Noelia, la que vive en un piso de 22 m2, la que comparte su vida con un pez llamado Pez.
Desde hace un tiempo colecciona amantes, los anota, los recuerda, los saborea una y otra vez en su cabeza; tiene un cuaderno sólo para ellos, como también tiene otro para las esencias de los perfumes que elabora.
Les pone nombres que no son suyos, porque tiene la “norma” de no preguntarles cómo se llaman, y más aún, no deja que ellos se presenten; le gusta imaginarse haciendo el amor con un Pedro (aunque se llame Juan), o un Jaime (aunque se llame Luis).
Juega a reinventarse cada vez que conoce a un nuevo apartado de su abultada libreta, unas veces se imagina fotógrafa, ,otras ejecutiva, otras una mujer fatal, otras una débil sumisa…
Noelia no quiere enamorarse, se dice a sí misma que le proporciona más amor y comprensión Pez, y que de los hombres obtiene el consuelo del sexo, conversaciones gestuales en el contexto de un lenguaje no hablado, mojado, y en ocasiones obsceno. Y eso le gusta; mantener el control aparente de lo que le rodea, de su rutina, su corazón y su sexualidad. Dueña de su mundo y sus anhelos, de su vida, sabiéndose engañada por una persona que la conoce mejor que nadie, una persona que le susurra cada noche que lo que hace llena el espacio corto pero no cimienta la felicidad a largo plazo, una persona que se llama Noelia.
Una Noelia que vive en un piso de 22 m2 , que se dedica a elaborar perfumes y que comparte su vida con un pez llamado Pez.