DormÃa yo plácidamente la siesta, en verano, sobre la cama y tan sólo con el bañador sobre mi piel, cuando comencé a soñar con inusual claridad cómo mi chica se masturbaba a mi lado. En el momento en que el tema se ponÃa candente de verdad, me desperté (lo que pasa las mayorÃa de las veces) y, sorpresa, allà estaba ella, sobre mÃ, con una mano entre sus piernas y pronunciando mi nombre bajito, para despertarme.
Por si acaso aquello seguÃa siendo un sueño, no quise más que entreabrir los ojos, no fuera a desaparecer aquella turbadora imagen, asà que creo que ella debió interpretrlo como desinterés por mi parte. Se fue a la cama de al lado recriminándome que no quisiera "jugar" con ella. Boca arriba y sólo con su bikini negro puesto, siguió con sus autocaricias mientras mis ojos se abrÃan más y más y los vapores del sueño comenzaban a desaparecer gradualmente, a golpe de latido.
Creo que abrà los ojos del todo cuando ella comenzó a encontrar el camino hacia el orgasmo, moviendo las caderas como si sufrieran espasmos. Todo en silencio... Era la hora de la siesta.
Como seguÃa semidormido (a pesar del espectáculo), me desplacé, casi rodé, hasta el suelo. A gatas avancé hacia ella, un poco apremiado (a pesar del sopor) por la inminente llegada de su orgasmo.
No quise resultar demasiado invasivo, asà que me limité a cubrir con mi lengua los espacios que sus dedos mojados dejaban. Pronto su mano llevó toda mi cara contra ella. Creo que le hice el sexo oral hasta con la nariz, de lo que me apretó contra ella.
Su orgasmo fue intenso y violento, arqueándose en silencio de tal manera sobre la cama que aún lo recuerdo como una de las imágenes más eróticas de mis experiencias. Tras cuatro o cinco sacudidas orgásmicas por su parte, y cuando yo ya comenzaba a tener problemas por la falta de respiración, su cuerpo se desplomó entre temblores sobre la cama. Pude volver a respirar cuando su mano me liberó.
La que se quedó dormida tras aquello fue ella...
Es curioso que recuerde su mejor experiencia como una de las mejores mÃas. No hay mejor placer que regalar, supongo.
