En el Panfleto de un buen amigo, amante de las letras y otros vicios, leí lo siguiente que comparto con vosotros por creerlo interesante...
Motivos emotivos Norbert Bilbeny| [fragmento]
En el recorrido de la vida hay unos tramos para la pasión y otros para la razón, pero todos pasan por el cauce de la emoción, de la que en un grado u otro dependen y sacan partido. Lamentablemente, para muchos la «madurez» consiste en reprimir las emociones y la pasión, y quien no lo hace es acusado de «inmaduro» o «adolescente». Pero sólo estos, los de la sinceridad a contracorriente, son los que más cerca habrán estado de la felicidad. Ahí está, en la emoción, toda el alma humana y lo que nos hace humanos, porque las diferencias genéticas y funcionales del homo sapiens con los otros primates no son muy destacadas.
Fuga sin fin Joseph Roth| [apunte en el diario del protagonista]
Dormí con una mujer que, después de una hora, me despertó para preguntarme si mi amor interior hacia ella correspondía a mi capacidad de rendimiento corporal. Pues sin ese «factor espiritual» se sentiría «manchada». Tuve que vestirme deprisa y, mientras buscaba debajo de la cama un botón de mi camisa que había salido rodando, le expliqué que mi alma habitaba siempre en aquellas partes del cuerpo que justamente necesito para la práctica de cualquier actividad. Por ejemplo; cuando salgo de paseo, en los pies, etc.
CaridadAndré Comte-Sponville| [extracto de su “Diccionario filosófico”]
Es el amor desinteresado por el prójimo. Que sea desinteresado cae por su propio peso: el prójimo no siempre es interesante.
Como, por definición, el prójimo es cualquiera, la caridad, por principio, es universal. Es lo que la distingue de la amistad, que no se da sin elección ni preferencia (Aristóteles: «No es un amigo el que es amigo de todos»). Uno escoge a sus amigos; nadie escoge a su prójimo. Amar a los propios amigos no significa amar a cualquiera, ni amarlos de cualquier manera: es preferirlos. La caridad sería más bien una dilección sin predilección. No hay que confundirla con la filantropía, que es el amor a la humanidad, es decir, a una abstracción. La caridad sólo se refiere a los individuos, en su singularidad, en su concreción y en su fragilidad esencial. Es amar a cualquiera, pero en la medida en que ese cualquiera es alguien; es alegrarse de la existencia del otro, sea lo que sea, pero tal como es.
Lo que nos aparta de ella es el yo, que sólo sabe amarse a sí mismo (egoísmo) o amar en beneficio propio (concupiscencia). Esto nos indica el camino a seguir. «Amar a un extraño como a uno mismo -escribe Simone Weil- implica como contrapartida: amarse a uno mismo como a un extraño.» Hay razón en decir que La caridad bien entendida comienza por uno mismo, pero normalmente se entiende al revés. La caridad comienza cuando uno deja, en la medida de lo posible, de preferirse.