
Amanece, con la esencia de la necesidad y la lluvia,
De suelo abierto, árboles oscuros, aire seco del dormitorio.
Bajo la lámpara mortecina, media vestida -- mi cerebro
Pereceando en alguna fantasía compulsiva --
Seco mi quijada y me detengo, y miro fijamente,
a una boca seca que se cae.
Parece que es tiempo de aprender otra vez
En este incansable, desmoronado lugar para crecer
Al cuál, por este tiempo, retorné.
Ahora llanamente en el espejo de mi alma
Leo que últimamente me parezco a mi juventud
Y un poco mas; a los incompletos
Que alcanzan la edad de Cristo.
Debajo de mi ventana los árboles despiertan
Cortados limpios para padecer mejor, están mutilados
Sufriendo sus necesidades brutales;
Y como deberían la carne no abatirse, cuando palmo a palmo
Se mutila más? En lenta aversión
Doblo mi toalla con la elegancia que conservo,
No joven, ni tampoco renovable, pero de hombre.
THOMAS KINSELLA
(Traducción de Robert Smith)