Okanokam
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« Respuesta #1 : 14 de Abril 2006, 15:58:22 » |
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EL GRANADA EN EL ESPIRITU DE TRES GENERACIONES
Luis Oruezábal.– Había muchos jugadores a los que le tenían mucho respeto los compañeros. Aguirre Suárez, Fernández, Montero Castillo... no querían perder y te mentalizaban antes de salir al partido o cuando estabas en el campo. Jugar bien o jugar mal dependía mucho del contrario, pero correr, luchar, dejar la última gota de sudor en el campo lo podíamos hacer todos. Entonces, tú te tenías que entregar al máximo, por respeto a tus compañeros, por respeto a ti mismo y a la afición. Capaz que tú también, en tu época, tenías otros jugadores que inculcaban tanto, ¿no, Luis?
Luis Martínez.– Sí, yo he tenido muchos. Becerril, uno de ellos, animaba mucho. Carranza, Lalo, con sus cosas, estaba siempre allí, pum y pum y pum, y si te veían flaquear, te animaban siempre.
Manuel 'Lina'.– Yo era un poquito más joven y cuando llegué al vestuario le tenía mucho respeto a gente como Izcoa, por ejemplo, Santi, Benítez... los tenía como dioses. Estar al lado de ellos y ver cómo entrenaban, cómo luchaban te contagiaba. Los había tenido en los cromos, los había visto cuando era pequeñito… Imaginaos lo que era para mí estar en el equipo.
L.M.– Benavídez me enseñó a darle con la izquierda. Se ponía en el área y yo en el centro del campo. Me decía: la paras con la izquierda. Ya ves. Pero terminé dándole mejor con la izquierda que con la derecha.
L.O.– En Argentina yo empecé a querer a España sin conocerla. Aquí, en España, continuamente los argentinos estamos de asado, pero en Argentina la reunión de los españoles era para una paella. Yo creo que me comí en Argentina las paellas que no me voy a comer en la vida en Granada. Una de las ciudades más importantes: la Alhambra, predilecta del turismo. En los estudios, la historia de García Lorca, su vida, me la habían inculcado en el colegio. Venía con una referencia, deseos de ver la Huerta de San Vicente… Muy contento de venir a una ciudad que era internacionalmente conocida.
M.L.– Yo empecé a ir al Granada en el declive de Primera a Segunda. La Primera la recuerdo más lejana. Ya de Segunda sí tengo recuerdos más claros de aficionado.
L.M.– A ti te vi jugar en el juvenil, con Mingorance de entrenador, que tengo mucha amistad con él y se dedicó a entrenar. Yo de Luis no me acuerdo porque dejé de ir al campo.
M.L.– Sí tengo las sensaciones de esos equipos vuestros como una cosa histórica, que tenían un valor, que tenían un nivel que cada año se ha ido perdiendo. No sólo de categoría, sino que el Granada cada año ha ido deteriorándose. O sea, cuando empecé en Segunda A, con aquellos jugadores tan buenos, pues no tenían nada que ver, cuatro años después, con los que entonces había. No ha habido picos, ha hecho así: fififfff...
L.O.– Nombré unos cuantos, que eran los más famosos, pero había también jugadores de muerte, porque Falito, Ñito, Izcoa, Jaén… Rafa Jaén tenía un ímpetu que contagiaba. Tú veías que a tu alrededor luchaban y tenías que luchar. Porta, que las metía todas, Dueñas, Quiles, Lorenzo… Los escuchabas pelear, Aguirre y Fernández...
M.L.– Otra cosa que quería decir, que los que vienen de fuera acaban quedándose en Granada. Casándose o estableciendo su vida aquí: vosotros mismos y Macanás, Antonio…
L.M.– ...Y Mingorance y Carolo...
L.O.– ... Pellejero... y Lalo… Torres...
L.M.– Cuando estaba todavía en el Recreativo, los jueves jugábamos el partido de entrenamiento con el Granada. Nos dábamos de palos… Yo cogía y me iba por el centro, que estaba Manolo Méndez, porque por la izquierda me cogía Forneris o Pellejero, por la derecha, Vicente y Becerril… ¡Mira! Ahora, cuando yo debuté, el Granada era un equipo veterano pero con mucha calidad. Fuerza y calidad. Porque Manolo Méndez era uno de los mejores defensas de España en aquella época. Y Lalo, Arsenio, Carranza, que era potente de cintura p'arriba. No veas, hacía así, fíjate lo que era Campanal, y se lo llevaba. Juanito Vázquez, Larraz…
L.O.– Había una referencia. A ninguno le gustaba perder con el equipo filial. Lo que dice Lina, que luego no hubo referencias. Me acuerdo mucho que Bakero venía mucho a comer al restaurante, que se casó con una granadina. Y decía que Cruyff y Rexach siempre le hablaban de Granada, de la 'guerra', le contaban anécdotas y cosas. A Granada venían todos con temor.
Granada Hoy.– Esto lo cuenta Antonio Martos. Subía el autocar del Barcelona para Los Cármenes por Doctor Olóriz, que entonces era de doble dirección. Y al pasar por la Plaza de Toros, le dijo Rexach a Asensi: "Chepas, que era como apodaban a Asensi los jugadores, ¡qué suerte tienen los toreros!".
L.M.– Es que el campo imponía…
L.O.– Escúchame, el ambiente. Ya el sábado lo veías.
M.L.– Ha cambiado mucho. Antes venía el Madrid, el Barcelona...
L.M.– Pero en Tercera llenábamos el campo. Yo recuerdo el primer día que jugué aquí, con Mingorance, en 1957, contra el Malagueño, y el campo se llenó.
L.O.– En Los Cármenes era muy difícil ganar: Aguirre, Fernández, Montero, Jaén…
L.M.– Y el lateral izquierdo, Lorenzo, ¿dónde lo dejas?
L.O.– Pero Lorenzo ya no jugó conmigo.
M.L.– Había esa sensación que decís vosotros. Bueno, al delantero, cuando pasaba la media y había sobrevivido, le salía Fernández y, si todavía pasaba, el que lo enterraba era Aguirre, ¿no?
L.M.– "Dejámelo a mí, dejámelo a mí...", decían.
L.O.– Pero, sobre todo, era el espíritu que había dentro del campo. Que salías con una ilusión de luchar, de correr, de morder, de dejarte la última gota de sudor… Te podían salir bien o mal las cosas, pero el espíritu de sacrificio era insuperable.
L.M.– Pellejero también empujaba mucho. Para mí, no era leñero. Ha sido 'marranillo', inteligente, listo… Te agarraba, te empujaba, esto, lo otro... Forneris era el que daba. Y Becerril… Es el que me enseñó a mí a saber cómo dar patadas. Me dijo: "Mira, Luis, cuando le des una y se levanta insultándote no tienes problema. Ahora, como te diga 'no te preocupes', te la está esperando".
M.L.– Yo es que no sabía dar patadas. Si entraba en el plan de las patadas es que no sabía. Tenía una máxima: primero, anticiparte, y si no puedes anticiparte, aguanta. Alguna vez, porque se iba el jugador, le tuve que dar, pero no esa patada de mala leche, para amedrentar… Nunca me han expulsado. Yo creo que es por ese carácter. Otros son más agresivos, van a la pelea o les gusta.
L.O.– Eras más de colocación. Yo le decía a Aguirre muchas veces: "Tú corres p'atrás. Si podías haber llegado tranquilo y lo dejas correr al otro para meterle". ¿Sabes? Esperaba un poquito para llegar al balón justo con él y ya darle la cuchara al balón, al tío…
L.M.– La lesión de Forment… Yo sufría cuando iba a verlos
L.O.– Dejó correr la pelota, pero él tampoco entró para romperle la pierna. A Fernández se le notaba más. En Estudiantes había unos cuantos como Aguirre. Recuerdo a Bilardo: en todos los córner me pellizcaba, me dejó los costados negros, a ver si reaccionaba. Pero estaba aleccionado. Y de boquita, no veas. Pero mira lo que pasó: vino Miguel Muñoz, que si Aguirre p'a fuera, el otro p'a fuera… Y gracias a esa gente el Granada se mantenía. Artimañas, sí. La imagen que daba el equipo era demasiado dura pero la gente te respetaba más
M.L.– Lo que decíais del Barcelona: los jugadores se lo pensaban. Yo no me la voy a jugar aquí. Yo me la jugaré en el Bernabéu o en otros campos.
L.O.– El día del Castellón. Estaba Aguirre en el banquillo. Jugaba Planelles. Entra en el segundo tiempo y empieza. A Jaén, a Montero, a Fernández: "¡Sois unas mierdas, cabrones, este niño os está volviendo locos. Parece mentira. Vais a ver ahora cómo se hace!". Pero peleándose con los otros. El que lo escucha se cree que es verdad. Y el otro, Planelles, p'atrás. Nada más que hablando lo amedrentaba.
L.M.– Sí, pero a Santillana le pusieron un ojo…
L.O.– Tú te acuerdas, que Santillana se iba a tirar el córner y Macanás venía a rematar. El mundo al revés.
L.M.– En Barcelona perdimos una vez 5-4. Nos anularon un gol y un penalti. La época de Kocsis, Suárez, Kubala… Ese año estaba yo empezando y nunca se me olvida. Venía el Madrid y teníamos 30.000 pesetas de prima. Diez del club y veinte del Barcelona. Nada más salir, al cuarto de hora, 0-2. Pero nos fuimos al descanso 2-2. Y nada más volver, Arsenio cogió una bolea desde esa boca de túnel que había... 3-2. El portero era Domínguez, argentino. Faltando ocho minutos, mi pensamiento: 30.000 pesetas, madre mía. Mira, nos tiran, sale Piris, no bloca, cae a los pies de Puskas. Pom. El cañoncito. Ese le pegaba seco. Empate. Y luego, otro córner, le da a Manolo Méndez… En propia meta. Y perdimos 3-4. Adiós a la prima.
M.L.– 30.000 pesetas de entonces era dinero.
L.M.– 1960. Te comprabas un piso en la Gran Vía. Me acuerdo que le hice una entrada a Di Stéfano. Que yo nunca he dado patadas. ¿Qué me dices tú? Me miró así y le dijo a Marquitos: "Ché, dale al nene".
L.O.– Yo en el Bernabéu jugué en el infierno, después de lesionar Fernández a Amancio aquí. Que Benito me levantó a mí, me rompió la clavícula. Yo no sé de dónde apareció que fui a parar el balón y me levantó como dos metros. Uf, era impresionante los silbidos, un infierno. Al salir se veía el ambiente, la predisposición de la gente. La televisión repitiendo la jugada.
M.L.– A nosotros Pardeza, Butragueño, Martín Vázquez… Allí nos cogieron y… Míchel aquel partido no lo jugó. El 'Buitre' si se paraba dentro del área con el balón estabas perdido. Le oí que aprendió a driblar con su perro… Si podía con un perro, imagínate con un jugador. Frenaba y como tenía una salida explosiva tú ya no podías hacer nada. ¡Qué jugador!
L.O.– ¿Tú te imaginas lo que sería esto con el Granada en Primera? Y la ciudad. Cada quince días le tocaba la lotería. La gente sale ahora más que antes. Sale la gente el sábado, está dos días en Granada, ve el partido.
L.M.– Entonces ibas a Los Mariscos, al Sevilla, al Jandilla, a Casa Luis… El martes siguiente ya estabas metido en el siguiente partido.
M.L.– Ahí está el fallo. En Primera hubo afición, economía... Comprar un campo, invertir en futuro. Cuando hubo voluntad ya no había posibilidades.
L.O.– Con Candi era otra cosa. Formalidad había. Siempre pagó. Seriedad al máximo, tú.
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