suavemente.
            Apretaba los párpados y trataba de controlar la respiración, pero en cuanto su mano pasó por encima de su entrepierna no pudo evitar abrir la boca de par en par aunque consiguió ahogar el gemido. Dejó ahí esa mano y no dejó de rozarse mientras con la otra jugaba con sus pechos y pellizcaba suavemente los pezones. Se mordió el labio, al otro lado del seto, imaginaba, su vecino estaría muy caliente, seguramente ya habría empezado a masturbarse sin preocuparse de que lo pillaran. Esta idea la excitó de tal manera que se dejó llevar e introdujo la mano bajo el bikini, acarició su pubis depilado y pronto llegó a su sexo. Estaba tremendamente mojada. Sintió en sus dedos el calor que brotaba de su vagina, acarició los labios de su vulva y humedeció el dedo corazón en sus jugos antes de llevarlo sobre su clítoris.
Se mordió el labio al sentir el roce de su dedo sobre su clítoris. La otra mano la agarraba del pelo, pasaba por su cuello, sus labios, apretaba sus pechos, rodeaba sus pezones o recorría su vientre. Entre sus muslos aumentaba la tensión. Con la palma de la mano apretaba sobre el clítoris mientras introducía el dedo corazón en su vagina. Se movía rítmicamente dentro y fuera de su sexo así como arriba y abajo para rozarse el clítoris. El vecino tendría que estar a punto de correrse. Y sólo pensarlo aumentó su excitación. Jadeaba. Con el dedo anular empezó a acariciarse el borde del culo, mojándolo con los juegos que salían de su vagina antes de empezar a meterlo poco a poco.
Sentir como sus dos agujeros se abrían a la vez que la presión de su mano intensificaba las palpitaciones de su clítoris. En su mente el vecino ya no se masturbaba. Directamente se lo estaba imaginando sobre ella, el juego del mirón había acabado, quería sentirlo dentro de sí,  notar su peso y acariciar su cuerpo musculado.
            Le temblaban las piernas, jadeaba sin medida. Sus dedos exploraban todo el placer de su sexo y su culo. Con la otra mano empezó a frotarse el clítoris rápidamente hasta que una ola de calor la invadió. Arqueó la espalda y abrió la boca. Durante una fracción de segundo todo su cuerpo se tensó antes de estallar en un orgasmo que nubló su cerebro y la llevó lejos de su cuerpo durante unos segundos.
            Entreabrió los ojos y se quedó de piedra. Casi en frente de ella los setos se movían muy rápido. Optó por no moverse nada. Unos segundos después no pudo evitar abrir los ojos de par en par: dos chorritos blancos saltaron del seto hacia su jardín a través de la valla de alambres.
« Última modificación: 15 de Junio 2006, 01:56:19 por GuerreroPúrpura » En línea
kakiamor
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Las ideas no se matan


« Respuesta #1 : 2 de Junio 2006, 00:56:13 »

Donde Vivis? Por que se parece a mi vecinita. Saltarin
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GuerreroPúrpura
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« Respuesta #2 : 7 de Junio 2006, 00:22:46 »

Pues eres un hombre afortunado!

Jeje, digamos que la acción se desarrolla en el norte de España.
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Alkawueto
Forero Cabrero
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Libertad no es tener un buen amo, sino no tenerlo


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« Respuesta #3 : 13 de Junio 2006, 11:29:12 »

Calentito... pero con unos retornos de línea a lo mejor quedaría mas liviano...  Wink
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¿¿¿ALGUIEN HA VISTO A MI CABRA??? ANDE SABRÁ METIDO...[/color][/b]
GuerreroPúrpura
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« Respuesta #4 : 15 de Junio 2006, 01:57:50 »

Como lo pegué de word, los perdió. He hecho un apaño, supongo que esté mejor  Cervecitas
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