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Autor Tema: MIS RELATOS ERÓTICOS  (Leído 12167 veces)
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PeterPaulistic@
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Soy Celta, estoy feliz.


« Respuesta #10 : 26 de Diciembre 2005, 04:47:40 »

UNA GRAN SORPRESA

Resumen: aquí les cuento un caso de lo más gracioso que inesperadamente se nos presentó a Natalia y a mí, una noche de sexo que prometía ser tremenda.

     Este caso que me dispongo a relatarles nos sucedió a Natalia y a mí hace tan sólo una semana. Resulta que estábamos en Sábado por la noche, una de esas tremendamente frías de fines de Invierno en que llueve y truena a más no poder, y verdaderamente que no teníamos ninguna gana de ver televisión o mirar películas en el DVD, así que pusimos unos buenos leños en la estufa, y nos dedicamos a conversar y tontear un poco, como siempre nos gusta hacerlo con tanta frecuencia. Llegó un momento en que me senté sobre la alfombra del piso pero recostado a la pared, con las piernas estiradas y un poco abiertas; Natalia hizo lo propio, pero pidiéndome que separase mis muslos un tanto más, de modo que se acurrucó allí e hizo respaldo contra mi pecho y abdomen, luego de lo cual yo estreché su cuerpo con mis brazos, y enlazamos nuestras manos y dedos.
- Te amo, Natalia, mi vida, te amo.

     Nos habíamos puesto especialmente románticos y particularmente cariñosos. He de decir que la noche era especialmente propicia para ello, con tanta tormenta y frío fuera, contrastando con la calidez producida por la estufa y la temblorosa claridad arrojada por las llamas al arder la leña. Habíamos tenido la precaución de apagar todas las luces, con lo que el ambiente estaba encantadoramente penumbroso y entre rojizo y amarillento por el resplandor del fuego.
- Yo también te amo, mi cielo. Te quiero mucho, Roy –me devolvió Natalia, y se apretaba mucho contra mí.

     Así estuvimos un buen rato más, quietos y callados, contemplando en silencio el cálido ir y venir de las llamas y el frío resplandor de los relámpagos en el exterior. Llegó un momento en que comenzamos a cansarnos de estar en esa misma posición, de modo que nos movimos un tanto, y allí es donde Natalia aprovechó para decir que tenía calor y, de esa manera, quitarse algo de ropa.
     Yo me di cuenta de por dónde venía la cuestión, y que no era precisamente debido a lo eficiente del funcionamiento de la estufa que ella se sentía con “calor”, sino que éste tenía otros motivos y otra significación. Estaba decidido a seguirle el juego hasta donde ella estuviese dispuesta, así que también yo me quité algunas prendas. Terminamos desvistiéndonos mutuamente ella a mí y yo a ella, de manera que finalmente quedamos de pie desnudos en la sala, ante la estufa. Nos encontrabamos frente a frente, y mi pene estaba erecto. Nos acercamos, y abrazándonos nos dimos un profundo beso húmedo, luego de lo cual Natalia me dice:
 - Espérame un segundo, ya vuelvo –y se dirigió al baño grande de planta baja.

     Mientras ella iba no sé por qué enseres, yo decidí encender nuestro equipo de música y poner un disco compacto de la colección de 45 que tenemos, como para darle otro toque al momento, y subir un punto la ambientación de la situación. El primer tema que elegí era “Blade Runner”, pero no la versión bailable sino la simple.
     A todo esto, Natalia ya estaba de regreso, y traía por todo equipo simplemente un potecito como de pomada o crema facial. Pensé que sería alguna crema lubricante especial y así le pregunté, a lo que me respondió que era simple vaselina.
     “Puagh, qué asco”, pensé, y debí haber hecho algún gesto involuntario de contrariedad, porque mi esposa me dijo:
 - Ya verás que resulta divertido. ¿Por qué no probamos algo diferente en estos temas? Siempre nos gustó cambiar y probar distintas variantes, ¿no?
 - Sí, es verdad. Bueno, venga, me lo pasas y nos divertimos un rato, ¿sí? Mastúrbame un poquito con eso, que luego nos cambiamos.
 - Vamos, sí. Va a ser divertido.

     Total que Natalia sacó un poco del recipiente, donde apenas quedaba un resto sobre el fondo del pote, se lo restregó en los dedos, y comenzó a esparcirme esa vaselina por todo mi pene erecto, principalmente en el prepucio y parte del glande. Sin embargo, como a los tres minutos mi erección comenzó a declinar norotiamente, terminando por bajar completamente al cabo de unos pocos segundos. Yo sólo atiné a sonreir nervioso ante la situación; me sentía perplejo, ya que nunca antes me había sucedido. Mientras, Natalia me miraba con un gesto entre bastante sorprendida y un poco fastidiada, como diciendo “¿Y a éste qué chifladura le pasa ahora?”.
 - ¿Qué pasó Roy? ¿Te sientes bien?
 - Sssiii... Sí, perfectamente... No lo entiendo... Íbamos tan bien...

     Bueno, total que fuimos y nos lavamos un poco y seguimos con nuestros besos y caricias, hasta que mi erección se recuperó estupendamente, al cabo de tal vez cuatro o cinco minutos, acompañada de un gracioso cosquilleo u hormigueo en todo el pene. Mi primer pensamiento fue culpar a la maldita vaselina de Natalia y su inoportuna idea de usar eso en esta ocasión decididamente tan especial. Sin embargo, decidí no decir nada ni emitir comentario alguno, con tal de no disgustar a mi esposa.
     Entonces Natalia volvió a aplicarme el sospechoso lubricante con base de vaselina, y a los tres minutos ¡¡ZAS!!, otra vez mi querido pene caía en un profundo sopor. Parecía que nos habían hechado un gualicho, o que estábamos emproblemados de alguna manera misteriosa.
     Otra vez a lavarnos, otra vez a empezar todas las caricias de nuevo desde cero, y nuevamente esa sensación de hormigueante escozor en mis genitales. Al final, luego de suceder lo antedicho por tercera vez, no pude contenerme y le pregunté a mi esposa:
 - Natalia, cielo, ¿qué me estás aplicando en el pene?
 - Pues es vaselina, nada más... De la que se compra en las farmacias... No entiendo lo que ocurre... ¿De veras te sientes bien, Roy?
 - Sí, por supuesto que estoy bien, sólo que un tanto confundido.

     Me dio por mirar el recipiente, y vi que llevaba estampado el nombre de un medicamento, o algo así como la marca de un producto médico. Se lo hice ver a Natalia, preguntándole por el asunto e interrogándole de dónde había sacado ese envase tan raro y tan fuera de lugar en nuestra casa.
     Recién ahí fue que se develó el misterio: tiempo atrás, ese recipiente había sido traído vacío por ella desde el hospital local donde trabaja, y luego había pasado por la farmacia particular para que se lo completaran de vaselina. Pero no era un envase común y vulgar, sino que previamente había contenido una crema especial con anestésico, de eso que emplean las enfermeras y los médicos en algunos tratamientos y estudios; y allí estaba la clave que develaba mis erecciones y mis bajones: simplemente, el último resto de vaselina “común” estaba ligeramente “contaminada” por el anestésico, con lo cual mi pene sencillamente perdía toda sensibilidad al tacto y a la estimulación de cualquier clase, con lo cual volvía al estado de más absoluto reposo.
     Al final, terminamos manteniendo relaciones sexuales sin lubricante, pero con todo fue una de las noches en que más nos divertimos, porque en definitiva debimos haber estado casi una hora hasta que nos dimos cuenta del asunto, más otras dos horas o algo más hasta que decidí llegar a mi orgasmo.
     Estuvo gracioso después del primer momento de sorpresa, y luego de eso hemos vuelto a probar algunas veces más empleando vaselina con anestesia, y la verdad es que lo hemos disfrutado mucho, pero estas son otras historias que ya les contaré otro día.
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« Respuesta #11 : 26 de Diciembre 2005, 04:50:12 »

MI AMIGA NADIA

Resumen: yo, Natalia, me hago mucho más que amiga de Nadia. Aquí explico por qué.

     Hola, mi nombre es Natalia, tengo 32 años y estoy felizmente casada con un hombre encantador llamado Roy, aunque sus amigos y demás íntimos cariñosamente le llamamos “Pati”, porque se deja crecer las patillas y se afeita el resto de la barba. También creo importante destacar que es rubio y de ojos celestes, hombros anchos más bien musculosos así como piernas naturalmente fuertes y robustas. Debo reconocer que siempre tuvo cierta fama de hombre apuesto. Ahora cuenta 34 años de edad.
     Él ahora me permite enviar mi relato para que conozcan mi posición de la relación que mantenemos con nuestra amiga Nadia.
     Yo tengo cabello rubio ceniza casi castaño y rizado que me llega hasta los hombros, piel blanquísima, ojos marrones muy claros, facciones delicadas y mejillas más bien redondas, y un cuerpo muy bien modelado con una cola bastante prominente y muslos gruesos y musculosos.
     Todo comenzó hace 9 años, cuando yo contaba 23 años y decidí inscribirme en un curso de Enfermería de un Instituto privado de nuestra ciudad, de 18 meses de duración. Por el mismo tiempo también se dictó un curso de Auxiliar de Servicio, al cual asistía el entonces para mí desconocido Roy. Bueno, no daré demasiados detalles porque sé que él ya lo ha explicado bien con profundidad en un relato suyo que ha dado a conocer bajo el título “Mi esposa y su amiga”, y que creo me halaga demasiado favorablemente.
     La cuestión es que poco a poco fuimos fijándonos el uno en el otro. A mí me encantaba de él su aspecto físico, su gesto de seguridad en sí mismo, su aplomo y cordura, una buena dosis de cierta timidez mezclada con una pizca de fanfarronería, su gesto que reflejaba ya entonces una firmeza de carácter a veces estremecedora, y sus expresiones y modales muy selectos. Me cautivó, sobre todo, la mirada serena y dulce, un poco melancólica y casi triste por momentos. Comenzó a despertarme sentimientos extraños, como de afinidad.
     Un día me invitó unas galletitas a la hora del recreo, y desde esa ocasión comenzamos a reunirnos en cuanto nos era posible. Luego de unas semanas comenzamos las clases prácticas en el Hospital de la ciudad, donde seguíamos viéndonos, y uno de los últimos días me declaró formalmente su amor. Fue un momento muy conmovedor, sobre todo porque se le veía emocionado y sincero. Estaba serio, y otra vez pude ver en sus ojos esa mirada triste; me tocó de veras el corazón, y sin embargo lo hice esperar cuatro días.
     Bueno; para hacer corta la historia, la cuestión es que después nos comprometimos, él compró una casa antigua para restaurar, y tiempo después fuimos a vivir allí cuando nos casamos. Pero no nos adelantemos demasiado a los acontecimientos, que no es a esto a lo que deseo apuntar en esta narración.
     “Pati” habitualmente se desempeñaba como carpintero, al igual que sigue haciéndolo ahora, y entre sus diversas labores tiene la posibilidad y la habilidad de confeccionar maravillosas manualidades, tales como pequeñas cajas tipo alhajeros y otras bellezas por el estilo. Personalmente, yo me había especializado en la elaboración de diferentes decorados como para aplicar a sus artesanías, del tipo de porcelana fría, pintura sobre madera, dorado a la hoja y arreglos con flores secas, de modo que su trabajo y el mío se complementaban a las mil maravillas. Y para completar el conjunto, una amiga mía de la Secundaria, de nombre Nadia, había encontrado la manera de ganarse la vida vendiendo perfumes, ropa interior para mujeres, y diversas alhajas que muchas veces ella misma confeccionaba adquiriendo las piezas sueltas en la capital. Es Nadia una muchacha muy sociable y dada al trato con todos, muy a propósito para el tipo de actividad laboral que desempeñaba, en que se hace necesario conversarle a la clientela, generalmente mujeres, con el fin de hacerles notar la superioridad de los productos que se ofrecen y la ventaja de adquirir esos sobre otros de otras firmas. Sus ojos son de un color marrón oscuro y más bien grandes, pero muy hermosos y con una mirada sumamente dulce; tiene la piel rosada y el pelo rubio dorado en largas ondulaciones que le llegan hasta la parte alta de la espalda. El resto del cuerpo es de lo más normal para su edad –la misma que yo-, salvo sus senos, que son más bien grandes aunque muy levantados y firmes. En resumidas cuentas, una mujer encantadora.
     Total que, poco a poco los tres fuimos estrechando el cerco de nuestra amistad con motivo de trabajar en conjunto y de una manera armónica para, así, sacar el mayor provecho de nuestras habilidades y ratos libres. Y creo que esta fue la perdición para Nadia y para mí, tanto como para mi esposo.
     Sucedía muy a menudo que mi amiga venía a nuestra casa en horas que no estaba mi esposo sino trabajando en su taller, por lo que nos quedábamos mucho rato conversando juntas en la sala; creo que ella se quedaba más por acompañarme que verdaderamente por charlar. Un día decidí que necesitaba algo de ropa interior para mí, por lo que le pedí que volviera al día siguiente, cuando vino con un bolso y unos cuantos sujetadores y tangas. Subimos, pues, a la planta alta donde se encuentra la alcoba matrimonial, y allí me quité la ropa de la cintura para arriba, incluido el brasier, para probarme los que ella trajera. Después de apartar algunos que me agradaban por sus modelos y colores, procedí a probármelos, a lo cual ella me ayudaba solícitamente, incluso con demasiada amabilidad ya que yo siempre he podido hacerlo sola.
     En un momento me di la vuelta para mirarla, y ella se quedó observándome los senos bien fijamente, con sus ojos chispeantes y una sonrisa extraña en sus labios, que nunca le había visto. Me dijo:
- Pero qué senos tan elegantes tienes, mi querida Natalia... Qué suerte tienes... Debes sentirte muy a gusto con ellos, ¿no es así?

     Y acto seguido me rozó el izquierdo con su mano derecha. No podía creer lo que oía. Por reflejo, más que por voluntad, le tomé su mano con mi izquierda, y le pregunté con dulzura:
- ¿Cómo dices?...

     Se ruborizó un tanto, y sin dejar de mirarme el busto me respondió:
- Digo, nomás, que tienes muy lindos pechos. Me gustan...

     Enseguida pareció reaccionar recobrando el aplomo habitual, sus mejillas se pusieron muy coloradas, bajó la cabeza y agregó:
- Perdón, Natalia, tal vez te ofendí o causé desagrado con estas cosas... Estoy confundida... Es que no me siento bien...

     Realmente no parecía muy feliz mi amiga, y me dio la impresión de que estaba a punto de largarse a llorar allí mismo, por lo que la estreché con mis brazos en un fuerte abrazo, con el fin de hacerla sentirse acompañada y que, de alguna manera, no me había disgustado con sus palabras sino más bien todo lo contrario, lo cual me apresuré a confirmar con mis palabras.
     Luego de esto nos sentamos en la cama y nos pusimos a charlar de nuevo. Me contó que de siempre le habían gustado los hombres, que estaba iniciando noviazgo con un chico de su vecindario del cual estaba sinceramente enamorada y que le excitaba muchísimo, pero que en los últimos meses, al intimar más la amistad conmigo, también se sentía atraída por otras chicas. Finalmente volvió a pedirme disculpas por lo que iba a decir, y terminó confesándome que también estaba enamorada de mí, y que se excitaba ante mi presencia. Personalmente interpreté esto como un curioso cumplido de una amiga que siempre me ha querido mucho y a quien también yo aprecio de un modo especial. Creo que a mí me estaba sucediendo algo similar con ella.
     Llegó un momento en que nos dimos cuenta que nuestros ojos estaban colorados por la emoción, y a punto de reventar de tanto contener las lágrimas. Habíamos terminado de descubrir formalmente nuestra bisexualidad y nos estábamos confesando mutuo amor, más allá de la amistad.
     En un momento, Nadia me dice:
- Natalia... ¿y ahora qué va a pasar con el pobre “Pati”? Sabes que él te ama locamente, y también tú le amas como a nadie más... Me muero de pena si se rompe tu matrimonio por causa mía; sí, me muero, porque sabes cómo me alegró verte recién casada con él...
- Nadia, ¿sabes una cosa? Creo que a él le gustan las mujeres bisexuales. En ocasiones le he oído decir o insinuar cosas por el estilo... Tal vez le agrade lo nuestro. Veré qué podemos hacer al respecto.

     Bueno, total que en esto lo sentí a Roy que me llamaba desde la cocina, y es que terminaba de llegar del trabajo, le avisé que bajaba en un minuto, me puse la bata y fui.
     Así terminó nuestro primer encuentro entre Nadia y yo, pero al otro día ella volvió con más tiempo, con más entusiasmo y, por descontado, con más confianza y ganas de hacer otras cosas que venderme sujetadores o truzas. Total que, para hacerla corta, subimos volando las escaleras hasta la alcoba, allí nos desnudamos y comenzamos a hacernos muchos mimitos, masajes, caricias y besitos mutuos en nuestras zonas erógenas, que de sobra conocíamos tan bien.
     Finalmente, nuestras vulvas estaban mojadísimas y goteando secreciones lubricantes en abundancia. Nunca había sentido tal cosa antes. Mis senos estaban hinchadísimos y súper firmes, con sus pezones bien oscuros y plenos de tanta irrigación, el rubor sexual me cubría totalmente, tenía la vulva sumamente excitada y congestionada a más no poder, con sus labios mayores tremendamente abiertos y los labios menores terriblemente inflamados y agrandados hacia delante, coronados por el clítoris tan grande como pocas veces. No parecía mi misma panocha de siempre, y la sentía casi adolorida y como tumefacta. Creo que Nadia estaba tres cuartos de lo mismo.
     Estuvimos bastante rato comiéndonos a besos, haciendo piquitos y dándonos besos profundos, hasta que ella bajó un tanto y comenzó a succionarme los pezones. Mientras me besaba uno, con una mano me sobaba el otro seno y con la otra mano me acariciaba los genitales o me tocaba la cola, siempre con una dulzura tremenda, que no puedo explicar y que nadie puede imaginarse si no lo ha vivido. Con mis manos sólo atinaba a acariciarle sus encantadores rizos rubios, mientras gemíamos ambas de excitación y de placer, los ojos cerrados, pensando en lo que vendría después.
     A continuación se bajó un poco más, jugó un segundo con su lengua en mi ombligo, y luego prosiguió con mi pobre rajita, ya casi a punto de reventar y como afiebrada de tanta excitación y tan prolongada espera. Renuncio a relatar lo que en esa situación sentí. Sólo puedo decir que debí sentarme al borde de la cama, abriendo al máximo las piernas, que ya no me sostenían por sí mismas. Las mucosas vaginales goteaban abundantemente al suelo, y sentía en el interior de mi bajo vientre una fuerte presión sobre todos mis órganos internos. Era como si la vejiga, el útero y la vagina hubiesen estado tremendamente llenos de líquido y prontos a estallar a la más mínima presión del exterior.
     Luego, de golpe, me vino el orgasmo, bien cargado y rápido. Sentí que mi cuerpo se sacudía y estremecía, debiéndome inclinar hacia atrás hasta apoyar los codos sobre el colchón; y arqueando el cuello dejé escapar fuertes jadeos de enorme placer, liberando así el orgasmo contenido por tanto rato.
     Pero ahora faltaba ella para completar el asunto. Primero que nada, le indiqué que se acostara en la cama, y así dispuestas las cosas comencé muy suavemente a acariciarle el rostro, besándola en sus labios y acariciándole los lóbulos de las orejas. Comenzó a suspirar o, mejor dicho, a respirar un poco más profundamente. Se la notaba muy distendida y serena. Proseguí acariciando su cuello de marfil con mi lengua y labios, y cuando llegué a sus tetas las encontré curiosamente levantadas, y no desplazadas hacia los lados, como supuestamente debía ser; tanta era su firmeza causada por la tremenda excitación de que gozaba. Allí me entretuve un buen rato, sabiendo de sobra que sus chichis son uno de los lugares más sensibles y fuente de mayor placer para Nadia. Para ese entonces, yo ya me encontraba simultáneamente moviendo mi pelvis sobre la suya, y rozando suavemente mi rajita con la de ella, con lo que sus suspiros se convirtieron en suaves jadeos, que fueron aumentando paulatinamente hasta convertirse en encantadores gemidos que terminaron por excitarme a mí misma en gran forma. Finalmente, terminé por llegar hasta su vulva y repetir el procedimiento que ella había realizado conmigo, pudiendo apreciar entonces cómo emitía por su uretra como un encantador chorrito de líquido, mientras que todo su cuerpo se ponía momentáneamente rígido e inmóvil, pasando luego a estremecerse de manera loca y descontrolada, presa de los más encantadores espasmos del orgasmo. Sus gemidos ya eran deliciosos grititos de placer, y agradecí profundamente que mi esposo Roy no llegase justo en ese momento, porque nos habría dejado con la fiesta a medias, aguándonos el orgasmo y presumiblemente recibiendo una impresión más que dudosamente desagradable, pese a su confesada afición a las mujeres bisexuales.
     De esta manera continuamos con nuestros encuentros Nadia y yo por varios meses más, a escondidas de mi esposo, hasta que un mal día, creo que un Sábado que a mí me tocaba libre, en contra de todo pronóstico llegó súbitamente a casa a media mañana con la excusa de buscar no sé qué cosas. Como los pisos están todos alfombrados no le sentimos llegar, y además creo que Nadia y yo nos habíamos quedado medio dormidas y abrazadas en la cama luego de uno de nuestros habituales encuentros. Cuando quisimos reaccionar, ya estaba dentro del dormitorio, y nos hablaba riendo.
     Bueno, como quiera que ya nos había descubierto definitivamente, para que nos distendiéramos un poco nos pidió que si podíamos repetir lo que era evidente habíamos hecho, con lo cual me puse encima de Nadia y recomenzamos, tras de lo cual también Roy decidió participar en lo que sería el primer trío de su vida. Rápidamente se quitó la ropa, se puso de rodillas detrás de mí y me penetró muy suavemente por la vagina, por lo que mi pelvis quedaba parcialmente aprisionada entre los cuerpos de mi esposo y de nuestra amiga, lo que nos daba a ella y a mí un placer tremendo, toda vez que los movimientos ya no los hacíamos nosotras sino principalmente “Pati” con su vaivén del mete y saca.
     Así habremos estado tal vez media hora o tres cuartos, hasta que se vino dentro de mí, y yo también me vine conjuntamente con él; al momento se corría Nadia, con lo que aquello era una de jadeos y griterío como de novela.
     De repente, y sin previo aviso, me pidió que me ladeara y se acostó sobre Nadia, desvirgándola por delante por primera vez en la vida de mi amiga. Mientras, yo les miraba hacer lo suyo acostada sobre mi lado derecho y masturbándome o, más bien, acariciando mi puchita con una mano mientras me encontraba en ese estado de dulce aletargamiento que siempre termina por sobrevenir posteriormente al acto sexual.
     Por fin, se vinieron ellos nuevamente, quedándose un rato adormecidos, con lo cual me les acerqué y nos quedamos así abrazados varios minutos. Nadia y yo teníamos nuevamente los ojos vidriosos y húmedos, como se nos ponían cada vez que lo hacíamos solas. Creo que es una reacción de nuestros cuerpos ante la intensidad de los orgasmos.
     Luego de esta primera orgía entre los tres, hemos vuelto a hacerlo muchas veces más, pero esas son otras historias que relataré en otras ocasiones.
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« Respuesta #12 : 26 de Diciembre 2005, 04:54:16 »

NATALIA EN LA SECUNDARIA

Resumen: historia de Natalia. Mi mejor amiga y yo: un día abuso de mi mejor amiga en el colegio.

     Hola otra vez, amigas y amigos. Soy Natalia, la feliz esposa de Roy Pati, quien tengo entendido ya ha escrito y publicado unos cuantos relatos en este sitio. Personalmente ya tengo publicado otro relato anterior a este, titulado “Mi amiga Nadia”, donde les explico cómo conocí a mi querido Roy, a mi amiga Nadia, y cómo me hice formalmente bisexual. Creo que siempre tuve cierta tendencia hacia la bisexualidad, desde el comienzo de mi adolescencia, aunque no me percataría de ello sino hasta mucho después, concretamente alrededor de los 25 años.
     En esta oportunidad quisiera contarles una experiencia que tuve una vez cuando cursaba la Secundaria. Sucedió un día, cuando cursaba sexto grado y contaba por ese entonces 18 años de edad, con toda la efervescencia de las hormonas corriendo por nuestros cuerpos, y todo el consecuente fermento de la curiosidad sexual aún bullendo en nuestras cabezas. Cabe destacar que el uniforme liceal consiste para las chicas en una blusa blanca, corbatita roja, falda larga o corta color gris –desde cuarto a sexto grado- y zapatos negros junto con calcetas grises o negras.
     Total que el susodicho día, a la hora de un recreo, salimos de clases y algunas compañeras del grupo nos pusimos a tontear sobre el césped del enorme jardín, al calor de los rayos solares, mientras nos bebíamos unas gaseosas compradas en la cantina. Creo que en un momento salió el tema de la sexualidad, el orgasmo y la masturbación, lo que nos puso muchísimo a casi todas, por lo que descubrimos que, de forma relativamente independiente, la mayoría se dedeaba de modo más o menos frecuente desde hacía cierto tiempo. Claro que algunas lo hacían más seguido que el promedio, y otras casi nunca o muy rara vez. Hablamos mucho de nuestras técnicas, nos enseñamos a perfeccionarnos, las más avanzadas enseñaron a las que aún no lo hacían, y cosas por el estilo. Estuvimos en esas todo el rato, hasta que sonó de nuevo el timbre y debimos regresar al salón, con clase de biología.
     En el grupo yo tenía por ese entonces una amiga que era la más íntima de mi círculo de amistades, y con la que éramos compañeras desde quinto grado de primaria. Su nombre era María Cecilia; tenía alargados ojos marrones casi verdes, piel blanca pero no rosada, lacios cabellos oscuros casi negros hasta los hombros, labios gorditos y sonrisa radiante, senos bastante grandes para su edad, y una cola bastante redonda que, según fuese la vestimenta que usara, se le marcaba mucho. El resto del cuerpo era de lo más normal para su edad. Con ella nos contábamos siempre nuestras intimidades más secretas, como por ejemplo quién era nuestro chico preferido, o las fantasías sexuales del momento, o cuántas veces por semana nos masturbábamos, o la frecuencia con que nos gustaría tener relaciones íntimas con nuestro futuro esposo, caso de llegar alguna vez a casarnos con un chico. Y esa gran confianza creo que fue lo que nos llevó a que sucediera esto que me dispongo a comentarles.
     Por otra parte, ya sabrán ustedes que yo tengo cabello rubio ceniza casi castaño y rizado que me llega hasta los hombros, piel blanquísima, ojos marrones muy claros, facciones delicadas y mejillas más bien redondas, y un cuerpo muy bien modelado con una cola bastante prominente y muslos gruesos y musculosos.
     El caso es que, al regresar a clase, María Cecilia se cambió de sitio, dejando el que habitualmente ocupa para venir a sentarse junto a mí, es decir bien atrás en el salón y sobre un ángulo del mismo. Nos ubicamos en nuestros lugares, y como a los 20 minutos de estar escribiendo, participando y haciendo comentarios sobre la materia, puedo ver que María Cecilia, muy recostada a mí, tenía su minifalda bastante levantada y, mientras con una mano sostenía su lápiz y hacía breves apuntes en su cuaderno, con la otra estaba masajeándose su panocha sin escrúpulo ninguno y a la vista de todo aquél que pudiese y quisiese observarla. Llegó un momento en que creo que no pudo contener más su orgasmo y, rápidamente, decididamente, se reclinó sobre la mesa de su pupitre, con la mano que se masturbaba se tomó el vientre, juntó mucho los muslos en una actitud típica de ella y que yo conocía tanto, puso la cara de dolor típica de quien está teniendo el máximo placer sexual, comenzó a sacudirse espasmódicamente y de manera rítmica, a la par que soltaba fuertes pujidos involuntarios, causados por la intensa satisfacción a que se veía sometido todo su cuerpo, y que la recorría implacablemente.
     A mí no me tomó totalmente desprevenida el caso, ya que había visto que andaba en estas y que en cualquier momento le sucedería eso, si bien me sorprendió la intensidad de su orgasmo, casi explosivo, y no imaginé que llegaría a hacer esto, por lo que fui yo quien primero gritó asustada por lo que le podía estar sucediendo a mi amiga de más confianza. Enseguida me di cuenta, pero para ese entonces ya todo el grupo se había alborotado con el incidente, pensando que María Cecilia era presa de algún tipo de convulsión o acceso de epilepsia, y preguntándole qué le sucedía, o interrogándome sobre lo que podía sucederle, en mi condición de más allegada dentro de su barra de amistades.
     En eso que comencé a reír, la profesora logró imponer un cierto orden muy relativo en todo este alboroto, pero para ese entonces el pico máximo del placer ya había sido superado y quedado atrás para Mª Cecilia, permaneciendo, no obstante, pesadamente reclinada sobre su cuaderno con el rostro reflejando fatiga y los ojos entornados y brillantes por el placer. Entonces la moví un poco por los hombros, mientras le pregunto, haciéndome la preocupada:
 - Cecilia, Cecilia, ¿te sientes bien? ¿Qué te pasó? Dinos algo, por favor...
 - Aaayyy... qué increíble... Fue tan intenso lo que me sucedió... No lo puedo creer...
 - Pero ¿qué tienes, chica? –preguntó la profesora.
 - Ay, nada, profesora, no se preocupe... Ya otras veces me sucede, pero siempre puedo controlarlo y postergarlo en ocasiones, pero ahora fue distinto, y no logré evitarlo...

     Luego, bajó la cabeza mientras sus mejillas se ruborizaban un tanto, mirándome por el rabillo de los ojos y me tocaba una rodilla con las suyas, como diciendo “Tu cállate y no vayas a hablar, que lo sabes todo muy bien”. A continuación, la profesora intentó retomar el curso de la clase, pero sólo a medias, ya que la mayoría se hallaba más pendiente de observar a mi amiga por si acaso le ocurría otro de sus “inexplicables accesos”, si bien no volvió a ocurrir nada anormal al respecto.
     Sin embargo, al sonar el timbre de nuevo para salir al siguiente recreo, directamente me fui al baño, pues la gaseosa que bebí un rato antes me había dado mucha gana de orinar. Al momento de iniciar mi descarga en el box correspondiente, oigo que alguien más ingresa al baño. Cuando termino y salgo, veo que era Mª Clara, quien pensé también tendría deseos de descargar su vejiga. Pero no; me equivocaba. Me dijo que venía a conversar conmigo, que yo la había visto masturbarse y que por eso únicamente yo era la persona capaz de entender lo que iba a decir, por lo que buscaba un sitio íntimo donde hablar. Me comentó que había quedado muy cachonda luego de los temas tratados en el anterior recreo, y que no había podido contener ni refrenar los impulsos de masturbarse aún en plena clase, frente a todo el grupo y a riesgo de ser vista por los demás o incluso ser descubierta por la profesora.
     Y con tono triste, terminó diciendo:
 - ¿Y sabes una cosa? Lo hice pensando en ti, querida amiga...

     Sonreí un tanto y le respondí:
 - Bueno, gracias por dedicarme tu orgasmo, mi querida Cecilia, eres muy amable conmigo.
 - No, no me entendiste... Quiero decir que me masturbé imaginando que eras tú con quien estaba yo acostada. Por eso digo que pensaba en ti mientras tanto.

     Me quedé de una pieza en primer momento, no sabiendo si atinar a enojarme con ella sintiéndome ofendida, o por el contrario asumirlo como cumplido y homenaje supremo de una chica que me consideraba su amiga para absolutamente todo, incluso el compartir su sexualidad. Finalmente me incliné por esta última opción, y tomé la determinación de seguir adelante con su juego, habida cuenta que también yo venía muy excitada desde el otro recreo, y su dedeo también me había puesto perfectamente.
     Total que terminé por acercarme a ella hasta el punto de que quedamos con nuestros cuerpos muy pegados y sus senos comprimiéndose con los míos. Ella estaba con los brazos bajos, estática y sin saber qué hacer, mirando hacia un costado, mientras yo comenzaba lentamente a tocarle con mucha dulzura las caderas, las nalgas, la cintura, le besaba con la mayor calidez posible en los labios, primero besos secos y luego profundos o húmedos; Mª Cecilia se hallaba casi en éxtasis. Luego le acaricié un tanto el cabello y el rostro, para luego sobarle los senos por encima de su blusa, la cual me apresuré a desabrocharle enseguida. Inmediatamente comencé a besárselos por encima del sujetador, mientras con una mano le apretaba la espalda como para que no fuese a retirarse; y con mi otra mano, por encima de su falda y tanga le acariciaba los genitales con el fin de excitarla de nuevo. Enseguida le subí la minifalda, le bajé la truza y, agachándome, comencé a mamarle su divino chochito, que estaba deliciosamente jugosito, rosado y firme. Su olor sexual brotaba desde su mariposa como perfume de la más delicada flor, mientras ella únicamente atinaba a gemir y jadear muy bajo. Seguía quietecita allí, parada y con los ojos cerrados, habiendo atinado solamente a separar un tanto los pies para facilitarme el acceso a su puchita.
     Al ver tanta pasividad, pero al mismo tiempo tanta entrega, ya que no tenía ningún gesto de acercarse a mí o de complacerme, pero tampoco atinaba a retirarse ni rechazarme, decidí dar otro paso subiendo el nivel de mi audacia. Entonces me abrí también yo mi blusa, hice a un lado mi sostén para dejar al descubierto mis pechos, me levanté la falda y, bajándome la tanga, descubrí mi chocho. Así las cosas, volví a pegarme a ella pasando mis senos por su pecho y frotando mi vulva contra la suya, para lo cual le hacía suaves movimientos laterales y en círculos con mis caderas. En este momento me di cuenta que empezaba a venirse, habida cuenta de sus jadeos convertidos en gemidos, por lo cual la tomé con mis brazos y manos por la cintura, la apreté fuertemente contra mi cuerpo, y empecé a venirme también yo.
     Fue maravilloso el orgasmo que estábamos teniendo, y en el momento en que escribo estas cosas pienso en el curioso espectáculo que debe haber sido poder ver a dos colegialas, ataviadas con sus uniformes de Secundaria, en un baño de Liceo, en pleno acto de lesbianismo. Creo que sólo una de esas raras cosas de la vida hizo que nadie entrara en ese momento al baño, porque no quiero pensar la que se hubiera armado en caso de que nos descubriesen en esas.
     Terminados nuestros orgasmos, nos comimos la boca con otro beso profundo; luego le arreglé de nuevo la ropa, me acomodé yo mi vestimenta, y lentamente Mª Cecilia comenzó a despertar de su trance de aletargamiento, atinando únicamente a dejar que de sus labios escapara un apasionado suspiro, mitad de placer y mitad de alivio, mientras todo su rostro reflejaba una mezcla de satisfacción y alivio.
     Parecía emocionada y con el corazón lleno de esa plácida felicidad después de haber obtenido algo anhelado por tanto tiempo. Con voz temblorosa y débil, sólo atinó a decirme:
 - Gracias, Natalia... gracias...

     Aunque pienso que su expresión y su modo de manifestármelo decían mucho más que eso, con un espíritu rebosante de sentimientos bellos que no encontraba cómo traducir a palabras habladas.
     Ella nunca dio la más mínima muestra de arrepentimiento o complejos por todo lo sucedido, si bien hasta el día de hoy a mí me ha quedado un cierto sentimiento vago o remoto de culpa o remordimiento por lo que le hice; me siento un poquitín responsable de haber abusado hasta cierto punto de su confusión sicológica debido a su inseguridad e indecisiones respecto a su tendencia sexual. Pero el momento vivido bien lo vale, porque al mismo tiempo creo que fue lo más hermoso que llegué a hacer con Mª Cecilia. Pienso que nuestra gran amistad, toda la confianza que había entre nosotras, todo lo que compartíamos, inevitablemente nos fue llevando a que pudiésemos concretar este hecho, que tarde o temprano terminaría por suceder. Tengo la grata sensación de que todo lo anterior fue solamente la tarea propiciatoria para terminar en un maravilloso acto homosexual.
     ¿Y ustedes qué opinan?

     Roy, querido mío, gracias por publicarme esta historia junto con tus relatos.
     Saludos. Con todo mi aprecio, Natalia.
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« Respuesta #13 : 26 de Diciembre 2005, 04:57:15 »

NATALIA Y VIRGINIA

Resumen: encuentro lésbico entre Virginia y Natalia, esposa de Roy Pati.

     Amigas y amigos, hola de nuevo. Soy Natalia, la esposa de Roy Pati, quien ya ha escrito tantos relatos muy interesantes aquí, y en esta oportunidad quisiera compartir con ustedes otra historia, la narración de un encuentro sexual de lo más interesante que tuve hace unos meses con una chica, nueva para mí, que conocí por aquél entonces. Mi punto de partida, en lo referente a mis prácticas sexuales, es que he decidido ser feliz siendo conciente de que la felicidad es una actitud, un hábito adquirido con la practica diaria, y no un resultado o un dividendo.
     Como ya hemos comentado tanto mi querido esposo como yo, en mis ratos de ocio tales como licencias y días libres, acostumbro trabajar con él en su taller de carpintería, en la medida en que me es posible brindarle mi colaboración, a fin de poder facilitarle su labor y, de paso, ganarme algo de dinero. El tema es que el pasado 2004 él fue llamado para realizar una serie de labores de carpintería y pintura en la planta transmisora del canal local de T. V., por lo que tuvo bastante trabajo asegurado por alrededor de cuatro meses y medio, desde fines de Enero hasta mediados de Junio. Como en medio de ese largo intervalo coincidió que me tocase estar de licencia tanto del Hospital como del Hogar para Ancianos, me vi en posesión de 22 días completamente libres para mí, por lo que “Pati” me preguntó si yo estaba dispuesta a darle una mano en su trabajo, con lo que además él podría adelantar más de lo habitual, a la par que yo recibiría una paga extra. Así, mientras él iba haciendo algunos ajustes de carpintería, yo me dedicaba a poner cinta adhesiva en los vidrios para no ensuciarlos con pintura, lijaba y raspaba la pintura vieja parcialmente descascarada, y demás actividades por el estilo.
     Quiero especificar que el edificio del canal de T. V. se divide en dos sectores: uno es la planta emisora propiamente dicha, donde se hallan todos los equipos necesarios para la compaginación y grabación de los programas, más los estudios necesarios para tales fines. El otro sector, que inicialmente había funcionado como vivienda, actualmente es usado como oficina y depósito de equipamientos diversos. Ambos bloques están separados por un pequeño jardín interior muy bello de unos 35 o 40 metros cuadrados.
     Allí en el canal de T. V. trabajan cuatro hombres de entre 35 y 52 años, más una chica de 22, la periodista Virginia, con quien inesperadamente terminaría teniendo mi encuentro íntimo. Esta joven, que llega a su trabajo a las 10 a. m. y termina alrededor de las 15 o 15.30 horas, tiene un cuerpo de lo más llamativo por lo bien formado y maravillosamente proporcionado, con un par de senos medianos tirando a pequeños pero muy levantaditos y bien formados, unos brazos bien firmes y hombros redondos, muslos gruesos y musculosos, aunque lo más llamativo son sus nalgas, bien redondas hacia atrás, y sus caderas bien anchas. De rostro es muy hermosa también, ya que es de piel blanca y ojos marrones más bien grandes y alargados de mirada dulce con una expresión serena muy encantadora, sonrisa fácil y amplia, labios normales ni muy finos ni muy gruesos, y pelo rubio y enrulado que le llega hasta la mitad de la espalda. Acostumbra peinarse con la raya al medio, dividiendo su cabellera en dos cascadas de rizos que le enmarcan la cara de manera encantadora. La expresión general de su rostro es de plácida serenidad y aceptación del mundo, más no de resignación. Para completar el conjunto, usa unas gafas de cristales redondos y muy poquito aumento, que debo reconocer le quedan muy bien, dándole un toque de elegancia y distinción. Sus modales son muy selectos; su voz fresca, clara, y bien modulada, y su risa es espontánea y sonora. En total, una chica espléndida, con la cual da mucho gusto conversar de cualquier tema, dado que es muy simpática y extrovertida, a la par que muy instruida.
     Como a los tres meses de estar trabajando en el canal, una tarde que mi esposo había ido solo, volvió con la noticia de que un cliente le había llamado a su teléfono celular pidiéndole que le hiciese unos trabajos en el taller, por lo que no podría seguir con los trabajos allá por tres días, así que debí contentarme con proseguir yo sola las labores que pudiera acometer sin necesidad de su presencia para trabajar coordinadamente en equipo.
     El primer y segundo día no sucedió nada extraño ni fuera de lo normal, si bien yo ya había notado que Virginia me contemplaba de una manera extraña, no sé si por simple casualidad o si porque se había dado cuenta que soy bisexual y que yo la miraba con cierto interés, desusado para las mujeres comunes. El caso es que personalmente ya había observado muy bien los horarios y rutinas de Virginia; por ejemplo, sabía que luego de terminar su trabajo, antes de regresarse a su casa siempre iba al baño a orinar y retocar su maquillaje, por lo que hice planes para comenzar mi actividad precisamente en ese lugar. Así que a la tarde del tercer día, a poco de llegar allá en mi Ford Focus y ponerme a trabajar en el sector de la oficina, Virginia terminó de grabar el noticiero que se emite a la noche, por lo que se dirigió al baño, precisamente donde yo me encontraba trabajando. Al principio me hice la desentendida, pero luego ella me pidió si podía desocupar el recinto por un momento para dejarla usar las instalaciones. Le sonreí cortésmente y me desalojé, no sin antes echarle una mirada, entre cómplice y seductora, más un disimulado gesto como de “Ya te las verás conmigo, que buena gana tengo de ti”. Creo que debió de haberse percatado que yo tramaba algo raro, pues atoró con llave la cerradura desde dentro, cosa que habitualmente nunca hacía. Se tardó allí un buen rato, más del que normalmente empleaba, tiempo durante el cual permanecí recostada a la pared del pasadizo; pero no por eso dejaba mi cabeza de trabajar al máximo, pensando cómo podría sacar el mayor provecho posible de esta situación. No estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad, tal vez única en mi vida, de poder liarme con Virginia, por quien había terminado por sentirme verdaderamente atraída en el plano físico. Por un momento, creí haber sentido unos jadeos o gemidos extraños, y hasta llegué a alarmarme pensando que Virginia se sentía mal o estaba llorando.
     Total que al final, cuando terminó lo suyo y volvió a destrabar la puerta y abrió, me sorprendió verle el rostro con una expresión como de cansancio, pero a la vez de satisfacción o placer. Tuve la sospecha de que había estado masturbándose, y estaba dispuesta cuando menos a averiguarlo y, si podía, a algo más. Quiso pasar entre la pared y yo, pero la intercepté cortándole el paso, a lo que ella no hizo ningún intento por proseguir, sino más bien se quedó de pie, inmóvil frente a mí y con el rostro bajo, esquivando mis miradas. Le pregunté:
 - Virginia, ¿te sientes bien? Se te nota cambiada, como extraña...
 - Pues sí, estoy... bien... sólo que...

     En ese momento se ruborizó mucho, y dejó la frase por la mitad. Parecía confundida, Aproveché la coyuntura para pasarle una de mis manos por la cabellera, mientras le decía:
 - Virginia, tú no estás bien en este momento. Te veo distinta. ¿Te masturbaste? –le pregunté, mirándole a los ojos con firmeza, pero no con severidad sino dulcemente.

     Tan sólo atinó a asentir con un movimiento de cabeza, volviendo la mirada hacia un costado. Tuve la sensación de que se encontraba anímicamente muy perturbada, y decidí aprovechar la situación, que me ofrecía indudables ventajas sobre ella.
     Por un momento pensé preguntarle quién había sido el objeto de sus pensamientos mientras se auto estimulaba sexualmente, pero temí que me respondiera con evasivas o, directamente, no me dijera la verdad, así que concluí por enfrentar el tema del modo más directo posible, interrogándole:
 - ¿Fue pensando en mí, verdad?

     Como me temía, no respondió con palabras, sino que tan sólo bajó la mirada y sacudió ligeramente la cabeza en señal de asentimiento. Esto explicaba muy bien los pujidos que había oído un momento antes. A todo esto, hizo Virginia un nuevo intento por avanzar hacia la salida, pero otra vez me interpuse en su camino y la tomé por sus manos.
 - Espera, Virginia.

     A continuación, y mientras aún sostenía sus manos con mi izquierda, en un rápido movimiento subí mi mano derecha hasta su nuca, pasé los dedos por entre sus enrulados cabellos y le di un prolongado beso profundo, en el que alcancé a introducir mi lengua entre sus labios y notar la humedad de su saliva. Ella hizo tan sólo un ligero movimiento hacia atrás con su cabeza, mas no con su cuerpo, creo que más bien como reacción refleja hacia lo que tal vez pensó sería un gesto de agresión de parte mía. Con esto creo que se quedó plasmada, principalmente porque sabe que yo estoy casada y llevo una feliz vida sexual con mi hombre, además de que ella también vive en pareja con su chico. Pero justamente ese era mi fin: tomarla por sorpresa para que no pudiese reaccionar muy rápidamente y, así, lograr avanzar. Esto es algo que a mí me da mucha calentura (excitación, para los lectores de otros países): poder comerle la boca así, de una, a otra chica. A mí me parece hermoso y morboso dos chicas juntas.
     Acto seguido, fui guiándola hacia el baño, suavemente pero con resolución; cuando entramos atoré la puerta con llave, y allí la enfrenté de nuevo. Me puse a acariciarla de una forma audaz, descarada. Me encontraba excitadísima, y el verla tan cortada me entusiasmaba aún más, provocándome un morbo tremendo. La abracé con una mano sobre su cintura y la otra sobre la mitad de su espalda, y la besé de nuevo. Sólo allí atinó a reaccionar un tanto, oponiendo una cierta resistencia muy relativa hacia mi proceder.
 - Virginia, quédate quieta. Por Dios, chica, déjate hacer.

     Pese a que le hablaba con dulzura, había decisión en mis palabras; me sentía como un animal feroz que o se defiende o perece ante sus captores. No estaba decidida a perder mi presa, ya que estaba ansiosa de experiencias nuevas. Deseaba tener aventuras diferentes con otras chicas. Tal vez ustedes puedan pensar o creer que procedí como una abusadora con Virginia, pero nada más lejos de la verdad. Ella no me negó haberse masturbado pensando en mí, ella no negaba la evidencia de que nos gustábamos, y ni siquiera me pedía abiertamente que la dejase en paz. Creo que, más bien, ante todo se resistía a aceptar la realidad de su bisexualidad o lesbianismo, adormecido tal vez a causa de una educación demasiado rigurosa o incompleta, o quizá por prejuicios generados quién sabe por qué comentarios capciosos o malintencionados oídos durante su infancia.
     El caso es que proseguí de esta manera un tanto más, hasta que en un momento le subí la minifalda e introduje mi diestra por entre la truza, procediendo a masajearle el chochito y excitarla lo más que pudiera. Como quiera que ya se había masturbado anteriormente, la encontré muy húmeda allí debajo, y mi labor fue mucho más sencilla de lo que imaginaba, de modo que al poco rato ya le subí del todo su minifalda y terminé de bajar su tanga. Tenía la panocha más bien pequeña y poco vellosa, lo que junto a sus muslos gruesos hacía que aquélla pareciese aún más diminuta. Sus labios mayores eran muy finos en relación con su largo, y los labios menores realmente pequeños y juntos, coronados por un clítoris encantador en toda su espléndida excitación.
     Como de la cintura hacia abajo yo estaba vestida con jeans y zapatillas deportivas, debí quitarme primero estas para poder librarme de los pantalones y la bombachita y, de esta manera, dejar mis genitales libres. Mientras esto hacía, Virginia se sentó sobre el bidet y abrió las piernas, esperando. En cuanto quedé libre, volví a observarla y le dije:
 - ¿Pero qué haces? Ahí iré yo. Tú quítate.

     Me senté en su lugar, y le indiqué:
 - Bien, comienza a comerme la panocha, pero hazlo con dulzura. Ponte así, de costado, que quiero acariciarte tu coño, vamos.

     A la par que Virginia me hacía una comida de coño espectacular, yo le acariciaba el pelo con una mano mientras que, con la otra, procedía a tocarme y masajearme los senos por encima de la remera. Era una sensación increíble la de estar allí dos chicas en pleno acto de sexo oral una con la otra, máxime cuando ella se mostraba tan sumisa conmigo, permaneciendo sin emitir la más mínima queja ni hacer a esas alturas el menor gesto de negarse a proseguir. Estaba rendida, y simplemente obedecía mis indicaciones. Curiosa situación esta, la de estar a solas dos chicas en el baño de un canal de T. V. A 20 metros de donde estaban sus compañeros de trabajo, yo estaba propasándome con Virginia y sometiéndola a mis caprichos y gustos sexuales del momento. Podía imaginar a sus compañeros de trabajo preguntándose por qué su periodista se tardaba tanto al utilizar las instalaciones sanitarias, cuando lo menos que estaba haciendo era darles el empleo común y corriente de emplearlas como tocador.
     Pasado unos minutos, bajé mi mano izquierda y comencé a tocarle las nalgas, primero una y luego la otra, después la cara interna de ambas, prosiguiendo con su ano, que tocaba dulcemente con las yemas de mis dedos. Virginia gemía apagadamente y continuaba lamiéndome el potorro. Parecía hallarse en un estado de sereno éxtasis. Un momento más tarde, moví mi mano un poco más hacia abajo y me dediqué a explorar su chochito, en una experiencia táctil impresionante para ambas. Ella movía pausadamente sus caderas, lo que me indicaba que, pese a su aparente indiferencia, estaba gozando a lo grande con mis caricias. Al mismo tiempo pareció excitarse aún más, lo que redundó en que pusiera mayor interés en sus lamidas sobre mis genitales y mi pubis, lo que me llevaba a devolverle con creces ese beneficio.
     Por fin, el orgasmo llegó, intenso, rápido y jugoso, cayendo arrollador sobre ambas, aunque pienso que para mí lo fue más que para Virginia. Enseguida la hice sentarse sobre el bidet, donde le lavé el potorro, para luego indicarle que ella hiciera lo propio conmigo. Enseguida nos vestimos, y ella me habló con cierta timidez, diciéndome:
- Vaya, no estuvo tan mal, Natalia. Por favor, dime que esto aún no termina.
 - Es cierto, Virginia. No nos hallamos al final, sino al comienzo de unos grandes descubrimientos. Me encanta que me digas que a mi lado eres feliz, que todo tiene más sentido estando junto a mí. Me has regalado una tarde maravillosa. De verdad.
 - Yo no te regalé nada, Natalia. Tú me quitaste a mí una tarde que debía ser hermosa –me devolvió, con un gesto de tristeza en su rostro y gran angustia en su voz, y volvió a ruborizarse, en una mezcla verdaderamente perturbadora de vergüenza y dolor emocional.

     Al final, lo más curioso fue que a la susodicha le dio vergüenza, y me dijo que le daba vergüenza que le hiciera esas cosas... Es de imaginarse que me dio más vergüenza a mí. Dio media vuelta y se fue del lugar.
     Cuando la vergüenza va de la mano del sexo... eso es la locura total. Sin embargo, esta vez no me arrepentí de lo que hice, como me sucedió con María Cecilia cuando nos liamos en el baño del Liceo, según lo narré en mi relato “Natalia en la Secundaria”. Este caso que acabo de relatarles, me reafirma en mi idea: lo que algunos llaman imposible, son cosas que ellos nunca han visto.
     Estoy dichosa con mi bisexualidad, porque me brinda un mayor número de oportunidades de gozar y de ser feliz, que aquellas personas estrictamente heterosexuales o exclusivamente homosexuales. ¿Qué opinan ustedes?


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« Respuesta #14 : 26 de Diciembre 2005, 05:02:27 »

NATALIA Y SU PRIMA DIAMELA

Resumen: Yo, Natalia, esposa de Roy Pati, descubro el sexo incestuoso con mi prima Diamela al comienzo de la adolescencia.

     Hola, mi nombre es Natalia. No sé si se acuerdan de mí, pero deseo recordarles que soy la feliz esposa de Roy “Pati”. Tengo actualmente 32 años y en esta oportunidad desearía relatarles un caso muy hermoso que me sucedió hace mucho tiempo. Mi primera experiencia con la auto estimulación resulta de una vez que dormí con mi prima Diamela, hace de esto ya muchos años. Ella recién comenzaba a desarrollar los senos y yo estaba totalmente fascinada con ellos, y no podía más que mirarlos, y ella no podía más que advertirlo. Dormíamos en la misma cama, y esa noche yo estaba jugando a la "araña" (el mismo principio que jugar al doctor). Yo corría mis dedos hacia arriba y hacia abajo por su cuerpo, jugaba con sus senos, y daba golpecitos a sus pequeños pezones y suavemente frotaba sus labios. Yo no tenía ninguna sensación sexual en absoluto. Estaba tan emocionada jugando con su cuerpo que literalmente me olvidé de mí misma. En un punto noté que ella estaba muy mojada con el estímulo que estaba aplicándole, con mis dedos exploré sus genitales, frotando sus labios y lo que ahora sé era su clítoris, y ella comenzó a temblar y sacudirse. Ella no hizo ningún sonido, pero las sacudidas se hicieron muy intensas, sus caderas montaron mi mano fuerte y rápidamente, y sus ojos se dieron vuelta asustándome; no sabía qué hacer ni qué pasaba, excepto que mi mano estaba MUY mojada y ella tenía una sonrisa inmensa en su rostro. Me preguntó si alguna vez había sentido la “ola”, como ella la llamaba. Yo no tenía idea de lo que estaba hablando, pero sin embargo se excitó mi curiosidad. Ella me contó que iba a encender la luz para que ella pudiera ver y luego besarme en mis genitales. Pensé: “Bueno, suena divertido”. Fue en ese punto que noté una sensación caliente ahí abajo y que mis calzones se mojaban.
     Ella se arrastró entre mis piernas, me sacó los calzones y dijo:
 - ¡¡¡WOW!!!

     Hablando médicamente, tengo clitoromegalia iodopática (significa clítoris gigantesco sin razones médicas). A los 32 años es de 1,5 pulgada (3,8 centímetros) de largo y crece hasta un poco más de 2 pulgadas (5,7 centímetros) cuando estoy excitada. En la época a la que me refiero, era aproximadamente la mitad de pequeño pero ustedes pueden ver la GRAN imagen. Mi prima rápidamente notó lo grande que era el mío, y todo lo que ella pudo decir fue “¡¡WOW!!”. Después del golpe inicial sostuvo mi clítoris entre sus dedos índice y pulgar y retrajo, con lo que se sintió así como un “pop”, mi prepucio y expuso la cabeza de mi clítoris. Esa fue la primera vez que mi cabecita fue expuesta, y fue frío en un modo erótico. Entonces estaba mojándome realmente y sentí que mi vulva comenzó a temblar. Me preguntó si estaba lista para el paso siguiente y dije que sí. Cuando puso su boca sobre mi clítoris, el calor era completamente excitante, en pocos segundos mi clítoris hizo un “Pinocho”, dobló su tamaño y se puso duro como piedra.
     En un instante sentí una dura erección del clítoris, y junto con eso vino una sensación atormentadora. Cada músculo de mi cuerpo ser endureció como una tabla. No sabía qué pensar, excepto que se sentía REALMENTE REALMENTE REALMENTE BIEEEN. Ella tenía razón, era como montar una ola, llegué arriba y permanecí ahí. Después de alrededor de un minuto me vino la sensación de que tenía que hacer pis (orinar), entonces paramos y fui al baño, pero no pasó nada. A continuación ella volvió a chupar mi clítoris con el prepucio retraído. Esto siguió por al menos una hora. Mi clítoris estaba tan duro que realmente en cierta manera parecía estar o sentirse como lastimado; pero me encantaba la sensación que me daba mi prima. Y durante los días que siguieron la seguí esperando para que lo hiciera nuevamente. Alrededor de una semana más tarde estábamos en la tina de baño y le pedí que me lo chupara. Mi clítoris estaba muy parado y duro buscando su suave y erótico toque, pero nuestros padres estaban apenas en el cuarto contiguo, así que ella no quería hacer eso; en cambio, ella tomó mi clítoris entre sus dedos pulgar e índice y comenzó a moverlo hacia arriba y hacia abajo. Con cada movimiento la cabeza de mi clítoris era expuesto y escondido y expuesto por mi prepucio. Era una terrible combinación de prepucio caliente y aire frío acariciando la cabeza de mi clítoris. Y cada vez que mi prepucio se tiraba sobre mi cabecita, ella apretaba ligeramente aplicando la cantidad correcta de presión erótica. Sentía que esta sensación crecía más y más, mi vulva fluía con jugos y mis caderas comenzaron a girar en sincronismo con sus movimientos. Luego pasó que alcancé la cresta de la ola como antes y esta vez acabé cayendo en un terrorífico orgasmo. Gemí y me estremecí, los dedos de mis pies se doblaron, mi espalda se arqueó e hice literalmente una gran salpicadura. Mi mamá entró rápidamente para ver cuál era el problema, y todo lo que encontró fue a nosotras sentadas en la bañera con cara de culpa y mi gran clítoris saliendo de entre mis piernas.
     No es necesario decir que nuestro baño terminó inmediatamente y que cada vez que tuvimos que dormir juntas fue en camas separadas. Mi mamá me dijo más tarde que ella sabía lo que había ocurrido, pero que no se sentía mal por eso en absoluto, sino sólo que mis tíos no eran tan comprensivos y entonces eso no debía ocurrir más con adultos cerca. Ella claramente dejó esta afirmación ABIERTA a la interpretación.
     Por un tiempo luego de esto, el tema de la masturbación quedó olvidado, ya que había sido mi prima Diamela quien me había masturbado siempre por entonces, y yo aún no había tomado muy bien la técnica. Sólo algún tiempo después, tal vez tres o cuatro años más tarde de lo que acabo de contarles, me reencontré con el tema del autoerotismo.
     Después de esa aventura con Diamela, mis ojos se abrieron; no hice más nada con mi prima, pero ahora me masturbo cada día 2 o 3 veces usando frecuentemente el “método del movimiento” o la posición de boca abajo; eso sin hablar de mis consoladores, aparte de mis relaciones sexuales con Roy o con mi amiga Nadia. Es una sensación que no puedo parar. Hoy soy realmente bisexual, pero prefiero mucho más a mi esposo, que es muy comprensivo, y a quien expliqué muy temprano en nuestra relación mi condición sexual y la peculiaridad de mi gran clítoris, todo lo cual fue tomado con mucha naturalidad por él, que es una perosna muy permisiva, tolerante y abierta a este tipo de situaciones, además de saber satisfacerme por completo y dejarme siempre bien saciada.
     Mi novia actual es nuestra común amiga Nadia, pero todo esto ya lo hemos narrado mi esposo Roy y yo en muchos relatos anteriores, por lo cual no hay utilidad en repetirlo aquí.
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« Respuesta #15 : 26 de Diciembre 2005, 17:42:54 »

NATALIA MASTURBÁNDOSE (A)

Resumen: en esta ocasión yo, Natalia, esposa de Roy Pati, les describo otra de mis técnicas de masturbación.

     Hola a todas y a todos otra vez. Mi nombre es Natalia, soy la esposa de Roy “Pati” y aquí me dispongo a describirles una de mis técnicas masturbatorias. Tengo 30 años al momento de escribir esto. Mis primeros serios intentos de llevar a cabo este hermoso acto íntimo comenzó durante los inicios de mi adolescencia. Por aquel entonces era realmente una novicia y estoy muy contenta de que mis primeros avergonzados ensayos hayan crecido y evolucionado como yo. Me gusta pensar que la masturbación es un momento especial que reservo para mí misma. Puede ser un momento para experimentar y puede ser también un precioso espacio en el cual revivo algunos momentos maravillosos.
     Antes de continuar, quiero decir que siento que he sido bendecida por haber tenido dos personas muy especiales en mi vida. La primera es un hombre, que conocí al principio de mis veintes. Se trata de mi esposo Roy, a quien cariñosamente llamamos “Pati” entre su parentela y círuclo de amistades. Él es y siempre ha sido muy sensual, un hombre muy preocupado por lo erótico que me enseñó a cómo relajarme, a tomarme mi tiempo y dejar que el sexo se convierta en una gran y maravillosa aventura que puede abrir las puertas a esos lugares secretos en los que soñamos, pero que rara vez pueden descubrirse. Es interesante ver que hace muchos años me dijo que él pensaba que una de mis características físicas más hermosas es mi vulva. Él la llama “una flor preciosa” y puedo acordarme que pensaba, "Oh, Dios, amo a este hombre desde siempre!". Puesto que sus flores favoritas son las orquídeas, mi vulva se convirtió primeramente en su orquídea, luego en su orquídea salvaje, y finalmente en una orquídea salvaje y muy mojada.
     Mi segunda bendición llegópoco más o menos al mismo tiempo, pero ha sido igualmente tan satisfactoria de muchas, muchas maneras. Nadia es una mujer que conozco hace casi quince años. Ella es una mujer encantadora y adorable de mi misma edad, que siempre ha mantenido una juvenil pasión por la vida. Su orientación sexual parece cambiar tan frecuentemente como el tiempo, pero esto es algo con lo que ella parece siempre haber estado muy cómoda. A lo largo de los años siempre ha bromeado conmigo diciendo que le encantaría pasar toda una noche entera mimándome. Esto no hacía más que avergonzarme, pero por alguna razón, cuando me hizo la propuesta nuevamente hace unos dos meses, me sorprendí incluso a mí misma diciéndole que sí, en cierta ocasión qu emi esposo se hallaría fuera de nuestra ciudad por dos días, trabajando en otra localidad. Sus mimos me han mandado literalmente a la luna. Aún estoy aprendiendo, pero me he enamorado rápidamente de los placeres que dos mujeres pueden compartir. Espero muchas, muchas más lecciones y tantos mimos como Nadia quiera otorgarme.
     De esta manera, es así como llego a estar donde estoy ahora. Y afortunadamente, para mí, estas dos personas muy especiales en mi vida me han enseñado que hay una tercera persona muy especial. ¡Yo misma! Entonces, cuando llega el momento de atenderme, trato de hacerlo memorable y significativo. Masturbarse puede ser rápido, ruin y sucio, o por el contrario tan prolongado como cuidemos hacerlo. Sin embargo es un hecho que si no estás mentalmente en ello, no va a ocurrir. Entonces, cuando hago una cita conmigo misma, me tomo el tiempo para prepararme y estar lista para una noche maravillosa.
     Me hago las uñas, me ducho, arreglo mi cabello y, en síntesis, hago todo lo que pueda hacer para hacerme ver y sentir atractiva. Arreglo la cama, enciendo las velas y, dependiendo de mi estado de ánimo, puedo agregar un poco de música de fondo, cosa esta última que acostumbro hacer tanto con Roy como con Nadia. Pongo una toalla de baño suave y mullida sobre la cama. Lleno una taza pequeña con gel, y selecciono algunos juguetes que pienso voy a usar. Tengo una bata de cama de seda de encaje blanca que guardo para esta ocasión y cuando veo que todo lo demás está en orden, me la pongo, salto sobre la cama y ¡¡allá vamos!!
     Mi lugar favorito adonde voy es, "Aquí está lo que yo quisiera que me hicieran". Me imagino que cualquiera, Roy o Nadia, está en el cuarto mirando. Mi papel es mostrarles exactamente lo que me gustaría que ellos me hicieran. Comienzo poniéndome de rodillas sobre la toalla sentada muy erguida y derecha. Me aseguro de estar generosamente lubricada, y esto normalmente me lleva a un juego de toques. Estar en esta cita no es distinto a estar en cualquier otra. Sé que la cama es donde quiero terminar, pero lo que ocurre cuando llego depende de cómo me siento y cómo respondo cuando comienza la acción real. Siempre me sorprende que puedo terminar en lugares que no pensaba que podría.
     Levanto apenas mi cuerpo para que ambas manos tengan libre acceso a mi preciosa orquídea. Un masaje lento comienza el viaje y mi mente está enfocada en lo que él hace. A veces quiero permanecer como la perfecta señora dejando que el sexo sea lento y cariñoso. A veces me siento un poco prostituta y quiero ser penetrada con más fuerza y rápidamente. A veces me gusta un poco de estimulación anal; a veces quiero cada pulgada de ese maravilloso pene artificial que es mi consolador, metido en mi ano. A veces deseo tener el control y permanezco arrodillada y encima; a veces sólo quiero enterrar mi cabeza en una almohada, y en esta posición perrito decir “¡¡Haz lo que quieras, pero por favor hazlo rápido!!”.
     Una recomendación a todas las chicas: si van a usar juguetes, dildos y vibradores, experimenten, pero lo que funciona mejor es la mercadería de calidad. Después de todo, ustedes se merecen lo mejor.
     Me gusta pensar en ese primer orgasmo como el comienzo. Usualmente me mojo mucho, lo que justifica por qué uso la toalla. Desde ese lento masaje inicial, comienzo usualmente estimulándome con los dedos. Mi enorme clítoris es muy sensible y responde rápidamente a cualquier estimulación. Mientras que encuentro que tocarme los senos directamente con las yemas de mis dedos realmente mejora mucho la experiencia, igualmente me gusta sentir la suavidad de la seda deslizándose por mis pezones. Tocarme la vulva me lleva a insertarme un dedo, a veces dos. Tengo un vibrador anal, que es largo, pero no demasiado grueso, y con un poco de insistencia y mucho lubricante suministra una atención maravillosa a esta área a menudo no tenida en cuenta. Enciendo el vibrador en intensidad baja y normalmente comienzo a acabar a baldes. Todo proviene de la estimulación del clítoris, pero también me gusta la sensación de algo adentro de mí. Para ello tengo un consolador que no hace más que estirar bastante las paredes de mi vagina y deja que mis dedos se encarguen del resto.
     Es ensoñador. Es apasionado. Puede ser tierno y amante. Puede ser duro y rudo. Lo único que siempre ocurre, es que miro, observo, esto es lo que deseo.
     No dejen de masturbarse, mo pierdan la oportunidad de ello. Es saludable, hermoso y gratis. Y, por encima de todo, es reencontrarse con una misma, que me parece una de las experiencias más maravillosas.
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« Respuesta #16 : 26 de Diciembre 2005, 17:52:36 »

NATALIA MASTURBÁNDOSE (B)

Resumen: yo, Natalia, esposa de Roy “Pati”, gusto de masturbarme sola o acompañada. Aquí les detallo otras de mis técnicas preferidas.

     Como sabrán los lectores y lectoras que me siguen, tengo varias formas diferentes de masturbarme, una de las cuales ya he descrito anteriormente, pero ahora deseo detallarles otras diferentes.
     Adoro mantener relaciones sexuales con “Pati”, mi esposo, o con mi amiga Nadia, si bien cuando me masturbo mi método preferido es usar un vibrador, pero si no tengo uno conmigo, puedo usar mi mano tan fácilmente; ¡un beneficio del “trabajo de mano” son los “ruidos húmedos” de mis jugos que mi vulva hace cuando estoy completamente excitada!
     Cuando me masturbo, me gusta estar sola o, a lo sumo, acompañada de mi amiga Nadia o Roy, mi esposo, con quienes lo hacemos a dúo mutuamente o mirándonos cómo nos estimulamos cada cual a sí mismo.

     Una de mis técnicas preferidas es sentada en la cama con mi espalda recostada contra la cabecera. Primero, sentada sobre la almohada, en posición erguida con la espalda apoyada en la cabecera y las piernas estiradas sobre el colchón con los pies un tanto separados, comienzo pellizcando suavemente y apretando con dulzura mis grandes pezones durante bastante rato. El toque sobre mis pezones hace brotar lentamente una sensación en mi área genital y comienzan a descargarse mis fluidos. Tengo grandes pezones. Entonces me acuesto un tanto sobre la cama, de espaldas y en una posición reclinada. Continúo teniendo las piernas estiradas y muy abiertas, y me masajeo con el segundo, tercero y cuarto dedo, asegurándome que mi enorme y amado clítoris se ponga bien firme y lubricado con mis fluidos vaginales.
     El único inconveniente de la masturbación es que puedo alcanzar el clímax muy rápidamente, y después es un gran vacío. ¡¡No me puedo sorprender a mí misma después de todo!! Así que últimamente lo que he estado haciendo es estimularme con alguno de mis vibradores CASI hasta el orgasmo; entonces me detengo unos momentos, reteniendo mi aliento. Usualmente apago totalmente mi vibrador. A veces es tan malditamente bueno que odio salir, pero quiero prolongar mi placer tanto como pueda. Al ponerse mi enorme clítoris más erecto, abro las piernas tanto como puedo. Esto hace que el clítoris sobresalga más, y se siente ¡MARAVILLOSAMENTE BIEN! Yo prefiero la estimulación directa y firme sobre mi clítoris. Tengo la intención de continuar masturbándome siempre que pueda, y es una vergüenza que en nuestra sociedad se pongan tantos tabúes fuertes en su contra. Es algo hermoso, y no puedo imaginarme lo que sería mi vida si no pudiera tener un lindo golpe de orgasmos por masturbación de vez en cuando.
     Mientras me masajeo el clítoris con un movimiento circular muevo mis caderas para encontrarme con cada empujón, y simultáneamente chupo y muerdo mis pezones a la par que fantaseo. Al ponerse mis pezones más grandes y duros, mi clítoris se vuelve más grande y largo, y más sensible. Al sentir la ola del primer orgasmo volverse más fuerte, retengo mi aliento una vez más y por fin tengo un intenso orgasmo eyaculando.
     Mi mano dominante cuando me hago el amor es la izquierda, entonces la derecha usualmente queda libre para simplemente apoyarme sobre la cama, o bien para acariciarme alguna de mis otras regiones erógenas corporales. Soy bastante ambidiestra para este tipo de actividades de tipo íntimo.
     Luego, levanto las rodillas y mis pies quedan sobre los costados de madera, junto al colchón. Mis piernas están abiertas tanto como puedo. Para mí el estímulo visual es muy importante, y por eso tengo un espejo grande de pie que se inclina hacia delante o atrás, de esos que se usan para verse de cuerpo entero cuando una se arregla bien, y me encanta mirarme en esa situación; me encanta mirar mi propio placer en el espejo.

     Hace cuatro meses y medio tuve una idea de lo más exótica, un día que fui a una tienda a comprarme unos jeans nuevos. La vendeora me ofreció varios talles y modelos, hasta que llegué a uno que me gustó especialmente por cómo me calzaba, marcando notablemente mi cola bien redonda y mis muslos gruesos, así que lo compré y regresé a casa. Es un par de jeans de esos más bien ajustados, de los que tienen la costura en el área púbica. Cuando llegué a nuestra residencia fui al vestidor de la alcoba matrimonial y procedí a vestírmelos, sentada sobre el duro borde del sillón que tenemos para esos menesteres. Como quiera que los movimientos me excitaron bastante, tuve la idea de colocarme en mi vagina un consolador sencillo, de esos sin vibrador, y luego subí mi bombacha y a continuación los jeans. Si combinas esta técnica con algunos pensamientos vívidos, experimentarás un maravilloso orgasmo y nadie lo sabrá, al menos que seas realmente una chillona. Luego salí a la calle a pasear un poco y tomar el aire fresco, ya que era Viernes y estaba en mi día libre. Mi esposo Roy no podía acompañarme en ese momento porque estaba muy ocupado con su trabajo y yo no quería interrumpirle en su labor; ni tampoco deseaba interrumpirme a mí misma esta nueva experiencia que estaba recién ensayando, cargando con la compañía de nadie. Fue una aventura maravillosa, ya que en cierto momento sentí que me vendría un orgasmo, así que me senté en un banco que había al frente de una casa, y allí me recliné pesadamente sobre el respaldo, gravitando todo mi peso sobre mi panocha, donde el consolador se insertaba fuertemente llenando toda mi vagina ¡¡y proporcionándome una gloriosa oleada de placer en plena vía pública!! He usado esta técnica muy exitosamente mientras me traslado en bus en viajes largos y aburridos, ya que tengo un largo viaje de ida y vuelta todas las semanas hasta un trabajo que conseguí a 50 kilómetros de casa. ¡¡¡Seguro que hace que el tiempo pase más rápido!!!
     Entonces, si me ven por la calle caminando con una sonrisa maliciosa y un rubor en mis mejillas, ya saben lo que estoy haciendo y lo que me está sucediendo.

     En otras ocasiones lo hago en compañía de mi amiga Nadia, y entonces o bien nos masturbamos cada una a sí misma, o bien la una a la otra, a dúo. Mientras estoy reclinada desnuda de espaldas, ella lubrica mi ano, mi área anal y genital, y el clítoris ya sea con gel o con mis propios fluidos corporales. Mete luego el dedo índice de su mano izquierda en mi vagina para que se humedezca, o agrega más gel sobre ese dedo. Entonces, desliza lentamente ese dedo dentro de mi ano dándome una buena presión, profunda, mientras que al mismo tiempo desliza el pulgar de esa misma mano en mi vagina. Así, con estimulación anal y vaginal, yo misma froto mi clítoris con movimientos circulares con mi dedo índice derecho. Mientras me froto el clítoris, paso mi bazo y mano izquierda por su cintura, al tiempo que ella me pasa su brazo derecho por mis hombros, casi apretando, con lo que quedamos muy juntas. ¡La combinación de estos tres tipos de estimulación me provoca orgasmos intensos y rápidos! Es casi como si ambos, mi vagina y mi ano, tuvieran orgasmos, como un orgasmo doble.
     Luego que me vengo, cambiamos la técnica. A ella no le agrada tanto que yo le meta mis dedos en su vagina, como ella a mí; entonces lo que hago es practicarle sexo oral. Ella es táctil casi exclusivamente, a diferencia de lo que me sucede a mí, que me excito más fácilmente con el estímulo visual, si bien lo táctil me es muy importante. De esta manera, lo que hago es comenzar a besarle muy lentamente los lóbulos de sus orejas, todo su cuello y un tanto sus gruesos labios haciendo pequeños besos, para bajar luego por sus hermosos senos. Acostumbro tomarle uno y masajeárselo, mientras le tomo el otro con mi mano libre y le beso el pezón correspondiente; luego alterno, masajeando el que le besaba y chupándole el que le estaba sobando anteriormente. Para ese entonces sus fuertes jadeos ya son intensos gemidos de placer. A continuación, se sienta en el borde de la cama con las piernas abiertas y el torso reclinado hacia atrás, apoyándose con los codos sobre el colchón. Ahí es cuando bajo a su abdomen y me concentro un momento en su ombligo, luego de lo cual termino por bajar a su vellosidad pubiana antes de llegar a su panocha. Usualmente tengo mi otra mano o bien presionándola más fuerte contra mí, o bien sosteniéndome sobre algo más para ayudarme a balancear mi cuerpo. La mejor sensación es a veces cuando todo su cuerpo se convulsiona.
     Adoro mis orgasmos y ninguno es tan intenso como los que experimento con la masturbación. Adoro acabar durante el coito con mi esposo, pero raramente es tan intenso. Nuestros cuerpos son maravillas increíbles de la Naturaleza, y el intenso goce que me produce su disfrute es lo que deseo transmitirles a todos en este relato.


Natalia, gracias por compartir conmigo tus historias, y gracias por permitirme transmitirlas al foro, dándonos lugar a deleitarnos con el disfrute de tu placentero deleite. Chic@s, no dejen de ser felices de manera armónica con su pareja. Probar experiencias nuevas, curiosear con el sexo, desechar tabúes que nos atan y falsas ligaduras que nos impiden ser felices, es algo que todos nos merecemos, y una oportunidad que no debemos desaprovechar como vía de crecimiento interior. Repito aquí algo que sabiamente escribió Natalia: "La felicidad es una actitud, un hábito adquirido con la practica diaria, y no es un resultado o un dividendo".
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